La Beca "Saint-Exupéry" como experiencia transformadora
Compartimos el discurso de la exbecaria Noelia Noya Iglesias en un acto realizado en homenaje a becarios y becarias de la Embajada de Francia el 16 de mayo, en el marco de France Alumni Day 2023.
La Beca "Saint-Exupéry" surge de un convenio entre el Ministerio de Educación de la Argentina y la Embajada de Francia firmado en 1997. Desde ese momento, ha permitido la formación en Francia de 307 investigadores e investigadoras argentinos. Entre ellos se encuentra Noelia Noya Iglesias, que es licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires, magíster en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de General Sarmiento, y doctoranda en cotutela en Sociología por la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales y en Ciencias Sociales por la UNGS. En el siguiente relato nos cuenta sus impresiones sobre su estadía como becaria en Francia.
"Estimados y estimadas autoridades de la Embajada de Francia, del Ministerio de Educación, colegas:
Es un honor estar acá y tener la oportunidad de dirigirme a ustedes como beneficiaria del Programa de Becas "Saint-Exupéry". Me pidieron que comparta mi experiencia a fin de complementar los datos y las características del programa desde un enfoque personal. Espero que aquellos que no han viajado en el marco de una estancia de investigación puedan, a través de mis palabras, imaginar una forma posible de vivirla (entre muchas otras) y, asimismo, para aquellos que ya han tenido la experiencia de viajar en este contexto -sé que hay muchos aquí presentes- espero que mis palabras les permitan revivir esos momentos y el impacto que esa experiencia tuvo en ustedes, ya sea por similitudes o contrastes.
La primera vez que fui a Francia fue con la Beca “Saint Exupéry”. Yo aprendí francés de grande. No fui a una escuela francesa, ni a un colegio tradicional o reconocido. En mi escuela no había tercera lengua. Menciono esto para subrayar que no vengo de un espacio de socialización donde se hablaba de estudiar en el extranjero ni que fuese una posibilidad. Por otra parte, no hubiese podido pasar tres meses estudiando en Francia si no hubiese obtenido esta beca. Decir esto me parece importante porque estoy segura que estas dos condiciones las comparten muchísimas de las personas aquí presentes: investigadores e investigadoras que han podido viajar en el marco del Programa “Saint-Exupéry” y cuyas trayectorias no se hubiesen visto enriquecidas de esta forma sin esta posibilidad.
Desde mi punto de vista, tener una beca es algo invaluable, porque nos permite comprar una de las cosas más valiosas: tiempo. En mi caso, tuve la posibilidad de tener unos meses para focalizarme exclusivamente en mejorar la problematización de mi tesis y presentar avances de investigación.
Mi beca implicó tener una cotidianeidad en un laboratorio, compartir conversaciones cara a cara con mi director de tesis por el lado francés, cursar seminarios de investigadores destacados y generar vínculos que hoy me acompañan y son parte clave de mi red de relaciones profesionales y personales. Durante los tres meses que duró mi beca, todas las mañanas me levantaba en la Cité Universitaire y caminaba por Boulevard Jourdan hasta el edificio de l'École Normal Superior. Dos veces por semana cursaba dos seminarios, uno en l'École des Hautes Études en Sciences Sociales y otro en Sorbonne Paris 1. Sin esa presencia física en las reuniones con otros tesistas coordinadas por mi director, sin ese intercambio con los otros estudiantes, sin escuchar las intervenciones que hacían mis compañeros de seminario, mi tesis no sería la misma; como me imagino que muchas de las tesis y los proyectos de investigación de quienes están presentes no serían los mismos sin haber pasado por esta experiencia.
En mi caso, por ejemplo, la delimitación de mi objeto de estudio se nutrió muchísimo de tener que explicarles a personas que no conocían particularmente el caso argentino qué fue el 2001, qué implica la política territorial en Argentina, entre otros aspectos. En los diálogos sobre estos temas, en los debates que se suscitaban, en las preguntas que recibía y no encajaban en el problema que yo había diseñado, en las comparaciones que hacían mis interlocutores de mi objeto con instituciones que yo casi no conocía de otros países, mejoré mi tesis. Responder esas preguntas y argumentar en ese contexto me obligó a recurrir a una serie de estrategias metodológicas que hoy son parte de mi tesis, herramientas que no había considerado previamente, que no se me hubiesen ocurrido de no haber vivido esa experiencia.
Luego de estas instancias de debate, mi tesis no es la misma. Mis objetos-sujetos de estudio no son los mismos, mi forma de escribir no es la misma después de una beca de movilidad internacional. Y mi manera de comprender el mundo no es la misma. No se investiga solo en el laboratorio, en ningún área ni en ninguna disciplina. Citando a Bruno Latour: los hechos científicos no son descubiertos, sino que son construidos por medio de un proceso social complejo que involucra a científicos, instrumentos, instituciones y contextos culturales. Becas como la Saint-Exupéry generan la posibilidad de poner en movimiento todos estos actores mencionados, dando lugar a nuevos escenarios que permiten construir otros objetos que no podrían existir sin este intercambio.
Como sabemos, el contexto también modifica al investigador y a la investigadora de una forma que excede su trabajo presente y que definitivamente tendrá impacto en su trabajo futuro. Cuando postulé a la Casa Argentina fui aceptada en modalidad brassage, lo cual implicaba que no me hospedaría en la Casa Argentina sino, en mi caso, en la Casa del Líbano. Ese evento, que se me presentó como trágico cuando recibí la notificación, porque yo quería estar en la Casa Argentina, finalmente fue una de las mejores cosas me pasó. Por un lado, me enteré que en el Líbano se toma mate, así que mi principal temor, que era quedarme sin yerba, desapareció rápidamente. Por otro lado, me obligó a interactuar todo el tiempo en francés. Me obligó a verme reflejada todos los días en los ojos de los otros en mi condición de extranjera. Una extranjeridad entre algodones, por supuesto: no se puede comparar con lo que viven día a día muchas otras personas que intentan iniciar una nueva etapa en el extranjero. Pero ejercer un rol al que no estaba acostumbrada, ser la que hablaba raro y ser parte de espacios de socialización que habité como extranjera me nutrió muchísimo. Y no se trata solo de estar cerca de una diversidad fascinante, sino también de ser parte de ella. Y este es un último aspecto clave, para mí, de haber tenido una beca de movilidad. Desarrollar mis estudios en París no solo me permitió conocer Francia, sino muchos países a la vez. No puedo pensar igual que antes en el Magreb luego de todas las charlas que tuve con Léo, un hijo de tunecinos que nació y creció en la banlieu de Lyon, y su novia Maya, tunecina que viajó a Francia para hacer un master. Los procesos electorales que se están dando en países, que años atrás podían generarme cierto interés curioso, hoy me tienen en velo porque recuerdo esas historias en primera persona que escuché de estudiantes que conocí en Francia.
Antoine de Saint-Exupéry, conocido por ser el autor de El Principito, pero también por ser un importante aviador, tuvo la misión en Argentina de desarrollar tareas de reconocimiento aéreo que permitieron generar vuelos en ciertas zonas del territorio argentino. Hoy, las Becas “Saint-Exupéry” permiten volar a quienes no lo hubiésemos podido hacer sin esta ayuda. Hoy tengo mis grupos de estudio, mis espacios de intercambio, mis colegas tesistas y profesores, y mis amigos y amigas franceses y de todas partes del mundo que nos cruzamos en Francia. A partir de una beca corta de tres meses desarrollé una red. Esto no hubiese sido posible sin la cooperación internacional y las relaciones bilaterales generadas entre Francia y Argentina. Espero que estos lazos sigan pudiendo hacer volar a muchas otras personas y por mucho tiempo más. Gracias."