Presidencia de la Nación

El Sistema de Armas Canberra en la Gesta de Malvinas (Parte 1)

El comodoro “VGM” (R) Eduardo García Puebla (piloto) y el comodoro “VGM” (R) Jorge Segat (navegador) comparten sus experiencias sobre los preparativos previos al Bautismo de Fuego de la Fuerza Aérea Argentina.


Por Lic. Florencia Sosa

“El espíritu bombardero es valiente pero sobrio, es audaz pero no soberbio, es calmo pero aguerrido, es silencioso hasta que las bombas explotan en el blanco. Con ese espíritu que compartimos, golpeando audazmente, de día y de noche. ¡Nadie pudo contra los Canberras! ¡Viva la raza bombardera!”, así inicia su relato el comodoro “VGM” (R) Eduardo García Puebla, piloto de Canberra, quien junto con su navegador, el comodoro “VGM” (R) Jorge Segat, se convirtieron en la tripulación de este Sistema de Armas con mayor cantidad de misiones durante la Gesta de Malvinas.

Esta es su historia de cómo se prepararon para el mayor desafío de sus vidas.

“Nací en Mendoza, el 13 de septiembre de 1948, casado con Ana Gloria de Lourdes García Villegas, con seis hijos. En 1968 ingresé a la Escuela de Aviación Militar”, afirma el comodoro García Puebla. Luego de egresar con el grado de alférez, uno de sus destinos fue la Escuela de Aviación Militar, donde permaneció durante 5 años: “Allí acumulé muchísimas horas de vuelo en Morane Saulnier, Mentor y DC3, que ya lo venía volando desde Mendoza. Me desempeñé como instructor y jefe de Escuadrilla, así que eso me dio una gran experiencia de vuelo previo a llegar al avión Canberra. Fui destinado a la II Brigada Aérea de Paraná en 1981, un año antes de la guerra, pero con un background de muchas horas de vuelo, mucha experiencia en otros sistemas, así que rápidamente me adapté al avión”.

“Empecé como cualquiera, como alumno, después como numeral, ya volando solo, después jefe de Sección, y en la Guerra, por razones de necesidad y urgencia, terminé a cargo de la Escuadrilla. Como al final salíamos en las últimas misiones de dos aviones, me tocó ser jefe de Sección en alguna, pero al final volvía un avión y terminaba llegando uno solo. Así que bueno, diversas funciones. Y después de la guerra fui oficial de operaciones de Canberra, y luego de la Escuela de Guerra, fui jefe de Escuadrón Canberra”, afirma García Puebla.

Por su parte, el comodoro “VGM” (R) Jorge Segat recuerda que “estando destinado en la I Brigada Aérea El Palomar en 1979, en diciembre me sale el pase a la II Brigada Aérea habiendo volado en Palomar el C-130 Hercules, siendo primer navegador adquiriendo, desde 1974 hasta 1979, mucha experiencia en vuelo”.

“En Paraná vuelo el Canberra nuevamente, ya que yo había hecho el curso de Navegador en 1973 todo el año volando Canberra, y quedo habilitado como tripulante de combate en etapa III. En la II Brigada Aérea participé en un montón de operativos: Bombardeo horizontal, bombardeo en picada, bombardeo rasante, es decir, todo tipo de operación y estábamos en un alto nivel de entrenamiento”, explica el oficial.

Pero todo cambió el 2 de abril de 1982, así lo relata el comodoro Segat: “Yo me encontraba en Buenos Aires, en la casa de mis padres, y me entero del desembarco. Vuelvo de inmediato a la Brigada y de ahí me ordenan que me prepare para desplegar al sur, puntualmente a la Base Aeronaval de Trelew el día 6 de abril. Ese día partieron varios aviones”.

Al respecto, García Puebla recuerda: “Yo era oficial de bombardero, apenas iniciado como jefe de Sección en Canberra, llevaba más o menos un año de experiencia en el avión y, como había que probar las bombas en el agua, me ofrecí con mi navegador, que en ese momento era Marcelo Siri, quien era compañero mío, y fuimos el primer avión en ser desplegado a Trelew, que era la base de la Armada ‘Almirante Zar’. La razón por la que era desplegado el Sistema de Armas a ese lugar era porque estaba más distanciado de la zona de operaciones, y de esta manera había menos riesgo de ser atacado por aviones o por una operación SAS (Servicio Aéreo Especial)”.

“En ese momento todos estábamos muy entusiasmados con ser partícipes de aquello que parecía ser una operación para la cual nos habíamos entrenado muchísimo, estábamos muy bien preparados y era la razón de ser nuestra defender la Patria, así que si bien no estábamos convencidos de que iba a haber una guerra formal, el hecho de movernos hacia ese objetivo era de cierto estímulo y entusiasmo”, confiesa el piloto.

El Canberra se prepara para la Guerra - Base Aeronaval Almirante Zar

“En Trelew hicimos pruebas con distintas bombas, distintos sistemas de las bombas nuestras, después usamos unas bombas más chicas, practicamos con unos torpedos bomba que eran de la Segunda Guerra Mundial que tenía la Armada. Este último cuando caía al agua se rompía la bomba y seguía el torpedo solo, pero no estaban preparadas para los aviones a reacción, entonces lanzábamos y cuando la bomba pegaba en el agua, se destruía y el torpedo salía para cualquier lado, no funcionó”, comenta García Puebla y agrega: “Hicimos muchas horas de vuelo, mucho esfuerzo para probar los distintos sistemas y ver cómo funcionaban, incluso atacamos un buque que estaba semihundido, y fuimos viendo los efectos y sacando conclusiones”.

“Era complicado porque si algunas bombas las tirábamos muy bajo no explotaban, que fue lo que ocurrió en la realidad, dado que las bombas frenadas había que tirarlas a 150 metros. Entonces se hacía una de artificio que era tirar la bomba con la cuerda balística, pero en este caso era necesario modificar la espoleta porque si no, la bomba explotaba abajo del avión que lanzaba”, explica el piloto y continúa: “la velocidad de la bomba es la misma que la del avión, entonces al momento del impacto explotábamos nosotros también, por eso ese sistema se probó y la única solución fue modificar las espoletas con retardo, y eso hacía que en algunos casos no explotara. Todo esto lo practicamos en Trelew, además de otras pruebas que hicieron con la Armada otros sistemas de Armas”.

Según García Puebla, gracias a las prácticas que se hicieron en el mar, los aviones de caza de la Fuerza Aérea Argentina iniciaron una táctica de ataque que luego fue adoptada a lo largo del Conflicto, que consistía en realizar un vuelo rasante en el que simularon un ataque a las fragatas argentinas “y estas no se dieron cuenta prácticamente hasta que tenían a los aviones encima”.

“Los operativos previos al Conflicto fueron muy buenos, prácticamente fueron igual a la Guerra. Entre ellos hicimos un ejercicio donde se enfrentaron los Sistemas de Armas, no realizamos tiro real pero se iba trabajando con sistemas de computación según los aviones que llegaban al blanco y, según lo que declaraban lanzar, se iban dando por logrados ciertos objetivos y fue muy bueno. Volamos nocturnos, hicimos ataques nocturnos varias veces, incluso a veces sin dormir, sin poder descansar. Se pareció mucho a la guerra, estuvo muy planteado y planificado, muy bien ejecutado, no tuvimos ningún accidente”, afirma García Puebla.

Asimismo, el comodoro Segat agrega que durante esta etapa también se realizaron prácticas de reconocimientos ofensivos “sobre las Islas Malvinas, sobre Puerto Argentino, también hicimos prácticas de bombardeo en el Mar para ver el funcionamiento de las bombas siempre en altura, también hicimos aproximaciones de tiro a fragatas, combinando las operaciones con las fragatas de la Armada, lo que determinó varios procedimientos y conclusiones que fuimos estudiando a medida que avanzaban los días de abril, y también me empecé a desempeñar como oficial de Inteligencia Aérea del Escuadrón Canberra”.

“Empecé a entablar contacto con Inteligencia Naval y allí empezamos a recibir, a través de distintos medios, información de todos los sistemas de armas y frecuencias de radar, y frecuencias de tiro de las fragatas, de todos los elementos que poseía la flota británica, también de los tipos de aviones que nos íbamos enterando que ellos enviarían, que serían el Harrier en la versión Embarcada y también en la versión de la Fuerza Aérea”, declara el navegador.

“En la versión de la RAF, que era otro tipo de configuración, y también nos fuimos enterando que poseían misiles Aire-Aire Sidewinder AIM 9L que eran para dispararse sin colimar el blanco, sino que una vez localizado por la fuente de abordo, el misil perseguía al avión aun haciendo virajes para escapar”, explica Segat y agrega: “nos fuimos dando cuenta que las capacidades que tenía en ese momento la Armada Inglesa y la RAF eran muy superiores a las nuestras”.

“Allí también empezamos a recibir información de inteligencia de Israel y también de España, principalmente las Fuerzas Aéreas, donde nos indicaron un montón de procedimientos que ellos habían realizado en Ejercicios Aire – Aire en España y en la NATO (OTAN en sus siglas en Español)”, comenta el comodoro y agrega “una de ellas era la posibilidad de que ‘misil visto – misil esquivado’ siempre y cuando las maniobras que teníamos que hacer cuando uno veía una estela era poner mucha G, es decir, hacer virajes bruscos hacia la izquierda o a la derecha y así poder escapar al misil”.

“Las tripulaciones se empezaron a combinar y quedamos formados por el capitán García Puebla como piloto y yo como navegador bombardero”, recuerda Segat.

“Seguíamos con los entrenamientos y en los operativos previos al conflicto nos mantuvimos en un estado de salud óptimo, hacíamos actividad física prácticamente diaria para mantenernos en estado físico y sobre todo mantener la tensión que significaba el saber que, de alguna otra forma, la Task Force seguía avanzando en el Atlántico e iba a desembocar en algún tipo de irrupción”, relata el navegador.

“Aparte de la preparación física, también nos manteníamos preparados espiritualmente, había venido el capellán de la II Brigada Aérea, que era el padre Rauch, y en él encontrábamos mucho consuelo, ya que extrañábamos a la familia y sabíamos que el grado del Conflicto se iba agravando, la posibilidad por tanto de fallecer era inminente y eso tensionaba muchísimo”, recuerda Segat.

Este recuerdo también se hace presente en la memoria del comodoro García Puebla, quien relata que el sacerdote “en vez de dormir en el Casino de Oficiales, se quedaba debajo de una casucha que había de un tanque de agua de la Unidad al lado de la capilla, él dormía ahí para que cualquiera que tuviera una emergencia espiritual o que hiciera una confesión de último momento antes de una misión lo fuera a ver y lo tuviera a mano, o cualquiera que quisiera un consejo”.

Al respecto, García Puebla agrega: “A pesar de que uno deja familia, hijos, cosas y hasta el cuerpo, tenemos un espíritu y un alma que es la que tiene que rescatar y salvar, y no hay mejor forma de salvarla que dando la vida por los demás, nadie ama más que el que da la vida por los demás”.

Todo se precipitaría el 1 de mayo de 1982.

“A las 4 de la mañana, nos despiertan avisando que los ingleses habían bombardeado Puerto Argentino y que nos preparáramos para salir en las misiones que nos podían llegar a otorgar”, recuerda el navegador.

La primera misión de la tripulación formaría parte del Bautismo de Fuego de la Fuerza Aérea Argentina.

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