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Soja no transgénica: nuevos materiales, más empresas y expansión al norte

El programa de mejoramiento genético de soja no OGM del INTA sumará 7 nuevas variedades inscriptas al INASE, incorporará más empresas al convenio y sumará la participación de una Estación Experimental en Salta. La articulación público-privada fortalece la innovación en genética adaptada a nichos de alto valor.

En 2025, el INTA inició el proceso de inscripción en el Instituto Nacional de Semillas (INASE) de siete nuevas variedades de soja no transgénica, desarrolladas en el marco de su histórico programa de mejoramiento genético. Estos materiales, con rendimientos competitivos y alta calidad de grano, son fruto de más de dos décadas de trabajo conjunto entre el sector público y empresas privadas.

“Este año estamos enviando los legajos para la inscripción de siete materiales genéticos al INASE, con mayor componente agronómico”, explicó Javier Gilli, licenciado en genética y profesional del INTA Marcos Juárez. Además, se sumarán seis nuevas empresas al convenio, para el desarrollo y la multiplicación de semillas, y se incorporará la estación experimental de Salta, que permitirá ampliar el programa a nuevas regiones y desarrollar materiales para grupos de madurez más largos.

Calidad y rendimiento

El programa de mejoramiento genético del INTA nació enfocado en variedades no transgénicas. A partir del año 2000, con apoyo de financiamiento externo, se inició una nueva etapa orientada a mejorar la calidad del grano y su adaptación agronómica.

“Desde entonces se completaron tres ciclos de selección genética”, señaló Gilli. El primero se concentró en incorporar genes de calidad desde bancos de germoplasma, como alto contenido proteico y hilo claro. En los ciclos siguientes, se trabajó para recuperar competitividad en rendimiento. “En este tercer ciclo, ya tenemos variedades que compiten con los materiales comerciales”, afirmó.

En 2020 se firmaron convenios con diez empresas que procesan o comercializan granos no transgénicos, ubicadas en zonas como Pergamino, General Villegas y América, provincia de Buenos Aires; Montecristo, Diego de Rojas y Alejo Ledesma, en Córdoba; y Paraná, Entre Ríos. Este año se sumarán seis firmas más, muchas provenientes del norte del país. Para acompañar esa expansión territorial, se incorporará la Estación Experimental del INTA Salta, que permitirá trabajar con grupos de madurez que van del VI al VIII.

Una de las claves del modelo es su enfoque territorial. “Podemos hacer mejoramiento pensando en los ambientes específicos de cada empresa, gracias a la información que nos comparten y a estrategias de selección genética orientadas”, indicó Gilli.

Soja no transgénica: nuevos materiales, más empresas y expansión al norte

Un caso concreto: genética adaptada al procesamiento industrial

Durante la campaña 2024/25, Alejandro Urquiza cosechó en su campo de Pergamino soja no genéticamente modificada con un rendimiento de 4000 kilos por hectárea, un valor similar al que obtienen otros agricultores de la zona con variedades RR. El resultado es fruto del programa del INTA Marcos Juárez, al que accede a través del convenio con empresas.

La historia comenzó con una necesidad puntual. Agrofontezuelas S.A., la pyme industrial que lidera Urquiza, buscaba productos diferenciados. “Queríamos hacer algo más de nicho, a diferencia de los commodities que compiten en el puerto de Rosario”, explicó, pero recordó que los acuerdos disponibles en el sector privado no ofrecían suficiente flexibilidad. “Eran convenios cerrados: te daban la semilla, pero tenías que entregar el grano en un lugar predeterminado”. Así conocieron el programa del INTA.

El convenio con el organismo público les permite acceder a genética desarrollada con foco en contenido proteico, color del hilo y rendimiento. “Arrancamos hace seis años. Primero accedimos a semilla, la sembramos, la procesamos y logramos productos no GMO, como aceite”, relató Urquiza.

Una de las primeras variedades que marcó la diferencia fue la INTA ALIM 5.09, destacada por su calidad de grano. “Faltaba rendimiento, pero las variedades actuales —como la INTA ALIM 5C1, 5M y 5L— ya son competitivas frente a la soja RR”. Este año sembraron 100 hectáreas y obtuvieron cerca de 40 quintales por hectárea.

Con esa producción elaboran harinas, aceites y proteínas vegetales libres de OGM, destinados a mercados europeos y a industrias alimenticias o de nutrición animal con requisitos específicos. “Esta campaña arrancamos con exportaciones. Y vamos hacia una producción totalmente no transgénica, tanto en campo como en planta”, afirmó.

Contar con buena base genética es clave. “La soja es el commoditie más extendido del país, pero las variedades no GMO son una especialidad más difícil de generar. Por eso, tener acceso a este germoplasma es lo que hace posible nuestro trabajo”, remarcó Urquiza.

La articulación con el INTA también permite orientar el mejoramiento a las necesidades reales del mercado. “Sin este vínculo sería muy difícil acceder a esta genética. Y el INTA también gana, porque recibe información de campo y del consumidor final. Es una relación que enriquece a ambos”.

Soja no transgénica: nuevos materiales, más empresas y expansión al norte

Producción y mejora continua

El programa también establece compromisos mutuos. “Desde el INTA existe el compromiso de inscribir nuevos materiales no transgénicos al INASE, adaptados y con calidad”, señaló Lisandro Lenzi, ingeniero agrónomo del INTA Marcos Juárez.

Además, el equipo técnico garantiza una base de semillas para cada compañía. “Fijamos un mínimo de 400 kg por empresa, pero producimos entre 8000 y 10.000 kg por variedad, en tres variedades por año”, detalló. En Marcos Juárez se destinan 9 hectáreas a esta producción. “Son 100% libres de OGM, lo cual es un gran desafío en un sistema tan contaminado por la transgénesis”, subrayó.

Las empresas pueden multiplicar la semilla para uso propio, pero no venderla a terceros. A cambio, abonan un canon anual y regalías por tonelada procesada. “Ese es el aporte económico del sector privado”, indicó Lenzi.

Además del acceso a genética, el programa promueve una mesa técnica para definir objetivos en conjunto. “Las empresas aportan demandas concretas, incluso desde mercados internacionales, como la reducción de lipoxigenasas, azúcares, o estrategias para el control de malezas. Nosotros respondemos con genética que se adapte a sus necesidades”, concluyó.

Créditos: Artículo redactado por Juan Manuel Repetto [Periodista]
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