Martha Argerich: una vida dedicada a la música
La gran pianista argentina, madrina del Programa Social de Orquetas Infanto-Juveniles, nació el 5 de junio de 1941.
Dueña de un talento superlativo, hoy se cumplen 82 años del nacimiento de la gran pianista argentina Martha Argerich, que inició su camino musical a los cinco años, con las primeras clases de piano, junto al maestro Vincenzo Scaramuzza, quien quedó asombrado por la destreza que la pequeña ya demostraba frente a las teclas.
No pasó mucho tiempo para que se presentara por primera vez en público. A partir de allí, entre partituras, notas y melodías, se abrió camino como una de las mejores intérpretes no solo de la Argentina, sino también del exterior. Con un dominio técnico increíble de su instrumento y la interpretación elocuente, Argerich además dedico parte de su vida a promover la música en los más jóvenes, como el programa de Becas Argerich del Ministerio de Cultura que apadrina y que está dedicado convertir en profesores de música a las y los ex alumnos del Programa Social de Orquesta Infanto-Juveniles.
Nació el 5 de junio de 1941, en Buenos Aires. A los catorce años, en 1955, viajó a Europa para continuar sus estudios musicales: lo hizo en Inglaterra, Austria y Suiza. Solo dos años después, ganó las competencias de piano de Bolzano y Ginebra y, en 1965, el Chopin Internacional de Varsovia. Fue durante esta época que el nombre de Martha Argerich se hizo escuchar en los círculos más destacados y prestigiosos de la música europea.
A propósito de aquel viaje que la ayudó a perfeccionarse y a iniciar su trayectoria musical, la pianista argentina recordó el encuentro que tuvo con el entonces presidente, Juan Domingo Perón:
“Yo tenía un poco más de 12 años, había tocado en el Teatro Colón y Perón me había dado una cita en la residencia presidencial. Mamá preguntó si podía acompañarme y le dijeron que sí, por supuesto. Yo no era muy peronista; me acuerdo de que siempre estaba pegando por todos lados papelitos que decían “Balbín-Frondizi”. Fue muy agradable, él era muy encantador, era simpatiquísimo y entendía mucho a la gente, tenía mucha empatía. En cierto momento mi mamá le dijo: 'Estaría bien si Marthita fuera a tocar para el concierto de la Unión de Estudiantes Secundarios, la UES'. Él me miró y vio que yo puse una cara de que no quería. Entonces por debajo de la mesa me hizo 'no' con un gesto y a mi mamá le dijo: ‘Claro, por supuesto, señora'. Se dio cuenta de que yo no quería”.
Y agregó:* “Después me preguntó: '¿Dónde querés ir, ñatita?'. Entonces le dije que quería ir a Viena. A partir de ahí, la joven pianista no dejó de vivir la música. Sobre todo, como dicen desde el Teatro Colón, “la virtuosa literatura pianística de los siglos XIX y XX”.*
Pero su repertorio incluye mucho más: están presentes compositores como Bach, Bartok, Beethoven, Messiaen, Chopin, Schumann, Liszt, Debussy, Ravel, Franck, Prokofiev, Stravinski, Shostakovitch y Tchaikovski.
Desde aquel magnífico Teatro de Buenos Aires, expresaron que “aunque a Martha Argerich la invitan permanentemente las orquestas, directores y festivales de música más prestigiosos de Europa, Japón, Estados Unidos e Israel (con Zubin Mehta y Lahav Shani), la música de cámara es una parte importante de su vida musical. Ella toca y graba regularmente con Nelson Freire, Alexandre Rabinovitch, Mischa Maisky, Gidon Kremer y Daniel Barenboim”. Al respecto, la propia pianista comentó: “Esta armonía dentro de un grupo de personas me da un sentimiento fuerte y pacífico”.
Y no todo fue interpretación en vivo. Argerich también grabó para los sellos EMI, Sony, Philips, Teldec y DGG innumerables discografías; realizó diversas actuaciones para la televisión de todo el mundo y, desde 1998, llevó adelante la dirección artística del Festival Beppu en Japón. Un año después, creó el Concurso Internacional de Piano, el Festival Martha Argerich en Buenos Aires y, en 2002, el Proyecto Martha Argerich en Lugano. El mundo no dejó de reconocerla: premio Konex de Platino, a la mejor pianista de la historia (1989). Premio Konex de Brillante a la personalidad más destacada de la música clásica de la década (1989-1998); Premio Asociación Japonesa de las Artes; ganó tres premios Grammy (2000, 2005 y 2006); Premio Kennedy, otorgado por el presidente de Estados Unidos Barack Obama (2016); Orden al Mérito de la República Italiana en grado de Comendador (2018), entre tantos otros.
Argerich se fue del país cuando tenía 14 años y solo volvió esporádicamente. El francés fue la lengua que más dominó para acercarse a Europa, la tierra de muchos de los mejores compositores de occidente. En los últimos años, según Stéphanie Argerich (hija de menor de la pianista), le atrae “acercarse a sus orígenes: hace unos años se puso a tocar tangos y está más en contacto con Latinoamérica, haciendo música o viajando. Dice que aquello es más divertido que Europa”.
Allí en Europa también tuvo a sus tres hijas: Lydia, la mayor y violinista, fruto de su unión con el director de orquesta chino-suizo, Chen Liang Sheng; Annie, hija del también director y violinista, Charles Dutoit, y Stephanie, la menor y cineasta, hija del pianista Stephen Kovacevich. Stephanie, en su ejercicio cinematográfico, presentó en el Festival de Cine de Roma su ópera prima: Bloody Daughter, en la que representa algunas de las facetas de la vida de su madre.
Además de su inmensa carrera como pianista, Martha tiene una gran vocación por valorizar a los nuevos talentos musicales. Y este es el verdadero objetivo del Martha Argerich Presents Project, del cual la artista es la directora y que, junto a su equipo, trabajan con la intención de impulsar la realización de nuevas experiencias de la música, promover la cultura, dar espacio a compositores, proponer programas en los cuales se valorice la música culta y popular argentina; y, sobre todo, como dicen en algunas redes sociales del Proyecto, “ser una fuente útil para los jóvenes, ofreciéndoles la ocasión de crecimiento musical y visibilidad”.
En este sentido, la pianista comparte la importancia fundamental de las becas y convocatorias para que más músicos, músicas e intérpretes tengan la posibilidad no solo de mostrar su talento, sino de formarse y desarrollar una carrera de manera profesional y calificada.
La gran artista argentina, Martha Argerich, tuvo la generosidad de brindar su apoyo y su interés para ser la madrina de las Orquestas del Programa Social del Ministerio de Cultura de la Nación, a partir de su propia historia y experiencia en la que el Estado argentino tuvo un rol determinante para impulsar su propia formación y su carrera posterior.