Abstracción azul y rojo
Juan Del Prete

Artista: Juan Del Prete (Vasto, Italia, 1897 – Buenos Aires, Argentina, 1987)
Título: Abstracción azul y rojo
Origen: Premio de Honor Salón Nacional de Artes Plásticas, 1961
Fecha de creación: 1959
Tipo de obra: Pintura
Técnica | Materiales: Óleo s/tela
Medidas: 150 x 160
Juan Del Prete fue una de las figuras centrales en la conformación del arte moderno, abstracto y no figurativo en la Argentina. Pintor, dibujante, escultor, escenógrafo e ilustrador infantil, se destacó por ser un gran provocador y crítico de las tradiciones pictóricas y estilísticas, así como una persona que no quiso pertenecer a ningún grupo o programa de artistas del siglo XX. La materia y el color se convirtieron en los principales vectores de su exploración plástica, un núcleo de interés que se alimentaba de diversas referencias aunque rechazara las principales tendencias de la época, si bien las reformulaba.
Durante su infancia, se instaló junto a su padre y su hermano mayor en el barrio de La Boca de la ciudad de Buenos Aires. A temprana edad, desde los 11 años, trabajó en el taller de calzados familiar. No llegó a completar la escuela primaria ni tuvo acceso a una formación académica sistemática. Las biografías oficiales lo presentan como un “autodidacta”, aunque conviene matizar esta afirmación: nadie aprende en soledad. Del Prete absorbió con aguda sensibilidad las imágenes de su entorno, los paisajes del barrio y la producción de artistas que lo rodeaban. Él mismo llegó a declarar que su única maestra había sido la naturaleza.
Su versátil producción alternó entre la figuración y la abstracción, pero siempre desde una búsqueda que rechazaba la repetición y la sistematicidad. Del Prete fue también pionero en introducir el arte no figurativo en el país, con las exposiciones realizadas en 1933 y 1934, hitos que lo sitúan como una figura clave en el surgimiento del arte contemporáneo de Argentina. De su paso por salas de exposición del mundo destacan su participación en las bienales de Venecia (1952 y 1958) y San Pablo (1957 y 1959); en esta última edición una sala especial expuso sus obras abstractas. La producción de Del Prete integra colecciones públicas y privadas de gran relevancia de América, Europa y Estados Unidos. También fue presidente de la Agrupación de Artistas No Figurativos que después se transformó en Artistas No Figurativos Argentinos (ANFA).
Su relación con la lengua también reflejaba sus orígenes: se expresaba en un castellano entrecortado, cargado de giros italianos, lo que reforzaba la impronta singular de su carácter. Era conocido por su temperamento explosivo y por la firmeza con que sostenía su vocación. El arte fue siempre su centro, aunque también se desempeñó como fotógrafo para la revista del Ministerio de Agricultura de la Nación, oficio que le aseguró su sustento económico.
Más allá de su dedicación al trabajo artístico, existía en él otra pasión que rozaba lo vital: el mar. Evocaba con frecuencia las playas de su infancia y sentía el agua como una prolongación de su propio cuerpo. Esa memoria íntima, ligada al paisaje marino, parece haber acompañado silenciosamente toda su trayectoria creativa.
Las obras del artista se caracterizan por un lenguaje de gran potencia expresiva, construido a partir del uso reiterado de un empaste denso y de gran relieve, aplicado con un gesto libre y visceral. La materia pictórica, trabajada con grumos y espesores, se enriquece con una paleta vibrante, donde las combinaciones cromáticas intensifican el carácter objetual de sus piezas.
En Abstracción azul y rojo, Del Prete despliega un gesto pictórico enérgico y vehemente, que concentra la atención en las tensiones entre color y materia. La composición desecha toda referencia a la realidad visible y propone, en cambio, una lectura basada en las relaciones entre sus elementos formales. Sobre un fondo azul vibran trazos rojos, negros y blancos que, por su violencia y espontaneidad, remiten a las prácticas del informalismo. Este movimiento, con fuerte impacto en la posguerra, promovía una radical libertad del hacer artístico a través de gestos como rasgar la tela, incorporar materiales extraartísticos y explorar la mancha como si fuera el producto de un impulso subjetivo.
Esta obra abre interrogantes acerca de los límites del concepto de paisaje: ¿puede pensarse como un paisaje emocional, más que territorial? ¿Hasta qué punto la pintura no figurativa es capaz de traducir estados de ánimo complejos, irreductibles al lenguaje verbal? En este sentido, la pieza se ubica en un territorio de indeterminación fértil, donde la materialidad misma deviene portadora de significados, y donde la pintura actúa menos como representación que como experiencia.