José Antonio Balseiro, el hombre que comprendió la importancia del desarrollo de la física en Argentina
El 29 de marzo de 1919 nacía en la ciudad de Córdoba el investigador, divulgador y pionero de la física atómica en Argentina. En el 105º aniversario de su nacimiento, su legado sigue vigente en el Instituto que lleva su nombre y que simboliza un semillero de profesionales en ciencias e ingeniería.
José Balseiro fue el primer director y uno de los fundadores del entonces llamado Instituto de Física de Bariloche, creado en 1955 por un convenio suscripto entre la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo).
Hoy el Instituto Balseiro cuenta con una oferta académica que incluye cuatro carreras de grado y siete de posgrado en distintos campos de la física e ingeniería. Además de su excelencia en la formación de profesionales, cuenta con instalaciones de vanguardia destinadas al estudio y la práctica de los estudiantes, como así también diversos laboratorios y un reactor nuclear de investigación.
Pero su nombre no sólo se refleja en el Instituto. La Radio Nacional Bariloche, desde 2023, en el marco de su 80º aniversario, sumó la identidad de José Antonio Balseiro, uno de los pilares de la energía nuclear en el país, que promovió la investigación de la disciplina e impulsó la ciencia y la tecnología en la Argentina
Su huella también se plasma en el “Paseo de la ciencia José Balseiro”, nombre que lleva una de las calles del Centro Cívico de la ciudad de Bariloche, como reconocimiento del Concejo Deliberante Municipal de esa ciudad a su legado.
Formación y vínculo con la ciencia
En 1938 desde la Universidad de Córdoba, a sus 18 años de edad, decide solicitar una beca doctoral para formarse en Fisicomatemáticas en la Universidad Nacional de La Plata. Esa primera beca, es la que marcará su futura inspiración para pensar un instituto que apoye a los estudiantes y les permita, a su vez, una dedicación exclusiva al estudio.
Un apasionado por su vocación, de calificaciones sobresalientes, inquieto y exigente, el joven físico conoció en la capital bonaerense a Guido Beck, científico nacido en la República Checa, que había llegado a la Argentina y con quien trabajaría en 1945 en el Observatorio Astronómico de Córdoba, en el estudio de temas avanzados de física teórica y trabajos de investigación.
Años más tarde, de regreso en la ciudad de La Plata donde se desempeñaría como profesor, obtiene una beca en el año 1950 por parte del Consejo Británico, para estudiar en Manchester. Ese tiempo le valió no sólo de formación sino también le aportó vínculos personales y profesionales con referentes internacionales, como fue el físico danés, Niels Bhor.
En 1952 mientras continuó con su beca en Europa, lejos de su familia, pero con el apoyo incondicional de su esposa Jovita, que afrontó la crianza de sus hijos, fue convocado por el gobierno argentino para integrar una comisión investigadora del proyecto de la Isla Huemul, en la ciudad de Bariloche.
Ronald Richter, científico austríaco, había afirmado que había logrado generar la fusión nuclear (cuando dos núcleos atómicos se unen y liberan energía, a diferencia de la fisión nuclear, que es cuando un núcleo se divide en dos). Esta posibilidad, que en ese momento no había logrado ningún laboratorio en el mundo, generó gran expectativa y se invirtió un gran presupuesto para tal fin.
Balseiro, a sus 33 años formó parte de aquella comisión investigadora, destinada a constatar la veracidad de esa teoría, junto a Mario Báncora, Manuel Beninson, Otto Gamba y Juan Bussolini.
El informe fue contundente y los argumentos decisivos para dar por concluido el fallido Proyecto Huemul.
A partir de esa fallida experiencia, permitió visualizar la necesidad de formar a científicos y tecnólogos en Argentina, y brindó impulso a Balseiro, Gaviola y Báncora a proponer a la CNEA y la UNCuyo, un añejo proyecto conjunto para idear un instituto de formación de físicos con excelencia internacional.
Hacia fines de 1952 fue nombrado como director del Instituto de Física de la Universidad de Buenos Aires. En 1954, con el apoyo y la organización del Centro Atómico Bariloche, comenzaron a dictarse cursos de verano para estudiantes de física. Estos cursos trazaron la pauta para apostar definitivamente a la creación de un instituto de investigación y docencia en la zona patagónica.
Finalmente, en 1955 se crea el Instituto de Física de Bariloche donde se desempeña como director. “Cuando llegaron eran 7 profesores y 15 alumnos de diferentes ciudades. Se estaba empezando a gestar el semillero para que ocurrieran otras cosas, como la creación de otras universidades y de empresas con base tecnológica. No sé si esto lo pudo vislumbrar, pero sí tenía claro que la educación y la ciencia eran fundamentales para el desarrollo del país”, reflexiona Carlos Balseiro, uno de sus cuatro hijos y ex director del Instituto.
Este sueño compartido, especialmente con Enrique Gaviola y Mario Báncora, se convertía en un centro de formación de recursos humanos, donde docentes, estudiantes e investigadores, con becas aportadas por la CNEA, compartían su enseñanza en laboratorios y en distintos grupos de trabajo.
En junio de 1958 se recibe la primera promoción de licenciados en física. “No deben olvidar que la formación recibida es fruto de la confianza que se ha tenido, gracias a que en nuestro país existe una juventud capaz, ansiosa de aprender y progresar y que en condiciones adecuadas puede alcanzar el nivel de las juventudes de países científica y técnicamente más adelantados que el nuestro”, exponía Balseiro en su discurso hacia los graduados.
“Mi padre era una persona alegre, hacía bromas y jugaba con nosotros, pero severa para respetar ciertas normas”, recuerda su hijo Carlos. Este espíritu también se reflejaba en su rol de docente, ya que los testimonios de quienes presenciaron sus clases dan cuenta de la confianza que ponía no tanto en sus formas y procesos sino en sus resultados.
Años más tarde fue elegido presidente de la Asociación Física Argentina y en 1961, miembro correspondiente de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba y de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Buenos Aires, entre tantos otros reconocimientos que lo fueron distinguiendo.
En su inagotable compromiso con el instituto, siempre al servicio de los demás, Balseiro muere a sus 42 años, el 26 de marzo de 1962 en la ciudad de Bariloche. Ese mismo año el Instituto decide ponerle su nombre en honor a su labor. La semilla estaba sembrada, y sus colegas Gaviola y Beck siguieron su legado, junto al apoyo de la CNEA y de la UNCuyo.
En sus 68 años de existencia, el Instituto continúa creciendo y aportando a los intereses y necesidades del país, incorporando más carreras a su plan de formación y manteniendo su alto estándar con el espíritu de exigencia para la excelencia.