Presidencia de la Nación

Malena Galmarini: “El feminismo es justicia social”

Malena Galmarini es una mujer de amplia trayectoria en la política. Como dirigente y feminista, gran parte de sus años de trabajo han sido dedicados a jerarquizar el rol de la mujer. Actualmente es la presidenta de Agua y Saneamientos Argentinos (AYSA), una de las empresas de servicios más importantes del país. Es la primera vez que una mujer ocupa este cargo en la historia de la institución.


En una entrevista para el Observatorio de Políticas de Género, la funcionaria nos comparte su perspectiva acerca de la participación de las mujeres en la política y en los espacios de toma de decisiones, su opinión sobre el rol del Estado como soporte de las transformaciones culturales y sobre las acciones que lleva adelante su gestión para reducir la brecha de género y garantizar la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.

-¿Cómo es para una mujer y feminista, desarrollar una carrera dentro de la política?

Ser mujer y feminista en la política es difícil, pero no mucho más que ser mujer y feminista en una sociedad que está bajo el patriarcado y los preceptos machistas. Tiene las dificultades propias de un ámbito en el que el poder lo ejercen los varones, donde las mujeres somos oprimidas, y desde tiempos inmemoriales sucede así. Las mujeres somos las más pobres entre los pobres, somos las que menos posibilidades de empleo tenemos, somos las que cargamos con varias jornadas laborales, me refiero no solo al mercado laboral sino también a todas las tareas domésticas y de cuidado que están sobre nuestras espaldas, entre otras millones de cosas. Recién ahora estamos peleando por la paridad en las listas electorales, por la paridad en los espacios de gobierno, es necesario que las mujeres podamos estar allí donde se toman las decisiones.

Siempre digo que las mujeres feministas no buscamos que los varones se vayan a sus casas, que desaparezcan o den un paso atrás, pero sí creemos que tenemos las dos miradas o las varias miradas, incluyendo la diversidad, sobre el mismo mundo, sobre los mismos problemas, y probablemente vamos a encontrar distintas soluciones. Hace décadas que a los mismos problemas les imprimimos las mismas soluciones, por lo tanto tenemos los mismos resultados, y si lo que buscamos son resultados distintos, que mejoren y transformen la realidad que no nos gusta, necesariamente nosotras tenemos que ser parte de las mesas en donde se toman esas decisiones.

Tenemos otra mirada del mundo, ni mejor ni peor, simplemente otra mirada. Y cuando se juntan muchos varones poderosos a charlar sobre estos problemas, lo que sucede profundamente es que están hablando de la mitad de la población. Si nosotras no estamos, solo miran los problemas desde su mirada, sus zapatos, su lugar. No creo que sea adrede, pero la realidad es que nosotras nos encontramos afuera. Por esto es que peleamos tanto en los lugares en que se toman las decisiones. Las mujeres tenemos otras capacidades y habilidades, muchas de ellas son además culturales, nos empujan a tener esas habilidades: Y creo que con eso podemos lograr mejores herramientas para transformar esta realidad que no nos gusta.

-Recién te referías a las mujeres con el concepto “de la mitad de la población”. Una vez en una nota periodística declaraste que “ningún país puede desarrollarse si la mitad de su población no lo hace”.

Exactamente, y sobre todo en un país como el nuestro, que hace tantas décadas que se encuentra en vías de desarrollo. Creo que una de las razones fundamentales es porque tenemos una porción importante, como lo son las mujeres, fuera de los ámbitos en donde se toman las decisiones, pero también, porque no estamos incorporadas plenamente al desarrollo productivo. Somos la mitad de la fuerza productiva de todos los países, de todo el mundo, y si nosotras no tenemos la posibilidad de desarrollar nuestras habilidades, capacidades, así como tampoco de poder realizar nuestros sueños y deseos, y no somos parte de aquellos que pueden soñar con una vida mejor, libre de violencia y con los propios deseos de ser convertidos en realidad, difícilmente podamos salir adelante.

Hace muchos años que en este mundo extremadamente capitalista, se habla de los deseos en términos personales, muchas veces individualistas al extremo. A mí me enseñaron desde muy chica que nada se puede lograr desde ese lugar. Y si hay algo que tenemos las mujeres es la sororidad, este nuevo concepto, que en realidad no es nuevo, si no que es nuevo por cómo es nombrado porque las mujeres desde siempre somos solidarias con la otra o con el otro. Somos solidariamente comprometidas con nuestras congéneres, lo somos cuando hacemos el pool para llevar a nuestros chicos a la escuela, cuando llamamos a otra mamá porque no llegamos a buscarlos, cuando sostenemos en conjunto nuestros hogares, cuando sostenemos los reclamos más justos y más profundos de la sociedad. Alguien decía el otro día: las madres del dolor, las madres del paco, las abuelas de Plaza de Mayo, es decir, las mujeres somos aquellas que no claudicamos. Y por eso necesitamos ser parte de quienes construyen y mueven el mundo.

Creo que los varones pueden aprender de nosotras y nosotras de ellos, la sinergia que podemos hacer es fundamental, que no hay otra manera de encontrar una mejor Argentina y, aunque a veces parezca utópico, un mundo mejor, si ponemos manos a la obra todas y todos, y no solamente una parte. Entiendo perfectamente que para los hombres dejar que las mujeres avancemos en estos aspectos puede significar pérdida de poder. Yo siempre les digo a mis compañeras con quienes caminamos este trayecto que es una pelea de poder. La diferencia es que nosotras tenemos muy arraigado la palabra poder como verbo, nosotras queremos poder hacer cosas, poder ser parte de la transformación de lo que no nos gusta, poder llevarle un plato de comida a nuestros hijos e hijas, poder darles una mejor educación, poder ser parte del proyecto productivo de la Argentina. Y no es que nos lo merecemos, como se dice habitualmente, sino que nos corresponde. De alguna manera somos, en términos futbolísticos, “la mitad más uno”.

Creo que de todas maneras este último tiempo estamos avanzando mucho. No hay que relajarse. También a las mujeres nos cuesta y tenemos que pelear tanto por cada ampliación de derechos que después terminamos extenuadas y nos relajamos. La cultura es como una bandita elástica, que necesita ser sostenida durante mucho tiempo por el Estado para que no vuelva a su lugar. Si nosotras no estamos atrás exigiéndole a este Estado, a los Estados, que sostengan esas batallas ganadas, después, retrocedemos.

En todo lo que hemos ganado este tiempo hay que seguir siendo firmes, no peleando en términos agresivos o con violencia, pero sí firmes en las convicciones para que esto no retroceda. Todavía queda mucho por hacer, todavía la brecha salarial es importante, todavía las mujeres tenemos muchos derechos que pelear, sobre todo aquellos que ya ganamos para que sean ejercidos plenamente por todas las mujeres y no solo por aquellas que están más cerca de los privilegios. Creo que esto es fundamental para que se desarrolle la comunidad en que nosotras mismas queremos y necesitamos desarrollarnos y que es circular. Si nosotras nos desarrollamos se desarrolla también la sociedad en que vivimos y, si se desarrolla esta sociedad, probablemente, todas y todos vamos a desarrollarnos mejor.

-¿Cuál es tu opinión sobre la Ley de Educación Sexual Integral (ESI)?

Fue muy importante la sanción de la ley. Creo que hay que hacerle las modificaciones necesarias para que obligue a desarrollar la educación sexual integral sobre todo en las escuelas, pero también creo que no puede ser sólo patrimonio de las escuelas. Creo que hay que llevar la mirada del mundo más equitativa que nos ofrece la educación sexual integral a todos los ámbitos. Cuando nosotras peleábamos la paridad en la política lo que estábamos diciendo es que necesitamos paridad en la vida. Hace un momento dije que es el Estado quien debe sostener los cambios culturales hasta que se transformen verdaderamente en usos y costumbres. Cambiar la cultura implica la revolución popular desde abajo, pero también un Estado que sostenga aquello que ganan las revoluciones populares.

Necesariamente tenemos que avanzar en la educación sexual integral y también en la paridad, en las escuelas, en los trabajos, en los medios de comunicación, en el ámbito de lo público pero también en el ámbito de lo privado, en los tres poderes del Estado, no solamente en el Poder Legislativo, no solamente en el Poder Ejecutivo, en el Poder Judicial, aún hay mucho por hacer. Y creo que para tener mejores generaciones necesitamos todas y todos entender que hay que trabajar con la equidad.

-Como presidenta de AYSA ¿cómo estás trabajando la equidad dentro de la empresa?

Estamos trabajando mucho, diría que se pueden dividir en dos grandes ejes. En primer lugar, hacia dentro de la empresa, cuidando a nuestras trabajadoras, no solamente de la violencia laboral e institucional, sino también de la violencia de género doméstica. Creemos que cuanto mejor estén las y los trabajadores en sus casas, serán mejores produciendo en sus lugares de trabajo. Creemos que lo personal también es político y por eso es importante que nuestras mujeres trabajadoras estén bien en sus casas.

Estamos trabajando mucho en la carrera dentro de la empresa, visto que somos poquitas porque de 7500 trabajadores y trabajadoras solo 1761 somos mujeres. Es más que en otros lugares pero mucho menos de lo que esperamos. Creemos en el cambio de la cultura organizacional, que las mujeres y las diversidades sean bien recibidas, derribando mitos. Siempre utilizo el mismo ejemplo: ¿podemos o no las mujeres construir obra pública? Siempre alguien responde “no tienen la fuerza necesaria”, y yo les contesto que no saben lo que es tener un hijo de 2 o 3 años de un lado de la cadera, un bebé a upa, la mochila con las cosas de los chicos, además empujar un carrito, con la bolsa del supermercado… Estas cosas que muchas veces no se notan, porque no comparten con nosotros la crianza, no saben el esfuerzo espiritual, mental y físico que hay que hacer para criar niños, niñas y niñes. Todo esto es un cambio.

Con la tecnología las tareas más pesadas del trabajo en la obra pública también han cambiado mucho. Hoy manejar una máquina es usar una palanca, se hace todo hidráulico o automatizado. Es cuestión de empezar a desandar esos mitos que aún están muy arraigados y que llamamos marcas de género.

Y también estamos trabajando mucho hacia afuera de la empresa, no solamente con los proveedores sino también con los contratistas. Estamos trabajando desde la construcción de los pliegos licitatorios para que sea un incentivo tener más mujeres, no solamente en la base de la organización de la empresa sino además en los espacios en donde se toman las decisiones. Y trabajando en conjunto con las empresas que trabajan con la nuestra, en algunas cosas que hacen a la brecha salarial. Desde enero de este año estamos reintegrando en nuestra empresa la desigualdad salarial que tiene que ver con nuestra gestión menstrual. Hicimos un cálculo de cuánto las mujeres, en un promedio de 55 años, tenemos por el costo de la menstruación, que no lo tienen los varones, porque a igual salario las mujeres siempre vamos a cobrar alrededor de $400 menos que los varones, porque no podemos evitar menstruar. Y ha tenido muy buena repercusión, y muy buena aceptación también de los trabajadores varones.

En este tipo de hechos concretos creo que el feminismo necesita tener un trasfondo teórico y académico pero, sobre todas las cosas, poner el cuerpo y hacer, incluso equivocándonos. Nos exigen a las mujeres mucho más de lo que les exige a los varones, por lo tanto deberían tenernos también mucha más paciencia cuando por hacer cosas, quizás cometemos alguna equivocación. Hay tanto por hacer cuando se hace la cuenta de cuántos años vamos a tardar y, depende de con quien hables, entre uno y dos siglos para llegar a la igualdad, a la equidad. Primero, me angustia mucho, hay muchas mujeres que sufren muchísimo, y después me genera mucho impulso para seguir haciendo cosas y seguir poniendo el cuerpo. Nuestro compromiso es con el desafío de hacer cada vez más para que cada vez menos mujeres vivan una vida injusta. El feminismo es justicia social.

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