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Louisa May Alcott, 190 años de la autora de "Mujercitas"

"Una historia para chicas" fue el encargo de su editor. Sin embargo, ella se resistía porque no le gustaba el mundo que se había diseñado para las niñas. Prefería el de los varones. Aun así, la escribió y se convirtió en una de las novelas más famosas de la literatura universal. A 190 años del nacimiento de su autora, conversamos con la escritora argentina Laura Ramos -especialista en literatura del siglo XIX- sobre Louisa May Alcott y su obra Mujercitas, que logró ser fuente de inspiración para lectoras y lectores de todo el mundo.


“Voy a convertir mi cerebro en dinero a través de las historias”, escribió una veinteañera Louisa May Alcott, en una de las cartas a su padre. Estaba decidida no solo a ser escritora, sino a ser una profesional y a terminar con las carencias y limitaciones económicas por las que atravesaba la familia. Y así lo hizo: en poco tiempo, sus primeros relatos comenzaron a aparecer en distintas publicaciones y, para 1860, ya trabajaba en la revista The Atlantic Monthly. Pero fue un encargo de su editor, Thomas Niles, lo que le cambió la vida. Le había pedido la composición de “una historia para chicas”. Si bien ella se resistía a ese encargo porque no simpatizaba demasiado con aquel mundo de niñas, sino más bien con el de los varones, finalmente Niles y su padre la convencieron. Se sentó a escribir y resultó una novela, la cual tuvo un éxito inmediato y convirtió a la autora en una celebridad literaria internacional. La novela, publicada en 1868, era Mujercitas.

La escritora Louisa May Alcott.

Louisa May Alcott nació el 29 de noviembre de 1832 en Pensilvania, Estados Unidos. Su madre fue una de las primeras trabajadoras sociales remuneradas del Estado de Massachusettes; y su padre, un filósofo trascendentalista y feminista. Además de Louisa, tuvieron tres hijas más: Anna, Lizzie y Abigail. Las cuatro fueron educadas según los parámetros en los que creían sus padres: libertad e independencia.

A partir de ahí, no era raro que Louisa se sintiera inspirada por aquellas enseñanzas y ejemplos de lucha que vio desde niña. Las palabras y la literatura estuvieron desde el comienzo, ya que si bien no pertenecía a una casa adinerada, la educación era lo principal. Louisa abrazó la literatura como vocación, estilo de vida y como una salida de la pobreza. Amos Bronson Alcott, su padre, era un intelectual muy dedicado a la familia y a las ideas, pero muy poco práctico, lo que hacía que los Alcott pasaran por dificultades de subsistencia muy serias.

Uno de esos momentos, tal vez el peor, se convirtió en material literario: Louisa se inspiró en ello y le dio forma en su relato Fruitlands. Una experiencia trascendental. Allí, la autora narró su experiencia cuando, a punto de cumplir once años, se trasladó a una casa rural cerca de la ciudad de Harvard, en Massachusetts. Era 1843 y Amos Bronson tenía el deseo de crear una comunidad utópica según los límites de su propia fe. En menos de un año, el resultado fue una catástrofe y los Alcott estaban en la quiebra.

Con el tiempo, y con la ayuda de una cierta herencia y de amigos -entre ellos, escritores de la talla de Ralph Waldo Emerson, quien fue una enorme influencia para Louisa- fueron recuperándose. Y fue recién en 1859 cuando se instalaron definitivamente en Orchard House, en Concord, la famosa casa donde Louisa escribió su célebre novela, con el nombre Mujercitas o Meg, Jo, Beth y Amy (1868). La historia narra la vida de cuatro hermanas adolescentes que, a pesar de las dificultades económicas y el contexto de la Guerra de Secesión, intentan superar los obstáculos y encontrar la mejor versión de ellas mismas.

Luego del enorme éxito que representó la edición, la autora escribió una segunda parte: Aquellas Mujercitas (1869). Posteriormente, se publicaron las dos partes con el único título de Mujercitas. Dos años después, inspirándose en aquel mismo universo ficcional, escribió Hombrecitos (1871) y Aquellos hombrecitos, también conocida como Los muchachos de Jo (1886). Desde aquella publicación de 1868, su vida cambió por completo y la infancia de necesidades había quedado atrás, pero sí mantuvo su deseo ardiente de leer, escribir y pensar.

Al igual que sus padres, Louisa fue una librepensadora, defensora del sufragismo y del movimiento abolicionista. Fue una voz que se enfrentó a una sociedad patriarcal para luchar en pos de una sociedad diferente y más igualitaria. Nunca se casó y, durante la Guerra de Secesión, colaboró como enfermera voluntaria. Allí se contagió de fiebre tifoidea y, a causa de las secuelas por el tratamiento con mercurio de la época, murió el 6 de marzo de 1888, a los 55 años de edad.

Hoy, a 190 años de su nacimiento, Louisa May Alcott continúa siendo uno de los nombres literarios más importantes de la literatura universal, cuya novela Mujercitas se convirtió en una fuente de inspiración para miles de lectoras (y por qué no, también de lectores) en todo el mundo, la cual contó con distintas versiones cinematográficas en la pantalla grande. Sin embargo, la famosa historia de las cuatro hermanas no fue lo único que escribió. Louisa, además, fue autora de otras novelas como La herencia​ (1849, inédita hasta 1997); Mal humor (1865); La llave misteriosa y lo que abrió (1867); Trabajo. Un relato de vivencias​ (1873); Bajo las lilas​ (1878); Jack y Jill (1880), e Historias proverbiales (1882), entre otras. También escribió cuentos infantiles e historias de terror.

La escritora argentina Laura Ramos, especialista en literatura del siglo XIX y autora de Infernales. La hermandad Brontë (2018) y Las señoritas (2021) Premio de la Crítica al Mejor Libro de Creación Literaria, entre otros títulos, nos cuenta más sobre esta gran personalidad decimonónica de las letras del norte.

La escritora Laura Ramos. Foto: argentino.es

-¿Qué significó, como lectora y escritora, el encuentro con la literatura de Louisa May Alcott y, sobre todo, con su novela Mujercitas?

A mí personalmente Mujercitas me impactó por las razones opuestas que impactó a mis amigas. La protagonista de la novela, Jo March, es un alter ego de Louisa: declara que quiere ser varón y que odia el mundo de las niñas. Quiere convertirse en escritora y toda la novela, en algún sentido, trata de la construcción de una escritora mujer. Yo misma, hija de una familia de revolucionarios, había sido educada para hacer una Jo March. Pero, a diferencia de Jo, yo quería ser cualquiera de sus tres hermanas: quería ser femenina como Meg, tocar el piano como Beth y ser linda como Amy.

-¿Mujercitas rompió cierto paradigma femenino para mostrar otro rol de la mujer?

Mujercitas fue una novela para chicas escrita por una chica que manifiestamente quería ser un chico. Luisa May Alcott, la autora, recibió de su editor el pedido de escribir una novela para chicas. Ella le respondió que no le gustaban las chicas, que siempre le había gustado el mundo y los juegos de los varones, y que lo único que sabía del mundo de las chicas era el mundo de sus hermanas. De modo que cuando su editor insistió, ella se decidió a contar los juegos y las historias de sus hermanas.

Orchard House, la casa en Concord donde vivió la familia Alcott y Louisa escribió *Mujercitas*.

-En ese sentido, ¿cuánta relación existe entre la novela y la verdadera vida de la familia Alcott?

La familia Alcott era una familia absolutamente excéntrica, la más extravagante que habían conocido sus amigos de Concord (Massachusetts). El padre de Luisa, Bronson Alcott, era un filósofo trascendentalista que se hizo amigo del círculo de filósofos, escritores y artistas de Concord. Entre ellos estaba Emerson, Thoreau, Hawthorne y la feminista Margaret Fuller. Con Margaret Fuller, un filósofo inglés de nombre Lane y su pequeño hijo, y un par de personas más, los Alcott fundaron Fruitlands, una comunidad utópica, vegana y puritana en las afueras de Concord. Louisa y sus hermanas tenían entre 11 y 3 años. Los miembros de la comunidad, entre ellos las niñas, tenían prohibida la leche, el queso, la carne, los dulces. La comunidad duró pocos meses, hasta que la llegada del invierno los arrasó. Louisa nunca olvidó el hambre y el frío, y sobre todo el desamparo que pasó. Sin conocer su texto Fruitlands es difícil entender Mujercitas, porque Mujercitas es una respuesta a Fruitlands.

Los Alcott se mudaron unas 30 veces, según los cálculos de Louisa. Los únicos dos años que pasaron en un mismo lugar fueron los dos años felices de Concord, cuando con la ayuda de Emerson vivieron en una casita de madera llamada Hillside. Esta es la casa que sirvió de prototipo para Mujercitas. En realidad, las cuatro hermanas vivieron juntas en muy pocos periodos, porque la mayor parte de su adolescencia la vivieron separadas, bajo el amparo de parientes y amigos o trabajando como maestras o como empleadas domésticas.

-¿Podríamos decir que Mujercitas es una novela realista?

El modelo para la vida de Mujercitas fue producto de la imaginación de Louisa, que es una especie de ejercicio de autoficción al escribir este libro. Cuando Louisa describe una familia sedentaria, conservadora, puritana que se reúne alrededor del fuego para comer un pastel de manzana y tejer mitones, está creando una pieza de ficción con tal proeza narrativa que se convierte en un clásico. Pienso que no habría sido un manual de formación de jovencitas, como resultado, si su autora no hubiera estado tan alejada del modelo que describió. Mujercitas es un ejercicio hiperrealista de la feminidad, utiliza procedimientos hiperrealistas para describir la casita de madera con porche pintado de blanco que sirvió de prototipo durante dos siglos del concepto de hogar.

La versión cinematográfica más reciente de Mujercitas es de 2019, dirigida por Greta Gerwig.

-¿Cómo creés que se lee hoy la obra de Alcott, a la luz de los feminismos del siglo XXI? ¿Conserva actualidad y diálogo?

En el siglo XX y en la actualidad, Mujercitas se leyó como una novela de iniciación. Todas las chicas querían ser Jo. Hijas de familias tradicionales, se identificaban con la rebelde, moderna y entrañable Jo. Louisa May Alcott, con los años se convirtió en una activa sufragista y fue la primera mujer en Concord que se anotó para votar. Vivió sola en Boston, como quería, y pudo ayudar a toda su familia con los miles de dólares que le daban sus novelas. Además, en sus diarios menciona a una mujer, una médica de Boston, a la que califica de amiga de los días lluviosos. Participaba en las obras de teatro de beneficencia de Boston, actuando en papeles masculinos. Nunca dejó de ser esa chica que sentía que escondía a un varón detrás de su delantal de costura.

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