Presidencia de la Nación

Día del Escritor

Se conmemora el 13 de junio, en homenaje al nacimiento de Leopoldo Lugones (1874-1938), poeta, cuentista, ensayista y novelista argentino.

La Secretaría de Cultura de la Nación, a cargo de Leonardo Cifelli, conmemora el Día del Escritor, que se celebra todos los 13 de junio en honor al nacimiento de Leopoldo Lugones (1874-1938), un artista que a través de sus variadas obras lideró la vanguardia literaria del modernismo de finales del siglo XIX.

El escritor argentino Leopoldo Lugones.
El escritor argentino Leopoldo Lugones.

En 1928, Lugones fundó y se convirtió en el primer presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), la asociación civil que, tras el suicidio del escritor en 1938, declaró al 13 de junio como el Día del Escritor en la Argentina.

“Lunario sentimental”, poemario de Leopoldo Lugones publicado en 1909.
“Lunario sentimental”, poemario de Leopoldo Lugones publicado en 1909.

Lugones había nacido en el norte de la provincia de Córdoba, el 13 de junio de 1874. Desde joven tuvo inquietudes intelectuales y políticas, lo que hizo que, hacia mediados de la década de 1890, organizara uno de los primeros clubes donde se discutieron muchas de las ideas socialistas del momento. En Buenos Aires, ya casado, fundó con José Ingenieros el diario La montaña.

Leopoldo Lugones (a la derecha) practicando esgrima.
Leopoldo Lugones (a la derecha) practicando esgrima.

Paralelamente, nació su vocación de escritor: compuso poesías, cuentos, relatos, ensayos y una novela. Entre ellos: La guerra gaucha; Odas seculares; Romances del río Seco; conferencias dedicadas al gaucho y al Martín Fierro, que se publicaron en 1916 con el título El payador, reivindicando al gaucho como una figura cantora y alegre, alejándose del gaucho de la queja de José Hernández. Su única novela fue El ángel de la sombra.

A la vez, y a partir de su prolífica obra, Lugones se convirtió en uno de los primeros en inaugurar el modernismo literario en Buenos Aires: aquella revitalización de la literatura que acompañaba el crecimiento urbano de la ciudad. El autor trabajó por la renovación y enriquecimiento del lenguaje, inspirado en el simbolismo europeo, como la obra de Victor Hugo. Por otra parte, el contexto histórico que le tocó vivir estuvo atravesado por la pregunta sobre la identidad argentina. Es por ello que creyó necesario construir un idioma nacional. Para él, la lengua era una de las cuestiones más importantes de la nacionalidad.

El escritor argentino Leopoldo Lugones.
El escritor argentino Leopoldo Lugones.

El rol de la escritor y el destino de la nación siempre fue un vínculo presente en muchos de sus poemas. Por ejemplo, “La voz contra la roca” –publicada en su libro Las montañas de oro (1897)– expresa la llegada de un poeta, un “héroe elegido por Dios”, para transmitir su mensaje al pueblo: el devenir del nuevo mundo. Jorge Luis Borges fue uno de los primeros en posicionar a Lugones como uno de los escritores imprescindibles de la literatura argentina. En 1960, Borges le dedicó el prólogo de El hacedor.

El 18 de febrero de 1938, en un recreo del Delta de San Fernando llamado El Tropezón, Lugones bebió un vaso de whisky con cianuro y así puso fin a su vida. Al momento de su muerte, había dejado sobre la mesa media botella de whisky, un artículo inconcluso y una carta que decía: “No puedo terminar el libro sobre Roca. Basta”. ¿Engaño amoroso, vergüenza social, repudio antidemocrático, la página en blanco? Todavía hoy se especulan las causas del suicidio.

Al día de hoy, las luces literarias de Lugones continúan brillando.

Prólogo de El hacedor, (1960) por Jorge Luis Borges dedicado a Leopoldo Lugones

Los rumores de la plaza quedan atrás y entro en la Biblioteca. De una manera casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un orden, el tiempo disecado y conservado mágicamente. A izquierda y a derecha, absortos en su lúcido sueño, se perfilan los rostros momentáneos de los lectores, a la luz de las lámparas estudiosas, como en la hipálage de Milton. Recuerdo haber recordado ya esa figura, en este lugar, y después aquel otro epíteto que también define por el contorno, el árido camello del Lunario, y después aquel hexámetro de la Eneida, que maneja y supera el mismo artificio:

Ibant obscuri sola sub nocte per umbram.

Estas reflexiones me dejan en la puerta de su despacho. Entro; cambiamos unas cuantas convencionales y cordiales palabras y le doy este libro. Si no me engaño, usted no me malquería, Lugones, y le hubiera gustado que le gustara algún trabajo mío. Ello no ocurrió nunca, pero esta vez usted vuelve las páginas y lee con aprobación algún verso, acaso porque en él ha reconocido su propia voz, acaso porque la práctica deficiente le importa menos que la sana teoría.

En este punto se deshace mi sueño, como el agua en el agua. La vasta biblioteca que me rodea está en la calle México, no en la calle Rodríguez Peña, y usted, Lugones, se mató a principios del treinta y ocho. Mi vanidad y mi nostalgia han armado una escena imposible. Así será (me digo) pero mañana yo también habré muerto y se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de símbolos y de algún modo será justo afirmar que yo le he traído este libro y que usted lo ha aceptado.

Jorge Luis Borges le dedicó a Leopoldo Lugones el prólogo de “El hacedor”.
Jorge Luis Borges le dedicó a Leopoldo Lugones el prólogo de “El hacedor”.

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