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La hazaña antártica de la corbeta ARA “Uruguay”

Acondicionada convenientemente y puesta al mando del Teniente de Navío de la Armada Argentina Julián Irizar, zarpó el 8 de octubre de 1903 en una misión sin precedentes.


Se cumplen hoy 117 años de la histórica zarpada de la corbeta ARA “Uruguay” al mando del entonces Teniente de Navío Julián Irizar, quien llevó adelante el rescate de la expedición del doctor Otto Nordenskjöld, de la que formaba parte un oficial de la Armada Argentina, el Alférez José María Sobral.

Este hecho fue de vital trascendencia para el país, ya que fue una demostración ante el mundo de nuestra capacidad de búsqueda y rescate en aguas antárticas; sumado a que la invernada del Alférez Sobral marcó el inicio de nuestra presencia permanente e ininterrumpida en el continente blanco.

La expedición sueca del doctor Otto Nordenskjöld

Los sucesivos hechos que señalaron la presencia argentina en la Antártida a principios del siglo pasado adquirieron especial significado con la participación del Alférez de Fragata de la Armada Argentina José María Sobral en una expedición que marcó uno de los puntos de partida de la actividad científica nacional en el continente blanco.

El Alférez Sobral, con 21 años de edad, embarcó en el “Antartic”, buque de la expedición sueca del doctor Otto Nordenskjöld, hacia fines de 1901.

Su participación en calidad de representante del gobierno argentino se enriqueció ampliamente con las labores científicas programadas y con la estadía, que debido a circunstancias meteorológicas las cuales condicionaron el desarrollo de la expedición se prolongó por dos años entre los hielos, hasta su rescate y triunfal regreso en la corbeta ARA “Uruguay”.

Otto Nordenskjöld pertenecía a una ilustre familia de científicos y exploradores y llevaba en su sangre la inclinación por los viajes polares. Con la esperanza de cooperar con el VI Congreso Internacional de Geografía, Nordenskjöld realizó en 1895 un viaje de exploración científica al sur argentino, entre el Canal Beagle y el río Santa Cruz.

El viaje al Sur

El 21 de diciembre de 1901, con pocos testigos que asistieron a su zarpada, soltaron amarras del puerto de Buenos Aires a bordo del “Antarctic” y pusieron proa al sur. Comenzaba la aventura antártica. El capitán era Carlos Antonio Larsen, seleccionado personalmente por Nordenskjöld por su familiarizada relación con los hielos –ya que había estado al mando de buques de pesca en el ártico durante muchos años –.

Realizar observaciones meteorológicas, tomar la temperatura del mar, estudiar y clasificar las distintas especies de peces que acompañaban al “Antartic” en el primer tramo de su derrota hasta las Islas Malvinas, eran tareas de todos los días.

Desde Malvinas hasta Isla de los Estados, el mar los esperó con un duro temporal dificultando la navegación. El primer encuentro con los hielos sucedió en la zona de las Islas Shetland del Sur. Los suecos y noruegos –veteranos de las tierras polares del norte– se sorprendieron de la dureza, soledad y salvaje belleza del paisaje antártico. Los icebergs aumentaban a medida que se avanzaba.

Siguieron hacia el sur pero los campos de hielo no permitieron continuar avanzando y fue así como se decidió el emplazamiento en las proximidades de Cerro Nevado, para comenzar los trabajos de instalación de la estación invernal. El buque depositó en la solitaria isla de Snow Hill –en proximidades de la actual Base Antártica Conjunta Marambio– a los seis expedicionarios que invernarían allí y emprendió el regreso.

Una vez serenados de la emoción de la partida, los solitarios habitantes de Snow Hill comenzaron las tareas. Al día siguiente comenzaron la construcción de la casa que los albergaría. Los esperaba todo un invierno entre hielos, 1902 fue el primer año de invernada.

El hundimiento: otro año entre los hielos

Al verano siguiente, el “Antartic” retornó a buscar a los expedicionarios, pero aprisionado entre los hielos, se hundió con lentitud destrozado por la presión de éstos; mientras el Alférez Sobral junto a otras seis personas que lo acompañaban esperaban su arribo.

La tripulación del “Antartic” quedó abandonada a su suerte y al mando del capitán Larsen, avanzaron caminando sobre el campo helado hasta la isla Paulette, donde construyeron una choza de piedra preparándose para enfrentar el duro invierno antártico.

Así fue como los seis habitantes de Snow Hill – entre ellos el Alférez Sobral– debieron pasar otro año entre los hielos, esta vez involuntariamente. Fueron así dos años de nieve, focas, pingüinos, con fríos de hasta 40°C bajo cero. Vivieron en una casa de madera de cuatro por seis y medio metros, a la que el viento huracanado hacía estremecer; aislados del mundo y con escasos víveres.

La epopeya del rescate

Tanto en Argentina como en el resto del mundo crecía la preocupación por el destino de los expedicionarios y el Gobierno nacional decidió intentar el rescate. Para ello, la Armada Argentina eligió a la ya veterana corbeta ARA “Uruguay”. El imprevisto suceso la sacaría de su modesta situación para proyectarla a la primera plana de los periódicos del mundo.

Acondicionada convenientemente y puesta al mando del Teniente de Navío Julián Irizar – hombre de mar, capaz y valiente–, la nave siguió los pasos del “Antartic” con rumbo Sur y zarpó el 8 de octubre de 1903. Cargaba en su casco de madera la esperanza de vida de los jóvenes suecos y de Sobral.

Tras un paso por Ushuaia, dejó atrás los primeros témpanos en una derrota compleja y cautelosa que le permitió llegar el 8 de noviembre de 1903 a Snow Hill, donde se encontraban los expedicionarios y algunos tripulantes del “Antartic”. Sobral pudo reconocer a lo lejos a la “Uruguay”, que fuera la nave sede de la Escuela Naval Militar durante su instrucción. Luego la corbeta se dirigió a la Isla Paulet donde rescataron a los náufragos del “Antartic”.

El regreso fue difícil. La corbeta ARA “Uruguay” debió soportar un tremendo temporal y sus palos se quebraron, debiendo ser cortados a hacha en medio de terribles rolidos.

Pero la “Uruguay” era un buque muy marinero y estaba bien tripulada. Irizar demostró sus condiciones de marino avezado y su gran preparación técnica; y logró llevar su herida nave hasta Santa Cruz, desde donde el telégrafo llevó el feliz mensaje a Buenos Aires… y de allí, al mundo.

El regreso

La recepción en Buenos Aires fue memorable. Centenares de personas se agolparon en el puerto, el mismo que desolado había despedido al “Antartic”. Gritando vivas a la Armada, a Irizar, a los suecos y al Alférez Sobral. La corbeta entró a la dársena el 2 de diciembre de 1903 con visibles signos de su lucha con el mar, rodeada de embarcaciones empavesadas. El desfile de honor no pudo realizarse por la enorme multitud que llevó en andas y vitoreó a los héroes de la corbeta ARA “Uruguay”, celebrando su triunfo. Triunfo del pueblo argentino en general y de la Armada Argentina en particular, que significó el reconocimiento de la Nación Argentina en el mundo.

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