Presidencia de la Nación

Marina Mercante


Además de la obtención de recursos, existe un variado conjunto de actividades, asociadas a los distintos “usos” que el mar permite, y que están apuntadas al desarrollo económico y social de la población.

El transporte por agua -marítimo o fluvial- es el medio más antiguo para el movimiento masivo de mercaderías.

Su utilización, siempre creciente a lo largo de la historia, se basa en sus dos principales ventajas: la posibilidad de movimiento de grandes volúmenes de carga a bajo costo, especialmente en grandes distancias. Si se considera como ejemplo el consumo de energía, se advierte que el requerido para el transporte por agua resulta tan solo el 10% del utilizado por el transporte carretero y el 20% del utilizado por el ferrocarril. Por todo ello, en nuestros días, más del 90% del comercio internacional se realiza por agua.

Además, la utilización de embarcaciones para el transporte de personas, que había sido prácticamente reemplazado a mediados del siglo pasado por el extraordinario desarrollo de la aeronavegación, ha experimentado, en los últimos años, un notable repunte, fundamentalmente asociado al crecimiento del turismo.

El protagonismo esencial de esta actividad recae en la “Marina Mercante”, denominación con la que se define a la organización de personas y buques destinados al comercio de un país. Las flotas mercantes, incluyen una diversa gama de embarcaciones, que difieren en tamaños y características, según el propósito y el ámbito a los que son destinados.

En nuestro país, los primeros intentos de comercio marítimo desde el Río de la Plata se efectuaron a fines del siglo XVI. Por entonces, el puerto de Buenos Aires estaba muy restringido en su libertad de comerciar, en virtud de las políticas fijadas por la corona española. Sin embargo, las necesidades locales estimularon el inicio de un tráfico comercial.

Recién en 1778, ya creado el Virreinato del Río de la Plata, se promulgó en España un reglamento para el comercio libre con las Indias. La posibilidad de establecer líneas de intercambio directas y con mayor participación de países, dio lugar a un rápido incremento de buques mercantes en los puertos de Buenos Aires y Montevideo.

En 1794 se creó el Consulado de Buenos Aires. Este órgano con jurisdicción en lo comercial, y cuyo secretario fue Manuel Belgrano, autorizó el establecimiento de una Escuela de Náutica, que comenzó a funcionar en noviembre de 1799, instituto que hoy continúa formando oficiales mercantes argentinos.

Durante los primeros años de la Revolución de Mayo el comercio marítimo fue fundamentalmente dominado por extranjeros. La falta de una concepción marítima dejó en manos ajenas el comercio exterior y las explotaciones de recursos del mar que se efectuaban en la época: pesca y caza de lobos de mar y ballenas. Sólo en tráficos más cortos, como el fluvial y de cabotaje, tuvieron participación barcos nacionales.

La actividad de Luis Piedra Buena comenzó a adquirir la mayor magnitud e importancia que lo convertiría en uno de los mayores símbolos de la presencia y afirmación argentina en los mares y territorios patagónicos. En 1859, este ejemplar marino se instaló sobre el río Santa Cruz y comenzó a desarrollar una actividad comercial y exploratoria que ayudó a consolidar la soberanía argentina sobre aquellos territorios.

Entre 1931 y 1960 la Marina Mercante argentina adquiere un importante desarrollo, alcanzando su máximo esplendor hacia principios de la década del 50. A fines de 1951 ocupaba el segundo lugar en América en cantidad de toneladas, detrás de Estados Unidos. Casi cuatro quintas partes de dicho tonelaje pertenecían a empresas y organismos del Estado.

Desafortunadamente, este crecimiento no pudo sostenerse. Por el contrario, la participación de buques de bandera argentina en el comercio nacional e internacional experimentó una progresiva disminución que se extiende hasta nuestros días.

Esto último no implica que haya disminuido la importancia del transporte marítimo y fluvial. Muy por el contrario, la actividad naviera mundial ha seguido una curva de constante crecimiento y continúa proveyendo el principal modo de transporte global de cargas. En efecto, más del 80% del volumen total de cargas salen e ingresan al país por vía marítima.

Para incentivar el desarrollo de la Marina Mercante nacional, en el año 2017 se sancionó la Ley 27.419. El objeto de ésta es fomentar la integración regional en las áreas de influencia de los ríos Paraná y Paraguay; incentivar el desarrollo y crecimiento sustentable de la flota mercante de bandera nacional, mediante el mejoramiento de su competitividad y el aumento de la demanda de fletes más económicos; y consolidar la participación de la flota mercante argentina en los fletes generados por el cabotaje nacional, por los tráficos bilaterales y multilaterales, y los tráficos internacionales. Asimismo, se busca generar nuevas fuentes de trabajo. En línea para cumplir estos objetivos, a través del Decreto Nº 650/2018, la Subsecretaria de Puertos, Vías Navegables y Marina Mercante reglamentó los aspectos fundamentales de la citada Ley y generó la promoción de incentivos estatales.

El personal embarcado de la Marina Mercante

El Sistema Nacional de Formación y Capacitación del Personal Embarcado de la Marina Mercante se sustenta en un conjunto de instituciones de formación específica: la Escuela Nacional de Náutica “Manuel Belgrano”, la Escuela Nacional Fluvial “Comodoro Antonio Somellera”, la Escuela Nacional de Pesca “Comandante Luis Piedra Buena”, y varias escuelas de marinería.

En dichos institutos educativos se forma a la “gente de mar” en las distintas especialidades de Máquinas y Cubierta. Se los capacita para que puedan desempeñarse como tripulantes en los buques de nuestra bandera. Como consecuencia de la alta calidad de esta formación, los títulos emitidos por el sistema nacional gozan de amplio reconocimiento internacional, lo que posibilita el desempeño de nuestra gente de mar en buques de otras banderas.

En cuanto a los Prácticos, son oficiales mercantes de gran conocimiento y experiencia en la navegación marítima, habilitados para actuar como asesores de los capitanes de los buques, de modo de contribuir a la seguridad en las travesías y maniobras de ingreso y salida de puertos, en las que normalmente se incrementan los riesgos de accidentes. Los Baqueanos Fluviales, por su parte, cumplen similares funciones en el ámbito específico de los ríos.

El Convenio internacional sobre normas de formación, titulación y guardia para la gente de mar (STCW 78 enmendado) fue ratificado por nuestro país mediante la Ley Nº 22.608. Por el Decreto N° 572/94 se implementó dicho Convenio, a través del Reglamento de Formación y Capacitación del Personal Embarcado de la Marina Mercante (REFOCAPEMM), siendo la autoridad de aplicación la Subsecretaría de Puertos, Vías Navegables y Marina Mercante de la Nación y la autoridad de administración y ejecución la Armada Argentina.

Tipos de Buques

Carga general: Conocidos como cargueros multipropósito, transportan mercancías diversas, tanto en contenedores como a granel, e incluso pueden llevar algún pequeño tanque para cargas líquidas.

Disponen de grúas para una correcta y ágil carga y descarga. Normalmente cubren recorridos preestablecidos, por los que se los reconoce también como “buques de línea”.

Tanques: Son naves especializadas en el transporte de cargas líquidas a granel. Representan entre el 30 y el 35% de la flota mundial. Sus bodegas son tanques donde se estiba el producto a transportar, y poseen un sistema de tuberías y bombas para embarcar, distribuir y desembarcar su carga. Las características de su equipamiento responden a los productos que transportan.

Los “petroleros” transportan petróleo crudo. Necesitan de un sistema de calentamiento que haga más fluida su carga para movilizarla por medio de bombas. Los que transportan subproductos menos densos, como gas oíl o naftas, no necesitan, en cambio, de tal sistema. Este tipo de buques es conocido como “livianeros”. Una variante está constituida por los buques de transporte de aceites, los “aceiteros”.

Los “quimiqueros” cargan en sus tanques productos químicos. Poseen protección en sus tanques, bombas y tuberías para prevenir la acción corrosiva. En esta categoría se incluyen los gaseros, que transportan gases licuados. Sus tanques tienen forma de globos que se elevan sobre su cubierta.

Desde 2006, por normas internacionales, los buques tanque se construyen con doble casco para reducir los riesgos de contaminación por derrame de la carga, ante la ocurrencia de accidentes de navegación.

Graneleros: Diseñados para transportar cargas secas a granel, como minerales o cereales. Tiene una sola cubierta, bodegas sin entrepuentes y grandes escotillas.

Por lo general, no tienen grúas porque su carga se embarca y desembarca en terminales portuarias especiales, que permiten operar con gran rapidez y practicidad, reduciendo los tiempos y costos.

Sus dimensiones son variables, los más comunes en la actualidad son los denominados “Panamax”, así llamados porque sus dimensiones se ajustan a las máximas permitidas para cruzar el Canal de Panamá. Las crecientes necesidades del comercio mundial han dado lugar al desarrollo de mayores -denominados “Post-Panamax”, utilizados en tráficos que no pasan por el Canal de Panamá. En este último, por su parte, ya se han comenzado obras de ampliación que permitirán el paso de buques mayores.

Porta contenedores: A partir de los años 60 comenzó a consolidarse en todo el mundo la utilización del “contenedor” en los diferentes modos de transporte (acuático, aéreo, ferroviario o por camión). El contenedor es, en su descripción más simple, una caja metálica de medidas estandarizadas que permite almacenar una amplia variedad de cargadas en su interior. Su uso incrementó la velocidad de carga y descarga, así como la seguridad de las mercancías transportadas con grandes beneficios económicos para la actividad.

Los más utilizados en el transporte marítimo tienen una altura de alrededor de 2,6 metros y un ancho cercano a los 2,4 metros. En cuanto a las longitudes, predominan los contenedores de 6 y 12 metros de largo, conocidos respectivamente como de “20 pies” y “40 pies”.

Los buques portacontenedores son, precisamente, aquellos especializados en el transporte de este tipo de recipientes. Poseen bodegas celulares y son capaces de desarrollar altas velocidades, en relación con otros tipos de buques de carga. Los tamaños de estos buques están en continuo crecimiento.

RO-RO: Su denominación proviene del término inglés “roll-on - roll-off”. Están diseñados para el transporte de vehículos a ruedas. Para ello, poseen rampas extensibles en los extremos del buque (proa y popa), que permiten el ingreso y salida de los rodados por sus propios medios. Su aspecto se asemeja al de un gran cajón flotante.

Transportes de pasajeros: Existe una amplia gama de variedades y tamaños. Son familiares en nuestro medio los trasbordadores diseñados para viajes cortos de alta velocidad y los grandes cruceros. Las rápidas embarcaciones que cruzan el Río de la Plata son un ejemplo del primer tipo. Con velocidades de hasta 50 nudos (poco más de 90 km/h), transportan normalmente unos 400 pasajeros y cierta cantidad de automotores.

Los cruceros son verdaderos hoteles flotantes utilizados por la industria del turismo, y crecientemente presentes en el mar y puertos argentinos.

Frigoríficos: Diseñados inicialmente para el transporte de carnes, sus bodegas son cámaras frigoríficas. Los hay también para el transporte de frutas, que requieren menos temperatura. Con la aparición y desarrollo de los contenedores refrigerados, una buena parte de este tipo de cargas se ha desplazado a los buques portacontenedores, tal como se observa en nuestro medio con las frutas y pescados de exportación.

Remolcadores: Se caracterizan por su gran fuerza de empuje. Según el uso, existen embarcaciones de diferentes diseños y dimensiones. Entre otros, caben destacarse por su presencia en las vías acuáticas argentinas, los de “maniobra portuaria” y los de “empuje”.

Los remolcadores de maniobra portuaria tienen alta capacidad de maniobra en espacios restringidos. Son empleados para apoyar a buques mayores en maniobras de ingreso o salida de puerto.

Los remolcadores de empuje están diseñados para empujar a los trenes de barcazas en las vías fluviales. Es el sistema más empleado en la Hidrovía Paraguay-Paraná. Esta modalidad de transporte, de amplia utilización en todo el mundo, es especialmente apta para el transporte de cargas en zonas de muy poca profundidad y aguas calmas.

Dragas: Son embarcaciones empleadas para el mantenimiento o el incremento de las profundidades necesarias en los puertos, ríos, canales y vías de navegación en general. Poseen sistemas que permiten excavar el fondo y extraer el fango, escombros, arenas o materiales rocosos depositados en él. Los hay de distintos tipos, según sea el sistema excavador utilizado, que depende fundamentalmente de la dureza del material a remover.

Balizadores: Son buques -en general de mediano o pequeño porte- que, por su capacidad de maniobra y disponibilidad de grúa, sirven para la instalación y el mantenimiento de las boyas, balizas y señales marítimas y fluviales, en los canales y vías de navegación.

Embarcaciones de arena y piedra: Bajo esta denominación se agrupa un tipo de embarcaciones de poco porte, mayormente fluviales, que, por medio de sistemas adecuados, extraen por bombeo y transportan para su comercialización materiales (arena y gravas), empleados en la industria de la construcción.

Fluviales: Se caracterizan por su menor porte y calado, lo que les permite operar en el ámbito fluvial (donde los espacios para navegar son reducidos y de poca profundidad). Dentro de esta categoría se encuentran casi todas las variantes arriba descriptas, especialmente portacontenedores, graneleros, tanques y de pasajeros.

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