El Hospital Militar Reubicable y la experiencia Kosovo
El comodoro (R) “VGM” Luis Barusso se desempeñó como director de la unidad sanitaria móvil junto con el jefe del Servicio de Emergencias y Evacuación Aeromédica, vicecomodoro (R) Omar Hermida. Ambos formaron parte del contingente argentino desplegado a esta zona de guerra a requerimiento de la OTAN
Por Lic. Florencia Sosa
En 1999, el comodoro (R) “VGM” Luis Barusso se desempeñó como director del Hospital Militar Reubicable acompañado por el jefe del Servicio de Emergencias y Evacuación Aeromédica, vicecomodoro (R) Omar Hermida y personal de la Institución para cumplir con lo solicitado por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en el marco de la Misión de Administración Provisional de las Naciones Unidas en Kosovo.
El Hospital fue trasladado en barco y desde Tesalónica, Grecia se transportó en caravana hasta un playón ubicado en una fábrica abandonada en Dakovica, en la por entonces provincia de Kosovo.
“Fue una misión conjunta en la que participó no sólo personal de la Fuerza Aérea, sino que también había gente de Ejército y Armada Argentina como parte del staff sanitario”, manifiesta el vicecomodoro Hermida.
“En un container común que no pertenece al Reubicable se instaló el Servicio de Comunicaciones. Una de las cosas más difíciles que tuvimos en todas las misiones fueron las comunicaciones porque en aquella época los teléfonos no eran como ahora que uno puede comunicarse fácilmente”, recuerda el comodoro Barusso.
La misión de ejercer la medicina en una zona de guerra
“Kosovo no fue una misión de Paz”, afirma Barusso, quien manifiesta que en esta experiencia le resultó impactante “la crueldad por el odio entre serbios y albano-kosovares, los civiles fallecidos o heridos por minas o atentados”.
Al igual que su experiencia en el Conflicto del Atlántico Sur y en la misión a Mozambique, el comodoro destaca que en Kosovo también se ejerció la medicina de guerra: “Todavía estaba humeando la bomba que había tirado la OTAN, eso no fue en época de paz (…) Había atentados, curábamos heridas de ametralladoras y de granadas, era una pos guerra inmediata pero que todavía no se habían apagado los últimos focos”.
Al respecto, Hermida destaca que “si bien desarrollamos todas nuestras habilidades médicas en cuanto a búsqueda, rescate y evacuación aeromédica, teníamos mucha restricción de movimiento porque estábamos rodeados de áreas minadas, estábamos sobre una ruta que conducía al centro de Pristina hasta casi la frontera, en un contexto de muchísima violencia”.
“Teníamos un área restringida de casi 300mts alrededor del Hospital. No se podía salir de las instalaciones, habíamos montado nuestro helipuerto, porque nosotros necesitamos tener uno cerca para operar. Lo habíamos montado justo frente al hospital pero para ir hasta allí teníamos que ir con una columna de protección artillada”, explica el médico y agrega: “Cuando estábamos entrando a Kosovo, a Yacobica, veíamos cómo disparaban de vereda a vereda”.
Dado este contexto, el vicecomodoro recuerda que se puso de manifiesto la necesidad de contar con contención psicológica: “Nuestro Hospital llevó un médico psiquiatra, fue genial su trabajo, después de esa misión se empezaron a llevar equipos que iban a dar soporte anti estrés a los que operábamos en el despliegue y a la población. La gente venía con cuadros de estrés traumático (…) Todos los días veías una cosa violenta y decías ‘bueno, esto ya está, es lo máximo´ y al otro día veías algo peor. Fue una situación extremadamente traumatizante para todos, fueron seis meses muy duros”.
El desafío de los clima extremos
“En noviembre o diciembre nos sorprendió la nevada en Kosovo, con -28°, éramos el segundo contingente, el primero había estado en verano, se nos congeló el agua de los dos tanques y se congeló todo el agua de todo el hospital. Los españoles vinieron a ayudarnos a descongelar todo el HMR para volver a estar operativos”, afirma el veterano de Guerra de Malvinas y agrega: “Esa galería que se ve alrededor fue una suerte tremenda que tuvimos. Unos suizos que pasaron ahí nos preguntaron si íbamos a atender a la población y les dijimos que sí. También nos preguntaron si teníamos ingenieros, les dijimos que teníamos una compañía de ingenieros de Ejército, así que nos trajeron unas maderas y gracias a eso evitamos que el peso de la nieve hundiera el Hospital Militar Reubicable. Con esa galería podíamos circular por fuera del Hospital”.
“Como en Marambio, no hay grados, todo el mundo paleaba nieve para despejar el hielo que era peligrosísimo por los resbalones”, comenta el comodoro.
Como consecuencia de la nevada y las casas en ruinas a raíz de la guerra surgían nuevas problemáticas a tratar. El vicecomodoro Hermida recuerda una situación que se vivía recurrentemente: “cubrían lo que quedaba de las casas con lonas y se ponían a dormir abajo. Para poder entrar en calor prendían una ramita o maderas que muchas veces encendían las lonas y terminaban con quemaduras. Era un escenario dantesco lo que se vivió en ese lugar”.
“Cuando empezó a nevar las minas se desplazaron en el terreno, entonces las áreas que estaban delimitadas como áreas minadas no eran ciertas, aparecían minas por otro lado y cuando la gente buscaba algo de leña estas minas se activaban. Por esta razón, las heridas más comunes eran amputaciones”, rememora el pediatra.
Durante 18 meses el Hospital Militar Reubicable de la Fuerza Aérea Argentina brindó apoyo sanitario a la población civil cumpliendo un total de 8074 consultas médicas. El servicio contó con un total de 15 módulos sobre contenedores con capacidad para 120 atenciones diarias, intervenciones quirúrgicas de media complejidad, atención odontológica y de laboratorio e internaciones con hasta 50 camas disponibles.
Como conclusión de su experiencia como médico militar, el comodoro comparte su mensaje al personal de salud que desea formar parte de la Fuerza Aérea “deben ejercer con responsabilidad el grado que les fue otorgado, capacitarse siempre, desde principio a fin; estar siempre en todo momento y lugar, dispuestos a servir a la Fuerza, que es servir a la Patria”.
Por su parte, el vicecomodoro confiesa: “Soy un simple médico militar que trató de cumplir durante toda su vida con la Patria pero fundamentalmente con mi vocación y mi sentimiento”.
“Si un médico tiene la vocación de ingresar a una Fuerza Armada porque decide trabajar con disciplina en el caos, si siente la vocación, que la lleve adelante, porque es hermosa, le permite al profesional desarrollarse en un montón de disciplinas, de habilidades, de áreas que quizás durante la vida civil no lo pueden hacer”, afirma el pediatra y concluye: “Eso les tiene que salir de adentro, tiene que haber algo de adentro que diga ‘yo quiero ser esto, y no otra cosa, yo quiero decir cada vez que pase por al lado de un mástil que a esa bandera yo la estoy defendiendo y que estoy dispuesto a dar la vida por ella’”.