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Mujeres modelo

Un 8 de marzo, hace mucho tiempo atrás, una tragedia le costó la vida un grupo de mujeres trabajadoras y desde ese momento se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Cada año somos testigos de tantas interpretaciones sobre este día como personas sobre la faz de la tierra. Desde acá, rodeadas de nenas y nenes, nos gustaría mostrarles que el arte (un mundo como tantos dominado por hombres) tiene grandes figuras femeninas para admirar.

Sin ir más lejos, en nuestra colección hay una obra de Raquel Forner, artista que a principios de siglo XX no solo se decidió a triunfar -y lo logró- en el ámbito artístico, sino que desafió el modelo de la época dedicando su vida a su profesión. Otra gran artista es Lola Mora, nacida a mediados del siglo XIX en Tucumán, estudió artes plásticas con maestros locales pero no se quedó simplemente con eso, sino que consiguió una beca en Italia para seguir formándose y consiguió ser una escultora monumental. Si miramos más allá tenemos nombres como Frida Khalo, defensora de la causa feminista y mundialmente reconocida; Margaret Bourke-White, primera mujer en trabajar en la revista Life y fotógrafa de guerra. Esta enumeración sería muchísimo más larga si miráramos en todas las direcciones, porque los ejemplos son interminables.

Si prestamos atención a nuestro alrededor, hay mujeres que rompen con los moldes, que abren caminos nunca antes recorridos, que triunfan en todas las disciplinas: en los deportes, en la ciencia, en las empresas, en los gobiernos. Como parte de la sociedad, tenemos la responsabilidad de realzar estos modelos a seguir, que no son simplemente de éxito, sino de lucha, de coraje, de inteligencia y de tenacidad, para que las niñas y los niños vean que su género no debe determinar el rumbo de sus vidas, que pueden ser lo que quieran ser y que el mundo debe estar listo para ofrecerles esa posibilidad.

De naturalezas vivas y muertas

Un 24 de febrero, pero hace 113 años, nacía Buenos Aires uno de los artistas más premiados de nuestro país. Se trata de Marcos Tiglio, cuya obra se encuentra muy vinculada al barrio de La Boca. En 1940 Tiglio pintó un cuadro que en la actualidad forma parte de la colección de la Pinacoteca y es una de las obras que más llama la atención de nuestros visitantes más pequeños.

En la primera parte del recorrido les explicamos que van a ver varias obras que se llaman “naturaleza muerta”, es decir pinturas en las que vemos frutas, manteles, verduras, utensilios de cocina dispuestos sobre una mesa o una superficie. Instantáneamente las manos de los chicos se levantan para preguntar: "¿Se pintan cosas que están muertas?". "¿Esto quiere decir que existe una naturaleza viva?".

Una vez que todos hayan saciado su curiosidad en torno a este género, llegamos al cuadro de Marcos Tiglio, titulado también Naturaleza muerta. Y aquí las guías aprovechamos para confundir al grupo, por pura diversión. Ante la pregunta: "¿Este cuadro es una naturaleza muerta?", algunos contestan que sí muy seguros, otros contestan que no, también muy seguros. Hasta que alguno dice en voz alta: "¡No entiendo!". Y es comprensible, porque hablar de naturaleza muerta no quiere decir que esté muerto el objeto que el artista pinta, pero aun así, en este cuadro hay un pollo y está muerto, entonces hay algo que se tiene que llamar naturaleza viva. Y nuevamente las mismas dudas.

En el taller es cuando vemos que los chicos realmente comprendieron el tema y en muchos de sus trabajos nos muestran objetos dispuestos de una manera especial. Muchos reproducen también el cuadro de Marcos Tiglio.

El carbonero de La Boca

Muchas de las personas que leen esta página no conocieron el puerto de La Boca en todo su esplendor, aunque tal vez haya alguno que sí haya visto esa época dorada y pueda señalar la invaluable obra que Benito Quinquela Martín le dejó al barrio en el que vivió. Prefería ser reconocido como “el carbonero de La Boca” antes que ser condecorado por la monarquía española.

El pintoresco Caminito no lo sería si Quinquela no hubiese vivido su vida pensando en colores: a él y a sus amigos pintores del barrio (Fortunato Lacámera y Miguel Carlos Victorica, entre otros) los inquietaba que la pintura quedara confinada a las paredes de un museo o a los límites de un taller, así que sacaron sus brochas a la calle y le pusieron arte y luz al barrio que todos los días les daba inspiración. Para Quinquela la intervención no terminó ahí: donó el terreno de la Escuela Museo de Bellas Artes de La Boca, un lactario municipal, la Escuela de Artes Gráficas para Obreros, el Instituto Odontológico, un Jardín de Infantes y el Teatro de La Ribera.

Para quienes trabajamos en la educación, su sello y su impronta no pasan desapercibidos: él vivió en carne propia el poder expresivo y el potencial que implica encontrar un medio para canalizar nuestro mundo interior y ponernos en contacto con lo que nos rodea. Quinquela, mejor que muchos, vislumbró lo importante que es decir lo que uno tiene para decir, pero también lo fundamental: que alguien nos enseñe a decirlo y nos quiera escuchar, aún cuando todavía no aprendimos a hablar.

¡Abran paso! Llegaron los chicos

Voces, risas, movimiento. Eso es lo que pasa cuando llegan los grupos que visitan el Palacio Sarmiento. Gracias a ellos es que un lugar por lo general tranquilo y silencioso de repente se llena de ruido, generado por la alegría y el entusiasmo de treinta chicos que vienen con ganas de aprender, conocer y pasear. Para muchos de ellos, es uno de los pocos lugares que podrán visitar en el año, para otros, será su primera visita a Capital Federal.

Los chicos, vayan a donde vayan, se hacen notar. Y generan mucho movimiento a su paso, por ejemplo, en las personas que se cruzan con ellos en los pasillos de cada piso del edificio, ya sean los guardias de seguridad, los secretarios, los recepcionistas. Muchos salen de sus oficinas, interrumpiendo su trabajo, para presenciar parte de la visita. Otros saben el horario en el que llegamos con ellos y nos esperan, escuchan sus reflexiones frente a los cuadros, recordándolas para la siguiente visita; otros se detienen a conversar con docentes y alumnos, les hacen preguntas y les cuentan qué se hace en el Ministerio.

Así como se nota la presencia de los chicos, también se nota su ausencia. Muchas veces, cuando tardamos un poco más en llegar a un cuadro o incluso aquellos días en los que no hay visitantes, nos cruzamos con personas que preguntan: ¿Y los chicos? ¿Cuándo vienen los chicos? ¿Hoy no hay chicos?

Al igual de lo que sucede con los alumnos que nos vienen a visitar, que salen de sus tareas de todos los días en la escuela para conocer un lugar nuevo, en el Ministerio los chicos logran interrumpir la actividad diaria, romper con la cotidianeidad de la rutina. Por esto, y por sus risas y reflexiones, ¡los extrañamos!

Contame un cuento

Una de las cosas que suceden con los cuadros es que nos permiten contar historias. Las pinturas nos muestran narraciones y esto es algo que vemos muchas veces cuando nos vienen a visitar las escuelas.

Las obras de arte que van viendo los chicos por los pasillos del Palacio Sarmiento suscitan preguntas y esas preguntas nos llevan a armar entre todos la historia que hay detrás de la imagen. Los cuadros son para ellos un enigma, un problema a resolver. Se plantean el pasado, el presente y el futuro de los personajes, imaginan quién sería esa persona retratada, cuáles serían sus intereses y cómo se sentiría. Muchas veces conocemos la historia detrás de la imagen, pero permitimos que dejen volar su imaginación antes de darla a conocer. Lo que sucede después es que ellos comparan la historia real con la inventada y surgen nuevas ideas, se fijan en lo que “adivinaron” y en lo que “se equivocaron”.

Luego de la visita, cuando van a pintar al taller, también vemos cómo ellos mismos usan el arte como narración, para continuar la historia de uno de los cuadros que vieron en la visita, por ejemplo en “La despedida” de Tulio Sagastizábal, donde una de las niñas se preguntó qué sucedía después del abrazo. Muchas veces también inventan una historia propia, con un personaje creado por ellos. Es el caso de “El pez en busca de su naranja”, pintado por Rocío de 10 años.

Crónica de una noche

El 31 de octubre del 2015 la Pinacoteca tuvo oportunidad de participar y ser protagonista de una nueva edición de La Noche de los Museos. Muchas áreas del Ministerio de Educación participaron y otras tantas nos ayudaron con personal que se ofreció voluntariamente para trabajar durante el evento. Las puertas se abrieron a las 20, pero nosotros estuvimos pensando en esas puertas abiertas con meses de anticipación. Y en los días previos, cuando las más grandes obras de la colección ya estaban colgadas en los pasillos, pudimos tener un adelanto de lo que íbamos a escuchar del público de parte del propio personal: “Es un Quinquela, ¡no sabía que había uno acá!”, “¿este cuadro es realmente de Berni?” y “¿esta colección se puede visitar todo el año?”.

Cuando se hicieron las ocho de ese sábado tan especial, abrimos las puertas para encontrarnos con la sorpresa de que ya había fila en la vereda y, al mismo tiempo, para recibir a un grupo de chicos de un Centro Comunitario de San Miguel que eran los invitados de honor y para quienes dimos la primer visita. Desde esa hora y hasta las 3 de la madrugada ofrecimos visitas guiadas para el público en general las que, a medida que avanzaba la noche, se hacían más numerosas y más dinámicas. Fue un aprendizaje muy interesante, porque cotidianamente somos dos guías, brindando las recorridas juntas pero ese día fuimos tres: trabajamos en tándem con Gisela (una voluntaria del área de Contabilidad y Finanzas que se animó). Recibimos a más de 4.000 personas de intereses y características muy diversas pero, eso sí: todas nos aportaron preguntas y comentarios muy enriquecedores.

Durante la actividad podíamos notar el interés que generaba no sólo la colección, sino también el resto de las propuestas que íbamos viendo al pasar: la exposición fotográfica del libro Presente, las presentaciones del Coro del Ministerio y de Gardel en París en el Salón Blanco y los espectáculos que se dieron en el escenario en el Jardín de los Maestros. La Noche de los Museos en el Palacio Sarmiento fue un festejo a la cultura y a la identidad y para quienes trabajamos en la organización una oportunidad de abrirle las puertas de nuestra casa a los que quisieran conocerla.

¿Qué mirás?

Los chicos son curiosos por naturaleza, lo que salta a su vista, lo que eligen mirar no siempre es lo que los adultos queremos que miren. Cuando nos visitan los chicos de las escuelas, pensamos que las obras de arte o el edificio tan imponente son lo que va a captar su atención, pero ellos siempre logran sorprendernos.

Al hablar de realismo, contarles que el objetivo de esta corriente artística es mostrar la realidad lo más fielmente posible, uno de los chicos se para frente a la manguera de incendios de uno de los pasillos y dice: “Este les salió igualito”. Otro, al finalizar la visita se acerca a hacer una pregunta: “¿Porqué hay un desfibrilador?”. Esto también lo vemos cuando se ponen a dibujar. La consigna es que pinten algo que les haya llamado la atención, lo que les haya gustado de la exposición.

Y después vemos que muchos dibujaron el micro escolar. Otros, el caballete que tenemos a modo de decoración en el espacio de arte. Otros, un dibujo inspirado en uno que dejó un chico de otro colegio que vino el día anterior. Otros se inspiran en un cuadro que no nos paramos a analizar durante el recorrido pero que por algún motivo quedó en su memoria.

Como guías y entusiastas del arte nos hace preguntarnos: ¿Fracasamos? ¿No logramos que entiendan lo que queríamos? Pero la realidad es que por más que se intente dirigir la mirada del niño, es imposible conocer todos los significados que encontrarán ellos en cosas que los grandes pasamos por alto.

No vale

Mientras hacemos el taller con los chicos después de recorrer la muestra, que es tan buena como ecléctica, siempre surgen problemas como: “yo no sé pintar”, “no se me ocurre nada”, “quiero cambiar la hoja, esta manchita me estropeó el trabajo” y nosotras siempre respondemos: " no vale." No se trata de un juego en el que uno salteó una regla sino que significa que los errores en ese espacio no tienen valor, no existen.

No siempre recibimos sonrisas como respuesta a nuestros "no vale", pero los gestos cambian cuando los chicos entienden el error como una oportunidad, una chance de encontrar nueva inspiración. Todas las cosas lindas que vemos en las paredes de los museos no son el producto de trabajos sin errores, sino que son el resultado del trabajo de seres humanos imperfectos, que ante las dudas dijeron: "no vale".

En la escuela y en el mundo de los mortales pensamos que los artistas trabajan en ámbitos ideales y con materiales ilimitados, porque nos parece imposible que las grandes creaciones se den de otra manera. Pero lo cierto es que el arte es una idea (concepto de Will Gompertz), independientemente del medio en que se exprese. Se trata de entender que las obras de arte pueden salir en cualquier contexto, sobre cualquier soporte y utilizando cualquier material siempre que digamos: "no vale".

¿Un pueblo dentro de una cacerola?

¿Cuántas interpretaciones puede tener una obra de arte? Infinitas.

El pararnos frente a un cuadro no es un acto sencillo. Nuestras ideas previas y nuestras emociones hacen que interpretemos esa obra de diferentes maneras. Incluso si vemos la misma obra en diferentes etapas de nuestra vida, no nos va a generar la misma sensación, no nos va a hacer reflexionar de la misma manera.

En las visitas guiadas preguntamos frente a diferentes cuadros: ¿Por qué les parece que este artista hizo esto así? Y muchas de las respuestas de los chicos son: “porque quiso”, “porque se le ocurrió así”, “porque tuvo ganas”; y es así, porque el arte además de ser un medio de expresión es un lugar de juego y de transformación, es un lugar donde sucede lo imposible, donde los relojes se pueden derretir en el desierto, donde los objetos cotidianos pueden cobrar vida y también donde un pueblo puede existir adentro de una cacerola.

El cuadro de Juan Doffo Microcosmos/macrocosmos es uno de los más elegidos por los niños a la hora de dibujar. Ellos ponen la atención en algunos elementos del cuadro, juegan y los transforman, realizan su propia interpretación y esa es una de las libertades que nos da la expresión artística.

Mafalda, una obra de todas las épocas

Con la excusa del aniversario de la primera publicación de Mafalda en la revista Primera Plana, es difícil no pensar en la actualidad y en la verdad que las tiras de Quino contienen después de tantos años y, sobre todo, pensando en lo mucho que ha cambiado el mundo. En ese cambio tan evidente como inevitable, Mafalda nos interpela a todos: "¿No será que esta vida moderna está teniendo más de moderna que de vida?". En esa pregunta pone de manifiesto todo lo que discutimos hasta el cansancio sobre la vida actual y esas tiras aparecieron 30 años antes del descubrimiento del ADN.

Los grandes artistas y sobre todo sus obras han sobrevivido a su tiempo, no porque tengan el poder mágico de perdurar, sino porque en su contenido o su expresión tienen algo digno de ser resignificado, nuevamente interpretado y de ser puesto en circulación de forma actualizada, de una manera en la que luego de años y años de su realización todavía son importantes para la sociedad que contiene esas obras. En este caso, Quino dice que Mafalda es “una niña que intenta resolver el dilema de quiénes son los buenos y quiénes los malos en este mundo” y ese dilema nunca envejece.

Para mí, que leí las tiras tantas veces como tuve oportunidad, Mafalda es un soplo de aire fresco aun cuando las hojas de su primera publicación están amarillas. Quino tomó las preocupaciones de su época y las convirtió en un texto que no conoce tiempos ni fronteras. Sobre todo porque entendió que si vivir es durar, prefiero una canción de los Beatles a un long play de los Boston Pops.

¡Felices 51 años Mafalda!

A modo de extra les dejamos una entrevista a Quino: "Mafalda está vigente porque la humanidad sigue cometiendo los mismos errores".

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