"La Uruguaya" en la Competencia Internacional de Mar del Plata
Es una de las películas que está dando que hablar en el 37º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. En esta nota, la entrevista con la directora Ana García Blaya.
La Uruguaya es una adaptación de la exitosa novela de Pedro Mairal, que dialoga con el original sin traicionarlo. Tensiona el punto de vista y propone una mirada femenina sobre un conflicto al que se suele entrar a través de los ojos de los hombres. Fue producida por la Comunidad Orsai, que lidera el escritor argentino Hernán Casciari.
-¿Cómo es estar en el Festival con su película?
Este festival nos recibió súper bien. Cuando estrené Las buenas intenciones, que había estrenado primero afuera, fue la primera casa que me dio un público mío, del país, que entendía la idiosincrasia de la película. Porque a veces la argentinidad no se comprende del todo afuera. En esta edición que me hayan invitado a estrenar y encima en la competencia internacional, yo no entendía nada. Me parece un gesto tan amoroso que voy a estar agradecida para siempre con este festival. Aparte el regreso después de la pandemia, la presencialidad total. Vivir este festival en el que se valoran los trabajos, te invitan a traer a tu equipo, contar cómo se hizo y tener contacto con el público es un estímulo para quienes están años atrás de un proyecto.
-La novela de Mairal no parece una obra fácil de llevar al cine. ¿Fue una elección suya?
Cuando me llamaron ya estaba elegida la obra. Es un libro que yo ya había leído pero que casualmente mi pareja la tenía en su mesa de luz, la estaba leyendo ese verano. Así que, cuando me la ofrecieron dije que sí pero me fui corriendo a releerla porque yo no recordaba que fuera tan cinematográfica. Me parecía una obra que tenía mucha vida interior del personaje, algo difícil de filmar. Entonces ahí sí que era todo un desafío esa adaptación.
-¿Necesitó hacer modificaciones en la estructura narrativa?
Primero pensé que podíamos usar una voz en off, ya que tiene tanto mundo interior el personaje. El guion tiene una voz en off del protagonista varón, que cuando lo vi la edición no me gustó cómo había quedado. Es como que lo veía a él contándose a sí mismo y me hacía no querer tanto al personaje. Y yo lo quería querer, como fuera que lo estuviera mostrando. Entonces al cambiar la voz en off, al cambiar el punto de vista que a la vez era más el mío sentí que iba más y hacía justicia con el personaje. La mirada del libro es maravillosa y ya existe, no iba a replicarla. Respetando los sucesos del libro quería contar otro punto de vista.
-¿Cómo fueron las condiciones del rodaje en plena pandemia?
Fue durísimo. Desde el presupuesto, hasta que los actores protagonistas uno a cada lado del río no se vieron hasta tres semanas antes de filmar, es decir que no pude verlos juntos para elegirlos. Tuvimos cuarentenas en el equipo, teníamos que hisoparnos cada tres días, y no podíamos jugar con lo que grabábamos porque había barbijos por todos lados. Todo eso fue un tema. Por eso que se valore ese proceso que fue con tantas restricciones me pone muy contenta.
-El sistema de financiamiento de La Uruguaya fue colaborativo. ¿Esta es una alternativa fácilmente realizable?
Yo lo que valoro mucho del financiamiento del INCAA, del presupuesto estatal, es esa libertad que puede tener cualquiera de contar la historia que quiera. Me parece que no puede dejar de existir, de hecho esta comunidad me conoció por una película que me financió el INCAA. La Uruguaya, no se financió con un crowdfunding tradicional. Los miembros de la comunidad que hizo los aportes eran coproductores y me daban libertad total. La única condición es que yo tenía que contarles qué es lo que hacíamos, en qué gastábamos la plata. Era una red de dos mil personas, algunos participaron como extras, e hicieron de contención también.
Esto fue gracias a que Hernán (Casciari) hizo su comunidad, puso su credibilidad. él hace 10 años que viene cumpliendo con su gente con una revista que funciona con suscripción. Es confianza pura porque viene entregando una revista de mucha calidad literaria y un día les dijo: “¿hacemos una película?” y todos dijeron que sí. Lo que él tiene como capital es esa comunidad y la confianza que le tienen. Así que siendo realistas me parece que no es tan fácil ni que cualquiera pueda hacer una película de este modo. Tiene que ser alguien que tenga una comunidad y participe y cumpla con las promesas que le hace a la gente. Eso es como un mundo ideal. Para todo lo demás existe el Estado, que confía y que apuesta a nuevos talentos y que permite que haya películas para distintos públicos y que no tengan una bajada de línea de una plataforma.
En La Uruguaya, Lucas Pereyra es un escritor en plena crisis de los 40 que cree encontrar alivio para sus frustraciones cotidianas –su pareja, su paternidad, su economía– en una ansiada escapada a Montevideo. Su excusa es sortear las restricciones cambiarias argentinas, pero la verdad es otra: sueña con reencontrarse con una chica –bastante menor que él– que conoció en un viaje anterior y con quien mantiene desde entonces un juguetón vínculo a distancia. Pero entre el deseo y la realidad puede abrirse un abismo: quizás Lucas descubra a los golpes que ni las mujeres ni las ciudades existen para satisfacer las fantasías masculinas.