Raquel Forner: la artista fuera de serie y contra el canon machista escandalizado por sus obras
Con un breve repaso por su trayectoria indagamos cómo pasó de ser una dibujante precoz que de joven autodestruyó pinturas, al reconocimiento internacional. Hoy se cumplen 35 años de su fallecimiento.
“Raquel Forner fue una artista extraordinaria en todo el sentido de la palabra. Adelantada a su tiempo, sus pinturas mostraban ya otros mundos, otras realidades; una iconografía particular, propia. La conocí, infaltable ella en las inauguraciones de la galería Jacques Martínez, por entonces su galería, en Florida al 900 a pasos de la galería del Este. Su particular flequillo, sus ojos curiosos cual ojos de niña, la hacían una persona querible y singular. Jacques decía siempre ‘Llegó la artista más joven de la Argentina’, y no mentía”, destaca su consagrada colega, Nora Iniesta.
Además, Forner -quien utilizaba diversos soportes y técnicas como pintura, dibujo, grabado y objetos- decía sobre su creatividad e inspiración: “Los temas de mis cuadros no los pienso, los siento; al tratar de describirlos con palabras, se despojan del encanto mágico que me lleva a traducir las emociones que experimento con formas y colores”.
“Pinto lo que siento, no busco eludir el tema, éste me aparece como un imperativo que no puedo ni trato de eludir -aseguraba la artista plástica-. ¿Puede la realidad copiar lo imaginado o imaginamos lo que existe y desconocemos?”.
Por otro lado, Paola Melgarejo -magíster en Historia del Arte- desde el Área de Investigación del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) revela detalles imprescindibles sobre la precoz vocación de Forner -que signaron su trayectoria-, mediante una tríada de piezas elegidas entre las 13 que integran el acervo de la institución. "Son pinturas que dan cuenta de los cambios y posturas que fue tomando a medida que la realidad social, política y artística se modificaba. Década a década estas obras avanzan desde su interés por las vanguardias y el impacto de la realidad internacional, a las nuevas definiciones en los años que proclamaron la muerte de la pintura. Bañista, Composición y El drama son obras clave en la primera etapa de su carrera", anticipa la experta.
De niña dibujante prodigio, a joven autocensurada: (casi) toda una parte de su carrera es irrecuperable por los estragos de las sentencias machistas imperantes
Con estilo vanguardista y antiacadémico que comenzó a experimentar unos años antes, Forner pintó su obra temprana, Bañista (1928). Pese a que la calidad de la materia y la intensidad de color de estas piezas demostrarían una coherencia con su obra futura, por entonces destruyó gran parte de ellas en una acción que intentaba dejar atrás sus comienzos; durante “un arranque juvenil de excesiva fe en mi futuro”, aclaraba su propia autora. Para Melgarejo: "Después lo lamentaría pero en ese entonces, movida por un impulso, las dejó atrás, quizás el hecho de que fueran muy cuestionadas influyó en la drástica decisión de eliminar esta parte de su carrera”.
Con 22 años en 1924 exhibió por primera vez unas pinturas protagonizadas por mujeres de rasgos fuertes, miradas perdidas, cuerpos geométricos y colores vibrantes. Su lenguaje moderno y que una mujer pintara de ese modo, molestaban a la sociedad de la época. Ese mismo año Emilio Pettoruti recibía críticas y hasta abucheos, gritos y discusiones en la vereda por las obras que presentaba en la galería Witcomb, con influencia del cubismo y del futurismo. "Mientras que él había llegado a ese lenguaje estético tras varios años en Europa, en contacto directo con las vanguardias; ella hizo el camino opuesto, formándose en un medio sumamente tradicional, del que no se esperaría este tipo de resultados”, afirma la investigadora.
Pero Forner pudo haber derivado la modernidad con la que pintaba de otras influencias. A sus 12 años (en 1914) de vacaciones familiares por Europa, con el cubismo en su apogeo por la colina de Montmartre; el fauvismo presente en salones y galerías parisinas, y el futurismo en Italia -no se sabe si ella vio algo de todo eso-, dibujó su primer tema: una fortaleza oscura que surgía del mar, bosquejada frente al pueblito de Vinaroz, estando en España.
En Buenos Aires, una influencia probable fue la del pintor Emilio Centurión -su profesor en el último año de la Academia-, a quien reconoció como su verdadero maestro. Este artista pertenecía a una camada de pintores y escultores que hicieron un arte nuevo, algunos de ellos cuando volvieron de Europa, expulsados por la Gran Guerra. Los recién llegados pronto descubrieron lo poco permeable que era el medio artístico local a las novedades que traían desde el viejo mundo. Incluso tras egresar de la Academia, Centurión seguía visitando a Raquel para incentivarla y convencer a sus padres de que le permitieran seguir trabajando en el arte.
Debut en el Salón Nacional, con críticas vetustas de tipos escandalizados por su arte “viril”
Forner participó por primera vez del Salón Nacional en 1924: Mis vecinas obtuvo el tercer premio en la Sección Pintura (compartido con Luis Tessandori), otorgado por jurados como Ernesto de la Cárcova. Sus obras destacaban por modernas, rupturistas y se caracterizaban por alejarse de los cánones de belleza tradicional al mostrar mujeres vigorosas de colores vibrantes, generando críticas divididas entre quienes la cuestionaban o alababan. Además, por ser mujer, su trabajo fue analizado en función de parámetros sobre lo “femenino”, limitando su circulación. En 1925 sus pinturas no produjeron el mismo efecto positivo, ya que estuvo en el ojo de la tormenta entretanto surgían espacios alternativos de exhibición para el arte moderno, envió tres obras al Salón Nacional: le aceptaron dos y Crisálida fue rechazada por el jurado de admisión; pero defendida desde las páginas de la revista Martín Fierro, que criticó el rechazo de la obra por parte de una "comisión de viejos espantadizos".
Las muestras de sus piezas oscilaban entre el rechazo y la consagración en el Salón Nacional, y también estuvieron presentes en espacios comerciales, consolidando así su identidad como artista moderna. En aquellos años, las artistas estaban limitadas por prejuicios que las relegaban a obras delicadas, bellas e idealizadas, mientras que los criterios para los artistas varones estaban relacionados con la fuerza y el vigor. Por ejemplo, Norah Borges recibió elogios por su sensibilidad femenina y poética dulcemente sentimental. Otro caso: Emilio Pettoruti le insistió a Silvina Ocampo para que expusiera sus desnudos femeninos en París pero no lo hizo, porque la madre de ella se opuso escandalizada.
De 1926 a 1928 Raquel tuvo mucho trabajo, consagración y nuevas críticas; vivía en casa de sus padres, donde tenía su taller. Hizo nuevas obras que expuso en una muestra colectiva (1927) en El Boliche de Arte, espacio dirigido por Leonardo Estarico. Sin embargo, debido a su gran cromatismo "desentonaban" con las piezas de los demás artistas -según registros del diario La Fronda-: fueron trasladadas al salón contiguo, por lo cual RF decidió retirarlas de la puesta.
Melgarejo, amplía: "Sin detenerse ante estas críticas, en 1928 realizó su primera exposición individual en la galería Müller de Buenos Aires. Alfredo Chiabra Acosta (Atalaya) hizo una crónica: 'Es una de las pintoras que sobresalen notablemente de entre sus coetáneas y también de entre la turbamulta de sus congéneres, los pintores. Poseer el precioso don de la inteligencia, aunada a una imprescindible sensibilidad artística, es algo muy raro'. Pese a alabarla, él no dejaba de medir las obras de Raquel bajo el parámetro de ‘lo femenino’: las mujeres fuertes y expresivas de sus cuadros, no congeniaban con la delicadeza que se esperaría en una pintora".
“Cuando me enfrento a una tela en blanco, comienzo la aventura maravillosa que es para mí la creación de una obra; me siento inmensamente feliz y privilegiada”. -Forner, en primera persona.
Por su parte, Nora Iniesta -que este mes inaugura un mural por el 40° aniversario de la democracia, en el Teatro Argentino de La Plata-, nos resume su impresión sobre tan “estupenda mujer” con una anécdota personal. “En la pandemia un amigo me hizo llegar un regalo fantástico, algo que nunca imaginé tener; desde ese día en que el presente llegó a casa cuelga frente a mi cama: un grabado en pequeño formato, colorido, con personajes de ojos enormes que parecen vigilarme -confiesa-. Lo observo todas las noches, me acompaña y me marca un destino; el mío propio. Un grabado de Raquel”.
Asimismo, la historiadora del Arte cuenta que “en 1929 Raquel se fue a recorrer Europa en plan familiar, lugar que se transformó en el inicio de su vida adulta y pública. Entendió la importancia de moverse en grupo, muchos de los artistas argentinos vivían en Montparnasse, y en las fotos de la época se la puede ver rodeada de ellos, donde siempre es la única mujer. En su estancia parisina frecuentó el Louvre, expuso en el Salon des Tuileries, y junto a varios artistas latinoamericanos como Diego Rivera, Joaquín Torres García, José Clemente y Pedro Figari, mostró obras en la Galerie Zak, en Saint-Germain-des-Prés”.
En 1934 volvía a Buenos Aires. “Si ser pintor en cualquier parte era una locura, ser pintor en América y al margen de los cánones significaba simplemente el delirio. Había que olvidar el pasado y sumergirlo hasta lo más profundo”, decía entonces Horacio Butler. Ese mismo año ella pintaba Composición.
"Cuando Forner pintó El drama (1942) fue como si todas las piezas encajasen en su posición final: se trataba de las mismas mujeres fuertes, vigorosas y expectantes de su primera etapa, sin rastros de la delicadeza e inocencia que la crítica le reclamaba. Al contrario, regresaban en toda su crudeza con la fuerza de un reclamo que las volvió monumentales. Si sus primeras mujeres se movían en escenarios surreales; estas otras estaban ancladas a la realidad, protagonizaban los terribles conflictos armados que azotaron Europa por aquel entonces: necesitaba que su pintura fuera un eco dramático del momento que le tocaba vivir. Mientras, pintaba sin descanso. El drama -homónima de la serie- marcó un momento culminante en su producción", subraya Melgarejo.
Entre 1937 y 1938 trabajó en su serie "España", ligada a la guerra civil de allí. Entre esas obras se destaca una pieza de gran formato, pintada en 1938: Mujeres del Mundo, cierto homenaje a las víctimas del conflicto armado. Sobre la cual, dijo: ‘Como mujer y pintora he tratado de unir al tema que más me angustia lo más puro de mis experiencias de artista. Mi lenguaje es el del arte, pero mi corazón es de la vida’. Se trata de una pintura de mujeres que levantan las manos, se tapan los ojos o acunan niños invisibles, sobre un paisaje arrasado por los bombardeos. En varias obras de esta serie, sus colores estridentes de la primera fase se apagaron un poco, dominando los grises y tonos oscuros.
“Raquel presentaba aquel cuadro en el Salón de Otoño de ese año y la crítica lo respaldó por ser 'profundamente humano, interpretando desde su sitial de artista y como mujer el dolor terrible de las madres de nuestro tiempo, que sufren la pérdida de sus más queridos seres, de sus niños, provocada por la incalificable acción criminal de los enemigos de la civilización y la cultura' -cita la especialista-. Al representar ese dolor ponía el arte al servicio de la sociedad, como se pedía a los artistas de entonces: 'Nuestra época exige una plástica más en consonancia con el medio que la circunda, no basta para que una pintura pueda calificarse de buena la completa resolución de los problemas técnicos'; por el contrario, se precisaba de 'un arte más en contacto con los hombres, que asimile su vida, sus vicisitudes y preocupaciones'".
En palabras de Forner: “Cuando la humanidad atraviesa estos momentos trágicos, el artista consciente de la crisis cultural actual y del inmenso dolor del mundo en que vive, siente también la necesidad de volcar en sus obras la inquietud y la angustia que lo sacuden interiormente respondiendo así, al imperativo de su hora y de su conciencia”.
En igual sentido y dentro de esa serie pintaba por 1943 Retablo del dolor, cuya figura impresa sobre tela rasgada representa -al modo del ‘manto de la Verónica’- una crucifixión de Cristo, hecha mujer.
Crónica de un final más merecido que anunciado
Ya por entonces, sus obras fueron legitimadas por los espacios oficiales. Después de la dirección interina del MNBA de Ricardo Gutiérrez (1939-1941), Domingo Viau tomó la posta entre 1941 y 1944. Era un experto en arte, categoría que incluía su carácter de coleccionista, marchand, pintor y editor de libros de lujo. En su gestión, ingresaron al Bellas Artes unas cien piezas por año, con preponderancia en el arte nacional. Entre las adquisiciones más modernas pueden mencionarse la producción de los pintores de La Boca y de los Artistas del pueblo, piezas del grupo de París (de Lino Enea Spilimbergo y de Alfredo Guttero), obras de Emilio Pettoruti y Antonio Berni. También de Forner, ya que en 1941 la Asociación Amigos del museo compró Composición, su obra de 1934. En 1942, El drama ganó el primer premio del Salón Nacional, fue adquirida para el museo y al año siguiente, los bocetos de esta pintura fueron comprados por la Comisión Nacional con el mismo destino.
“Así, su estética era legitimada por el museo de arte más importante del país. Las mujeres vigorosas y coloridas que había hecho cuando apenas era una joven egresada de la Academia, que fueron cuestionadas por su falta de feminidad, seguían ahí, se mantuvieron firmes, sin delicadeza ni sutilezas de ningún tipo, avanzaron desde el escenario surreal de su primera etapa, hacia la realidad más dolorosa del siglo XX. Y confirmaron a la artista como una pintora fundamental del arte argentino de su época”, cierra Melgarejo.
Imágenes, sitios webs: MNBA y Fundación Forner-Bigatti.