El legado del espíritu bombardero
Conclusiones y recuerdos del comodoro “VGM” (R) Eduardo García Puebla y el comodoro “VGM” (R) Jorge Segat sobre el rol del Sistema de Armas Canberra durante el Conflicto del Atlántico Sur.
Por Lic. Florencia Sosa
La tripulación conformada por el comodoro “VGM” (R) Eduardo García Puebla (piloto) - comodoro “VGM” (R) Jorge Segat (navegador) forma parte de una de las etapas más gloriosas en la historia del Sistema de Armas Canberra: la Gesta de Malvinas.
Como conclusiones generales, el piloto destaca que “volar nocturno, en las situaciones que volábamos y sin instrumental adecuado, es un esfuerzo fisiológico y de gran valor, que también tiene mucho mérito y dificultades. Así también casi nos tragamos un islote que no figuraba en las cartas, tuvimos que evadir misiles, fuimos salvados varias veces por el sistema de bengalas y chaf que llevábamos en la cola del Canberra, que era el único Sistema de Armas que tenía esa defensa, lo lograron hacer nuestros ingenieros”.
Al respecto, explica cómo estaba desarrollado este sistema: “constaba de una bengala que salía de un cartucho parecido a un cartucho de escopeta pero grande, de unos 40 cm. La carga consistía en un pastón de bengala que se encendía al salir del cartucho con un paracaídas y a su vez un paquete de chaf que estaba cortado a lo largo, de más o menos la frecuencia de los Harrier y de los radares que conocíamos más de los ingleses. Esto se hizo con una máquina tallarinera de Paraná, que con eso cortaron las laminillas de aluminio: con la pastalinda grande hicieron las laminillas de los chaf y funcionaron. A nosotros por lo menos dos veces nos salvó la vida: el 1 de mayo y el 13 de junio, fue muy importante eso y creo que ha salvado a otros también”.
“Una decisión muy difícil fue conservar los tanques de puntera a pesar de que sabíamos que eso nos demoraba, nos frenaba la velocidad de escape y nos daba menos autonomía para volver al Continente, pero sabíamos que quedaban pocos y no sabíamos cuánto iba a durar la guerra. No queríamos dejar a los demás aviones sin ese combustible adicional de los tanques de puntera, o nos caíamos con ellos o volvíamos con ellos”, afirmó el comodoro y agregó: “yo por lo menos volví muy tranquilo a pesar de haber arriesgado mi vida, y la de mi navegador y el avión, de haber podido entregar el Canberra y devolverlo con los tanques de puntera colocados”.
Uno de los recuerdos materiales que más atesora el comodoro Segat sobre el Conflicto del Atlántico Sur se resume en una imagen muy especial: “En aquella época nos mandaban regalos, chocolates, golosinas, guantes, bufandas, o pañuelos y cartas. A mí me llegaron chocolates, caramelos, una bufanda que todavía tengo, un gorro que lo perdí y una carta enviada por un niño con las manos impregnadas de un color celeste sobre el pañuelo, esta es la foto y esta es la cartita, aún me emociona”.
Asimismo, Segat también recuerda el momento en que vio el último Pelícano surcar los cielos: “el Canberra que se encuentra en el Museo Nacional de Aeronáutica es el que hizo el último vuelo. En el año 2000 aterrizó en Aeroparque, vino volando desde Paraná, de ahí fue a Morón y entró al hangar andando. Yo lo fui a recibir cuando era comodoro a Aeroparque”.
“Siento un gran orgullo de haber podido participar y haber podido formar parte del Conflicto del Atlántico Sur, a pesar de que obviamente no fue grato, no fue agradable. El temor que uno sentía era espantoso y le llegaba hasta las entrañas, estremecía el cuerpo en cada misión, en cada momento de peligro máximo cuando a uno lo atacaban, cuando estaba volando tan cerca del agua que no se sabía si pegaba el agua o no, o cuando se encontraba con un obstáculo adelante, y hacía maniobras y no sabía si lo esquivaba”, recuerda el comodoro García Puebla y concluye: “estoy muy agradecido a Dios por haber formado a mi familia, por haber continuado hasta ahora luchando y dando estas charlas que espero que sirvan, y dar gracias a nuestra madre del cielo que indudablemente estuvo junto a sus pilotos, no los abandonó en ningún momento y les dio aliento hasta el momento final. Estoy seguro que los que fallecieron están en su compañía en el cielo, agradezco esta oportunidad y me despido con un ¡Viva la raza bombardera! ¡Viva la Patria!”.