Mitos sobre las vacunas
"Las enfermedades de la infancia para las que hay vacunas, son algo inevitable en la vida. Es mejor la inmunización por la enfermedad que por las vacunas, ya que es la vía natural.”
Esto es incorrecto. Hay enfermedades que pueden tener consecuencias graves tanto en niños como en adultos. Las personas no vacunadas quedan muy expuestas a esos riesgos.
Por ejemplo, el sarampión, las paperas y la rubéola pueden llevar a la neumonía, la encefalitis, la ceguera, el síndrome de rubéola congénita (cuando una mujer la contrae al principio del embarazo) e, incluso, a la muerte.
Por otra parte, las vacunas no causan las enfermedades. La vacuna genera en el cuerpo una reacción similar a la de infección natural, pero sin que la persona llegue a enfermarse. Por lo tanto, la vacunación es la vía efectiva y saludable de prevención.
"Las vacunas tienen efectos secundarios perjudiciales."
Esto es falso. Las vacunas son seguras y la probabilidad de que produzcan efectos secundarios negativos es mínima.
"Varias enfermedades para las cuales hay vacunas, están prácticamente erradicadas, no tiene sentido vacunarse."
No es cierto. Si bien algunas enfermedades prevenibles mediante vacunación pueden ser poco comunes en muchos países, los agentes que las provocan siguen presentes en el mundo y pueden infectar a personas no protegidas.
Sin esa prevención, pueden manifestarse y tener graves consecuencias para la salud.
“La administración simultánea de más de una vacuna puede aumentar en los niños el riesgo de efectos secundarios nocivos.”
No es cierto. Está demostrado que recibir varias vacunas juntas no produce ningún efecto secundario sobre el sistema inmunitario del niño.
Por el contrario, tiene ventajas: requiere menos consultas y menos inyecciones; se gana tiempo y contribuye a que los chicos completen el Calendario Nacional de Vacunación.
"La gripe es solo una molestia y la vacuna no es muy eficaz."
En realidad, la gripe no es una simple molestia, porque puede tener serias complicaciones en la salud propia o de nuestro entorno, al contagiarla.
Ante la gripe, corren mayor riesgo los recién nacidos, las mujeres embarazadas, los adultos mayores y cualquiera que padezca un trastorno crónico (por ejemplo, quienes sufren asma, una enfermedad renal o alguna enfermedad del corazón).