Presidencia de la Nación

Buena Química en el Decreto N° 658/96


En el “Preámbulo” del decreto, cuando se analizan los factores relacionados con la aparición y el diagnóstico de enfermedades profesionales, aparecen considerados la multicausalidad, las condiciones de exposición, la inespecificidad clínica y la variabilidad biológica.

Respecto de este último factor, muchas veces mencionado como prioritario, se dice claramente: “… y aunque algunos de los mecanismos que explican las diferencias de susceptibilidad están siendo dilucidados, estas diferencias son significativas en situaciones de exposición de baja o mediana intensidad, ya que en casos de sobreexposición todos enferman.

Es decir que la tan remanida “susceptibilidad personal” tiene sus límites y sus consideraciones.

También en el “Preámbulo” y al respecto de las condiciones de exposición, dice: “un mismo agente puede presentar efectos nocivos diferentes según las condiciones de exposición y vías de ingreso al organismo.

Más adelante, cuando menciona el concepto de “daño a la salud” leemos “… implica la existencia de modificaciones bioquímicas, fisiológicas o anatómicas que constituyen fases previas a la enfermedad…” y que “…en general estas modificaciones no son percibidas por quienes las experimentan y no constituyen síntomas, sino que deben ser buscados con métodos diagnósticos orientados a su pesquisa.

Teniendo en vista estos conceptos parece cobrar una importante envergadura el análisis de las condiciones de utilización de las sustancias químicas, para cada individuo, para cada trabajador, y el concomitante monitoreo de su salud, ya sea por análisis de laboratorio, imágenes, determinaciones de funcionalidad y su conjunción con la clínica.

Luego, cuando el Decreto menciona la “Relación de Causalidad” como uno de los criterios utilizados para establecer aquel listado de enfermedades profesionales, dice:

“Por ejemplo, en 1970, la concentración del monómero de cloruro de vinilo tolerada en el aire de los sitios de trabajo era de 100 ppm, promedio diario para una exposición de 40 horas semanales, conforme a las recomendaciones de la Conferencia Americana de Higienistas Industriales Gubernamentales. Esta concentración era suficiente para proteger a los trabajadores expuestos de la acroostéolisis de las falanges distales de los dedos, que era la patología atribuible al cloruro de vinilo conocida, que se conocía hasta ese momento. Hoy día la concentración propuesta por la misma agrupación es de 0.1 ppm, máxima en cualquier momento de la jornada, y se discute si no debe ser aún más baja o simplemente 0 ppm, por el poderoso efecto cancerígeno de esa sustancia.”

Se alcanza a percibir que, ya en aquel decreto de aquellos peculiares años, se filtraron fuertes fundamentos que apuntaban (y aún apuntan) al cuidado de la salud de los trabajadores expuestos, en este caso a sustancias químicas, con amplias consideraciones que llaman a todos los actores del Sistema de Riesgos del Trabajo a utilizar y pensar criterios cada vez más rigurosos.

Criterios cada vez más alejados de la zona de detección de enfermedades ya instaladas y más cercanos a zonas de detección precoz de modificaciones reversibles para efectivamente prevenir la aparición de esas enfermedades evitables.

Una buena química es posible.

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