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Refugiados: La historia de los que empiezan de cero

Lo abandonan todo ante situaciones extremas, son migraciones forzadas. Salen buscando una vida mejor.


Un migrante es una persona que sale de su lugar de origen con el objetivo de asentarse en otro por un mediano o largo plazo. Los motivos para emprender una migración pueden ser por desempleo, por una oferta de mejor trabajo, por estudios, entre otros motivos, pero en todos los casos se migra para conseguir mejores condiciones de vida.

Existe otro motivo para migrar y es cuando una persona se siente obligada a salir de su país por sentir amenazada su seguridad o su integridad física a causa de una violencia generalizada, un conflicto armado, un desastre natural o por temores fundados de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad o pertenencia a determinado grupo social. En ese caso, hablamos de una migración forzada, y las personas que atraviesan esa situación son “refugiados”.

Uno de los principios fundamentales en relación con los refugiados es el “principio de no devolución”, que restringe a los Estados receptores de “devolver” a las personas a lugares donde su vida esté en riesgo.

Más de 65 millones de personas en todo el mundo se han visto obligadas a huir de sus hogares, y alrededor de 22 están en carácter de refugiados.

En la Argentina, cualquier persona sin importar de qué país provenga, puede pedir refugio, ya que no existen restricciones relacionadas al origen de las personas.

Todos los aspectos vinculados a la protección, asistencia y búsqueda de soluciones para los refugiados son tratados por la COMISION NACIONAL PARA REFUGIADOS (CONARE),
que tiene la misión de decidir la concesión del estatuto de refugiado a una persona y la responsabilidad de proteger los derechos de los refugiados, además de contribuir con la búsqueda de opciones para su integración local y asistencia.

Uno de los requisitos que se le solicitan a la persona que pide refugio, es acreditar de alguna manera su identidad y explicar cuál es la situación de riesgo en la que se encuentra.

Las personas que vivieron una situación de catástrofe natural, conflicto armado o persecución política poseen heridas que llevan tiempo sanar. Ese tiempo va a depender de las habilidades personales, del impacto emocional padecido y de las condiciones de bienestar y acompañamiento que encuentre en el país donde va a solicitar refugio.

Debemos tener en cuenta que cada persona o familia ha atravesado situaciones únicas, por eso es importante que el acompañamiento sea personal o familiar, no hay recetas que nos sirvan para todas las situaciones. Lo fundamental es el respeto.

Los refugiados vienen, entre otras cosas, a elaborar situaciones de pérdida o duelo: por la tierra, por los olores, por los sabores, por el clima, por las costumbres, por la forma de organización de las cuestiones cotidianas. Han dejado sus casas, sus familias, sus universidades, sus trabajos y sus colegios, todo lo que conocían hasta el momento.

Hoy están en otro país, quizás con un idioma y costumbre diferentes, haciendo el duelo por desarraigo.

Es preciso que las instituciones, los organismos del Estado y la comunidad, cada uno en el ámbito que le corresponde, estén dispuestos y preparados para recibir personas refugiadas, en virtud de la protección y promoción de los derechos humanos.

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