Esta cámara de doble lente, ícono del siglo XX, fue una compañera inseparable de fotógrafos profesionales, artistas y cronistas de época. A diferencia del celular de hoy —que dispara cientos de fotos por minuto—, con la Rolleiflex cada toma requería pausa, encuadre y precisión. No había margen para el apuro: cada click era una elección pensada.

Muchas de las imágenes históricas que guarda el Archivo General de la Nación fueron tomadas con cámaras como esta. Captaban no solo rostros y paisajes, sino también el pulso de un tiempo. Frente a un mundo actual donde la imagen es instantánea y descartable, esta cámara nos recuerda que mirar también era —y es— una forma de pensar.