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El 12 de mayo y el escudo de latón: Historias para no olvidar

Esta historia, como tantas otras, trata de honrar la memoria de nuestros caídos en la Gesta de Malvinas en aquel frio invierno de 1982, en especial a los integrantes del Grupo V de Caza de la V Brigada Aérea


Por brigadier mayor "VGM" (R) Mario Fernando Roca

Esta historia, como tantas otras, trata de honrar la memoria de nuestros caídos en la Gesta de Malvinas en aquel frio invierno de 1982, en especial a los integrantes del Grupo V de Caza de la V Brigada Aérea.

Si bien este relato no está ligado directamente a las acciones bélicas llenas de entrega y de valor de los integrantes de nuestra Fuerza Aérea Argentina en aquellos días, trata, de alguna manera, de dejar para las generaciones futuras la historia viva de recuerdos de aquellos que en esa oportunidad histórica debimos cumplir con nuestro juramento de defender a la Patria hasta perder la vida.

Esta historia comienza un miércoles 12 de mayo de 1982. En aquella oportunidad, el II Escuadrón de A4-B desplegado en Río Gallegos perdió los primeros cuatro pilotos en cumplimiento de las Ordenes Fragmentarias ordenadas para ese día, OF 1177 “CUÑA” y OF 1180 “ORO”. Los que tuvieron la oportunidad de regresar han relatado durante estos 39 años el valor y heroísmo de sus camaradas caídos.

En lo personal, al igual que todos los integrantes del Grupo de Halcones, ese día nos sentimos golpeados, dolidos, incluso sin entender con claridad lo que nos había pasado. Gracias al espíritu de equipo y la hermandad en la que nos habíamos entrenado, logramos superar el amargo trance de perder a camaradas y amigos.

Para mí significó un gran golpe, en especial por la pérdida de un gran amigo, un hermano, el primer teniente (PM) Jorge Ibarlucea. Se me hacía muy difícil tratar de comprender por qué unas horas antes yo le había alcanzado el casco en la escalera de su avión y un rato después ya no estaría nunca más con nosotros, sólo quedaba el silencioso recuerdo de su incondicional amistad y de su mágica sonrisa.

Primer teniente Post Mortem Jorge Ibarlucea

Al día siguiente, como nuestro Escuadrón estaba alojado en el Hotel Santa Cruz en la Ciudad de Río Gallegos, ya que en la Base Aérea no había suficiente lugar, me puse a dibujar en el bar del hotel, tratando entre trazo y trazo de asimilar, de aceptar y de buscar algo que me permitiese comprender los dolorosos sucesos del día anterior.

Hice varios garabatos, la mayoría de ellos sin sentido, sin saber con claridad que quería o tenía que dibujar. En un momento me vino a la mente hacer algo alegórico que pudiésemos poner en el casco de vuelo y que nos hiciese recordar cada vez que lo usásemos la pérdida de nuestros camaradas.

Así fue que dibujé con lápiz sobre una hoja de papel la silueta de una bomba MK-17 de origen inglés y dentro de ella una Fragata Clase 22, la HMS “Brilliant”, que, por los informes de inteligencia del momento, era el buque alcanzado por mi querido amigo. Luego de varias pruebas, para que quedara más o menos bien, le agregué “Fuerza Aérea Argentina” y "Grupo 5 de Caza” en la parte superior del dibujo.

Escudo de latón de las Islas Malvinas

Ansioso por poder hacer algo más, fui a un kiosco-librería que había en el centro de la ciudad que tenía una fotocopiadora y una simpática señora que la atendía. Le pregunte si tenía Con-tac blanco y me dijo que sólo tenía disponible un color verde brillante y un pedazo de color crema satinado. Le pregunté si me podía hacer unas calcomanías con el Con-tac color crema que, aunque era horrible, era el único disponible.

Le mostré el dibujo y le explique cuál era la idea, porqué y para qué era. Enseguida se mostró predispuesta a tratar de ayudarme con mi pedido. Con toda gentileza y empeño hizo muchas pruebas quemando y achicharrando varios pedazos de Con-tac, que casi arruinan su fotocopiadora. Luego de unos cuantos intentos, sólo una impresión quedó en condiciones aceptables, ya que si el Con-tac no se achicharraba la tinta se corría con facilidad.

Le agradecí todo su esfuerzo y su gentileza ya que no me quiso cobrar ni el Con-tac, ni las hojas, ni su tiempo, grandiosos patriotas anónimos de Río Gallegos que en silencio nos acompañaron durante la guerra y nos hicieron sentir como en nuestra propia casa.

Antes de salir, y sin saber cómo agradecer, vi en el mostrador de vidrio algo que me llamó la atención: unos escudos metálicos de latón bronceado y esmaltados, con dos tornillos en la parte trasera, para colocar, como era común en su época, en el paragolpes de los autos. Uno, del Automóvil Club Argentino, otro con la silueta de la Tierra del Fuego y uno que me pareció muy bonito con la silueta de las Islas Malvinas.

Compré, el del Automóvil Club y el de las Islas Malvinas. El primero con la idea de regalárselo a mi esposa que ya en aquel entonces era socia del ACA. y el de Malvinas para pegar, de alguna manera, en mi casco de vuelo.

Unos días después recorté y coloqué en el lado izquierdo de mi casco de vuelo la calcomanía alusiva al ataque sobre la fragata “Brilliant” y del lado derecho el escudo metálico de las Islas Malvinas pegado con Poxipol, luego de cortarle los tornillos que traía soldados por detrás y que servían para adherirse al paragolpes de los autos.

Por su significado y porque realmente era muy bonito, el formato de este escudo se generalizó para su uso. Al regresar de la guerra, los Halcones del Grupo V de Caza, lo adoptaron como propio y le introdujeron algunas modificaciones como los laureles en oro para aquellos que habían participado en forma directa en la contienda.

Algunos años después se hicieron bordar y, sin muchas modificaciones, la Institución lo adoptó para su uso en todos los uniformes de vuelo, de combate y del personal técnico de mantenimiento como un eterno recordatorio del accionar de la Fuerza Aérea Argentina en la Gesta de Malvinas.

En mi hogar, en un lugar especial, conservo ese casco que me acompañó en tantas misiones de combate sobre nuestras Islas y aún lleva en él el mismo escudo de latón y la misma calcomanía.

Publicado en Defensa y Seguridad

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