Nuestra presencia incondicional no responde exclusivamente al espíritu solidario de un grupo organizado de personas, sino al deber y a la capacidad profesional de los integrantes del Ejército. Se trata tanto de la responsabilidad que asumimos por las funciones complementarias que se nos asignan, como de la especial aptitud que nuestros hombres y mujeres tienen para cumplir tales funciones, gracias al adiestramiento constante y a la formación específica para la ejecución de operaciones militares.

En el marco de esas funciones complementarias, las acciones de protección civil se organizan en tres modalidades: ayuda humanitaria, vinculada a emergencias, catástrofes y limitaciones sociales críticas en nuestro país; asistencia humanitaria, que involucra apoyos en situaciones de emergencia de otros países, y apoyo a la comunidad, que abarca tareas que, sin mediar una emergencia, contribuyen a mejorar la calidad de vida y el bienestar de la población.

La participación en la “Operación General Manuel Belgrano” es un claro ejemplo de ayuda humanitaria. Desde el inicio de la pandemia, el Ejército trabajó en la distribución de alimentos; elaboración y reparto de comida; instalación de puestos sanitarios y campañas de vacunación; armado de carpas en hospitales regionales; entrega de camas para hospitales de emergencia; acondicionamiento de depósitos de alimentos y materiales; producción de cloro, barbijos y camisolines, e instalación de medios de comunicaciones, entre otras actividades.

Contar con recurso humano altamente capacitado, y disponer de una organización y logística de gran magnitud hace posible que nos aboquemos a distintas tareas en forma simultánea. Tal es el caso de la Operación Fotheringham, el auxilio en las nevadas de 2020, las campañas en el Chaco, o la lucha contra el fuego en el litoral. Todas acciones que, si bien no constituyen nuestra razón de ser, nos permiten estar junto a quienes más lo necesitan, contribuyendo de manera invaluable al bienestar de los habitantes.