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Roberto Arlt, el autor argentino que quiso inventarlo todo

Fue uno de los autores más reconocidos de la literatura argentina por distintas obras que, todavía hoy, se continúan leyendo. Entre ellas, El juguete rabioso (1926), Los siete locos (1929), Los lanzallamas (1931). Además, tuvo un gran interés como inventor, lo que lo llevó a idear, por ejemplo, medias irrompibles, un medidor de estrellas fugaces y una tintorería para perros. En esta nota, a 124 años de su nacimiento, recorremos parte de la vida y obra de esta personalidad polifacética que dejó una huella notable en las letras argentinas.


Nacido el 26 de abril de 1900, hijo de inmigrantes, vivió en el barrio porteño de Flores. A los ocho años de edad fue expulsado de la escuela, pero continuó su educación de manera autodidacta. Se dedicó al periodismo y enseguida destacó con su pluma. Entre la década del veinte y el treinta participó del mítico grupo literario de Boedo, en el que -junto con otros escritores, como Raúl González Tuñón, César Tiempo, Elías Castelnuovo, Álvaro Yunque, entre muchos otros- ejercitaron una literatura de vanguardia.

Influenciado por autores como el ruso Dostoievski y los franceses Zola y Balzac, Arlt fue uno de los primeros escritores en tomar lo urbano como semillero de conflictos. Las novelas de Ricardo Güiraldes, según algunos especialistas, fue el canto del cisne de la literatura rural, mientras que la primera obra de Arlt dio comienzo a una literatura urbana con toda una poética narrativa extraordinaria y original.

"Arlt se mantuvo al margen de los círculos literarios durante años y debió luchar en vida contra los prejuicios de quienes le criticaban su supuesta 'incultura' y la 'desprolijidad' e 'incorrección' de su escritura. Se podría decir que, en más de un sentido, era un outsider. Con el tiempo, su figura se agigantó, al punto de que se lo considerara casi un profeta de las letras argentinas, y su obra, de un valor que muy pocos se atreverían a cuestionar", comentó la periodista Verónica Abdala, cuando en 2022 se cumplieron 80 años de la muerte del autor.

Foto gentileza: Radio Gráfica.

Y agregó: "Este hombre que se ganaba la vida como periodista y cometía algunos errores de ortografía supo sintetizar en su obra literaria, como nadie, el desencanto de las clases medias urbanas de la Argentina de los años 20 y 30: los argentinos imposibilitados de cumplir sus sueños, para quienes el orden social es el velo que pretende ocultar la desigualdad, desfilan por su obra como desfilan por la de Borges compadritos arquetípicos, figurones inventados o personajes extraídos de la historia universal de la literatura".

Aquellas preocupaciones y motivaciones que Arlt registró en su literatura son parte de muchos de sus textos que, hoy, se consideran clásicos de la literatura argentina. Por ejemplo, sus Aguafuertes porteñas, publicadas en el diario El Mundo (1928 y 1933), o sus novelas como El juguete rabioso (1926), Los siete locos (1929) y Los lanzallamas (1931). Por otra parte, con una personalidad polifacética, Roberto Arlt también experimentó más allá de la literatura. Y, así, llegaron otros tipos de invención.

Arlt inventor

Si bien fue su carrera de escritor la que le daría un reconocimiento notable, no dejó de lado su ganas de crear e inventar más allá de la literatura. Su creación más reconocida fue la que patentó en 1934 como Sistema de Galvanización de Medias. Su idea era conquistar el mercado femenino con la creación de medias que durasen años sin rasgarse. Junto con el actor Pascual Naccaratti instaló un laboratorio en Lanús donde probó diversos tipos de goma líquida y látex sobre piernas de maniquíes. Crearon la sociedad ARNA (Artl +Naccaratti) y con el dinero obtenido construirían un teatro. En ese entonces, Arlt ya había comenzado a escribir obras para Leónidas Barletta, director del Teatro del Pueblo, y confiaba en que, produciendo sus propias obras en su propio teatro, ganaría lo suficiente como para dejar sus obligaciones como periodista.

Junto a Silvio Astier, crearon el señalador automático de estrellas fugaces, que funcionaba gracias a que células de selenio conectada a un electroimán podía detectar la presencia de las estrellas fugaces cuando su luminosidad es captada por un lente. Ese mismo año, también nació la idea de elaborar una máquina que escribiese, con caracteres de imprenta, a medida que una persona le dictaba. Esa creación vio la luz años más tarde. Arlt nunca patentó la invención.

Los inventos, de la mano del experto Augusto Remo Erdosain, fueron en la misma línea: la apertura de una tintorería para perros, metalizar los puños de las camisas, lanzar al mercado un matasellos fechador y una máquina para prensar ladrillos se suman a la lista. La invención de transformar las rosas en rosas de cobre, con sus tallos de alambre y sus finos pétalos metalizados, estuvo muy cerca de ser patentado por la Electric Company.

Sus inventos no funcionaron cómo anhelaba y le provocaron frustración además de ocasionarle pérdidas económicas y toda serie de accidentes domésticos. Sin embargo, hasta sus últimos días la confianza en su inventiva siguió intacta.

Más allá de sus intentos de inventar, se lo sigue recordando y celebrando por el gran aporte que realizó en las letras de esta parte de la región. Hoy, en un nuevo aniversario de su natalicio, compartimos once frases de algunos de sus libros más icónicos, entre ellos El juguete rabioso (1926); Los siete locos (1929); Los lanzallamas (1931).

-“¿Por qué motivo la felicidad humana ocupa tan poco espacio?”.

-“Perder un sueño es como perder una fortuna, qué digo, es peor. Nuestro peor pecado es haber perdido nuestros sueños. Sin embargo hay que ser fuertes y aunque uno se sienta cansado decirse: 'Estoy cansado ahora, estoy arrepentido ahora, pero no lo estaré mañana'”.

-“Creo que en el corazón de cada uno de nosotros hay una longitud de destino. Es como una adivinación de las cosas por intermedio de un misterioso instinto”.

-“Estoy muerto y quiero vivir. Esa es la verdad”.

-“Sin embargo, se tolera, y se sonríe y se saluda... porque 'así es la vida'”.

-“No mire lo que hagan los demás. No se le importe un pepino de lo que opine el prójimo. Sea usted, usted mismo sobre todas las cosas, sobre el bien y el mal, sobre el placer y sobre el dolor, sobre la vida y la muerte. Usted y usted. Nada más. Y será fuerte como un demonio entonces”.

-“Amor, piedad, gratitud a la vida, a los libros y al mundo me galvanizaban el nervio azul del alma”.

-“Yo creía que el alma me había sido dada para gozar de las bellezas del mundo, la luz de la luna sobre la anaranjada cresta de la nube, y la gota de rocío temblando encima de una rosa. Mas, cuando fui pequeño creí siempre que la vida reservaba para mí un acontecimiento sublime y hermoso. Pero a medida que examinaba la vida de los otros hombres, descubrí que vivían aburridos, como si habitaran en un país siempre lluvioso, donde los rayos de la lluvia les dejaran en el fondo de las pupilas tabiques de agua que les deformaban la visión de las cosas”.

-“Al otro lado de los verdinosos muros de vidrio estaba la hermosa vida cantante y altísima, donde todo sería distinto, fuerte y múltiple, donde los seres nuevos de una creación más perfecta, con sus bellos cuerpos saltarían en una atmósfera elástica. Es inútil, tengo que escaparme de la tierra”.

-“Los hombres eran locos. Sufrían cuando eran felices por miedo a perder la felicidad”.

-“Yo no creo que estés loco. Lo que hay en vos es exceso de vida”.

Imagen de portada: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

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