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Suna Rocha: “Atahualpa fue una persona comprometida con su tiempo y con la historia de nuestro país”

En el día que hubiese cumplido 114 años, la cantante cordobesa Suna Rocha recuerda a su guía y colega Atahualpa Yupanqui, con quien mantuvo una entrañable amistad hasta sus últimos días.


“El padre del folclore”, así se lo conoce y así se lo recuerda siempre a Atahualpa Yupanqui (nombre artístico de Héctor Roberto Chavero), de origen vasco, hombre de campo, sencillo y arraigado a sus raíces. Autor de los mayores clásicos del folclore argentino, como Luna tucumana, Piedra y camino, Guitarra dímelo tú, Los ejes de mi carreta y El arriero, entre tantos otros. Su obra es vasta, rica y profunda. Disfrutó el éxito en el exterior, vivió en Francia hasta sus últimos días pero sus restos descansan en su amado Cerro Colorado, en la provincia de Córdoba. Nació un 31 de enero de 1908, fue querido y resistido, de carácter fuerte, ceño fruncido pero prosa única. Hoy celebramos al artista argentino que más internacionalizó el folclore de esta tierra.

Suna Rocha, cantante cordobesa, amiga de "Don Ata”, lo recuerda en esta entrevista donde repasa el inicio de una amistad que trascendió fronteras a través de cartas e innumerables momentos compartidos.

- ¿Cómo conoció a Yupanqui?

-Conocí a Atahualpa Yupanqui en la zona en donde tuvo su última morada que es Cerro Colorado en la provincia de Córdoba. Ahí yo iba de pequeña a un lugar que tiene río, que tiene mucha agua, es muy caudaloso y ahí lo vi pasar a Atahualpa a caballo y alguien dijo “ese es Atahualpa Yupanqui”. Yo tendría siete u ocho años, y después estuvo enfermo y no pudo actuar en Cosquín y yo lo fui a visitar a un sanatorio de Córdoba y ahí él me dio su teléfono y me dijo que cuando fuera a Buenos Aires lo llamara y que nos íbamos a juntar. Estuve varios días pensando y maquinando llamarlo pero no me animaba. Yupanqui es un artista que impone cierto respeto, impone cierto temor porque se decía de su carácter pero de cualquier manera un buen día lo llamé, fui a su casa en Palermo y tomamos el té, de manera que ahí fue nuestro primer encuentro. Después, la vida continuó, él me llamaba y yo lo llamaba y nos encontrábamos cerca de SADAIC, en un restaurant cerca, que era de Ferrer y Antonio Carrizo. A partir de ahí empecé a frecuentarlo cuando venía a la Argentina. Creo que el hecho de que él, de alguna manera, aceptara mi compañía era porque también lo encontré en un momento de soledad, de la enfermedad, de su vejez y verdaderamente me honró con su amistad. Yo siempre lo acompañaba a ver a algún compañero al teatro, íbamos en forma permanente a ver actos culturales, pero más era lo que vivía en Francia que lo que residía acá en la Argentina. Conocerlo a Yupanqui fue para mí muy importante, fue codearme con la memoria, él era un personaje muy interesante para escuchar porque tenía un verbo muy llamativo, muy hermoso, muy particular, en su conversación había siempre mucha poesía, era un hombre de una gran capacidad intelectual, autodidacta, leyó mucho, se formó solo de manera que tenía una capacidad innata en cuanto a la poética y a la musicalidad. Unió ambas cosas y nos dejó una obra magnánima que hoy podemos disfrutar.


La cantante cordobesa mantuvo una extensa amistad con Yupanqui.

- ¿Qué significa y qué compromiso implica para un artista interpretar a Yupanqui?

-Interpretar a Yupanqui es adentrarse en la memoria, es adentrarse en la tierra, en lo profundo. Yupanqui escribió todo aquello todo aquello que vivió, fue un profundo conocedor de nuestro país, lo anduvo palmo a palmo que es la mejor forma de conocerlo, se enamoró de una provincia como fue Tucumán a la cual le dedicó un montón de canciones, inspirado en la belleza de esa provincia. Creo que el artista que interpreta a Atahualpa Yupanqui está interpretando a uno de los popes, al más grande me parece a mí de los folcloristas argentinos, un hombre que recorrió el mundo con su guitarra y que nos hizo quedar muy bien porque en su canto ha sido un traductor de la Pampa, de nuestras provincias, de nuestra idiosincrasia, de nuestras maneras de ser, de nuestra América profunda. Ha sido un hombre que ha escrito y ha musicalizado una obra muy vasta, muy amplia, muy profunda, fue un gran conocedor de la idiosincrasia del gaucho, él se consideraba un gaucho, un hombre de silencios, de misterio, Yupanqui fue un personaje realmente muy particular, conocido en el mundo entero. Ha actuado desde Japón hasta los Países Bajos, Francia ha recorrido palmo a palmo, en Italia, en Marruecos, distintos lugares que uno puede decir que por una cuestión de idioma no se lo entendía pero Yupanqui era uno de sus intérpretes que se plantaba con su guitarra en un escenario y era escuchado y su voz cascada y a veces ya al final gastada y su guitarra de alguna manera llevaban un mensaje muy representativo de nuestra América profunda, de nuestro continente. De manera que quien se anime a hacer un tema de Yupanqui me parece a mí que está de alguna manera representándonos un poco a todos, a un país como es el nuestro, de una gran extensión, con provincias muy características y muy particulares unas con otras, con todos los climas, todos los paisajes, con una belleza realmente increíble. Yo estoy viendo esa posibilidad de hacer un trabajo donde interprete a Yupanqui, he grabado bastante de él, muchas cosas, pero me gustaría hacer un disco exclusivamente interpretando al gran Atahualpa.

El compromiso de Atahualpa con el hombre, con el peón, con el hombre de abajo, con el laburante en sus canciones siempre está presente, el minero, el hombre que cultiva la caña de azúcar, esos trabajos rudos, tremendos, que él por otro lado en algunas circunstancias lo ha hecho para poder sobrevivir andando en el país, de alguna manera están representados en sus canciones. A mí me parece que Atahualpa fue una persona comprometida con su tiempo y con la historia de nuestro país, muy comprometido, sobre todo con esa gente, con el anónimo, el trabajador, el hombre que trabajaba duramente todos los días para ganarse el pan.

- ¿Qué vigencia tiene su obra en el panorama actual?

-Supongo que la vigencia de Atahualpa va a ser siempre la misma, Atahualpa es una especie de clásico. Pasará a engrosar la galería de los clásicos de nuestra música popular. La vigencia que pueda llegar a tener Yupanqui se la reconocen de alguna manera aquellos que escuchan su música y a mi se me hace que ha sido mucho más reconocido en el exterior que en su propio país. Tengo también la sensación de que su obra se agiganta con el paso del tiempo, y que todos aquellos que consideramos que la canción popular sirve para decir, para sentir, para pintar mágicamente cada una de nuestras provincias, sea la Mesopotamia, sea al Noroeste, Norte, en Cuyo, siempre se escuchará algún tema con la autoría de don Atahualpa Yupanqui. No obstante, en un festival como el de Jesús María vi con terror y con dolor que se silbaba a Yupanqui estando él en el escenario, fue una cosa que no olvidé nunca, pero eso creo que forma parte de la ignorancia.


Hasta su muerte, intercambiaron cartas donde abordaban temas relacionados a la música, a los autores y donde Yupanqui le remarcaba que no claudicara ante el arte mendigado, el del camino fácil.

- ¿Qué expectativas tenía Don Ata sobre las nuevas generaciones? ¿Qué pensaría sobre los artistas que hoy suben a un escenario a cantar con poco contenido?

-Recuerdo que Atahualpa estaba muy decepcionado por las conversaciones que a veces manteníamos, del estado de la música popular argentina, es decir aquella poesía de poca trascendencia o aquella poesía que hablaba del amor, de una chica y de un muchacho. Me decía a quien la puede interesar y la poca profundización en las letras de temas que tienen que ver con el paisaje, el lugar, la idiosincrasia de la gente, las costumbres y todas esas cosas que a nosotros realmente nos interesan y mucho. En alguna carta que me escribió me dice lo siguiente que puede resumir esto que estoy diciendo: “¿cómo andas? Acabo de ir al cementerio de Montparnasse a llevar flores a los amigos que se fueron, Cortázar, Asturias, Baudelaire, y les diré en voz baja espérenme, al final y al cabo Suna la vida es ese espacio extraño que uno elige aún sabiendo que morirá despedazado de amor y de silencio. Te deseo buenos trabajos y ten cuidado con esas tentaciones que ofrece el arte mendigado, te recordaré como la changuita que vino a Buenos Aires a ver crecer y esquivar, coraje y prudencia. Te abraza, Atahualpa”.

Esto no quiere decir otra que no aquello del arte mendigado, es decir cuando uno apela al aplauso fácil donde uno va por aquel camino que es más largo y no por el más corto que sería ir al arte mendigado, esto era lo que Atahualpa me expresaba en su carta, lo que él me quería ejemplificar que no cayera en la cosa fácil, las letras festivas que no tenían mucho contenido donde no se hablaba de cuestiones del hombre y su circunstancia, de un paisaje, de una región, en fin de temas serios, de temas que de alguna manera nos dicen a nosotros cómo es nuestra tierra y si vamos al exterior cantarla y decirla para que otros sepan cómo es nuestro país y ser dignos representantes artísticos de nuestra tierra.
Atahualpa no estaba muy feliz con el futuro de lo que él avizoraba y de lo que él veía en los distintos intérpretes argentinos, que la canción popular iba cambiando y transformándose en otras cosas, que no tenían demasiado que ver con nuestra forma de ser, con nuestro ser nacional.

- ¿Por qué se estudia tan poco su obra?

-Creo que se estudia poco su obra porque de alguna manera se pone en práctica lo de siempre, el poco amor a lo propio y siempre estar mirando hacia afuera, desconociendo como decía Jauretche, los padentranos y los pajueranos, los que miran hacia adentro y los que miran para afuera. No hay mucha conciencia en el educador de lo que debe ser en principio nuestra música, y menos de pensar y de conocer a los autores argentinos, y de estudiarlos en los colegios que sería la mejor cosa, que de niños se acostumbren a estudiar su música y que después cuando sean grandes elijan lo que quieran, de manera que siento que es un poco ese desprecio por lo propio y valorar de alguna manera la cultura que nos viene desde afuera me parece a mí. Yo como intérprete de música folclórica recuerdo a mi jefe de prensa haber ido a buscar un espacio para que cante mis temas de mi último trabajo y de pronto preguntarle qué música es y al decir folclore le dijeron que no. Es decir, que nuestra música de alguna manera tiene un recorte desde los medios de comunicación en adelante y si se pone música folclórica, a menos que sea en Radio Nacional, se pone en la madrugada donde nadie escucha y que poco se conoce a los autores y a los cantores argentinos en su forma profunda, como Suma Paz, como Omar Moreno Palacios, como un montón de autores y compositores que han tomado su obra como algo serio, cantores que dicen y traducen lo que es nuestra gente, de esto se trata, de traducir de alguna manera cómo pensamos los argentinos, cómo sentimos, eso es importantísimo porque nadie puede querer aquello que no conoce.


La última vez que se comunicaron Yupanqui le prometió a Suna venir para su cumpleaños y prepararle arroz con leche con canela. Nunca ocurrió porque falleció antes.

- ¿Cuál fue el momento más memorable junto a él?

-Para mí fue muy importante haber conocido a Atahualpa Yupanqui, me honró con su amistad y verdaderamente hablábamos de muchos temas que tenían que ver con la copla. Siempre digo que los españoles vinieron aquí a buscar el oro y se dejaron olvidada la copla, qué bueno para nosotros. Y con Atahualpa hablábamos de la influencia del romancero español en nuestra poesía, muchas veces él me decía algunas coplas que tenían que ver con el español y su semejanza con las coplas de aquí, muy parecidas o que tenían la misma intencionalidad. Alguna vez le dije una copla que me gustaba mucho: “mi sombrero me ha cobrado la sombra que me ha servido, yo le he de hacer cargo del sudor que me ha bebido”. Y me pidió que se la reitere porque aparentemente esa copla no tenía mucha influencia española. Para mí fue realmente importante haberlo conocido, haber tenido su amistad, siempre lo acompañaba a Ezeiza cuando se iba o lo iba a recibir cuando volvía, y un buen día me prometió que venía para mi cumpleaños y me preguntó si me gustaba el arroz con leche y canela, a lo que le contesté que sí y me dijo que iba a venir antes del 28 de junio para ir a Cerro Colorado, ahí íbamos a hacer arroz con leche con canela. Bueno tata le decía yo, que quiere decir padre en quichua, lo espero y nunca más volvió, volvió sí en un cajón. Fue velado en el Congreso de la Nación, que a mí se me ocurre que no le hubiese gustado que lo velaran allí y la verdad que sentí muchísimo su muerte, fue muy triste para mí ir a ese lugar a despedir a un amigo.

Fotografías: Álbum personal de Suna Rocha.
Agradecimientos: José Ceña.

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