Cimientos y cerámicas en el patio del Cabildo
Las charlas al pie de la excavación se realizan los domingos y son gratuitas.
“El bar desapareció y así empezó todo”, recuerda el antropólogo y arqueólogo Néstor Zubeldía.
Se refiere a finales del año 2017. En ese momento en el patio del Cabildo funcionaba un restaurante que desde enero de 2013 no pagaba el alquiler. Por orden judicial ese restaurante fue desalojado y entonces Zubeldía, que hace más de diez años es el responsable del Área de Investigación y de la Biblioteca del Museo Nacional del Cabildo y de la Revolución de Mayo, presentó un proyecto para excavar allí en busca de restos culturales.
“El Cabildo construido en 1725 tenía cinco arcos de cada lado, tres fueron derrumbados y quedaron dos de cada lado, como lo vemos hoy. Cuando presenté el proyecto imaginaba que iba a encontrar los cimientos de esas arcadas que ya no están. Esta zona del Cabildo nunca había sido tocada en profundidad. Y teníamos una ventaja: en 1933, cuando el Cabildo se achicó para abrir la Diagonal Sur, cuando derrumbaban un edificio, no levantaban los cimientos porque no había maquinaria especializada”, cuenta Zubeldía.
El arqueólogo jamás pensó que encontraría todo lo que encontró. Al momento llevan hallados 2500 fragmentos de piezas y una cerámica casi entera. “Tiene en el cuello un motivo corrugado. Ese motivo, al igual que el unguiculado, que es la uña marcada en la cerámica fresca; y el cepillado, que es como un peine, son motivos característicos de la cultura Guaraní. Pero la cerámica no es Guaraní. Comenzamos a investigar y llegamos a la conclusión que hay cierta relación entre los cazadores recolectores del Río Salado, que tienen una cerámica muy parecida y probablemente deben haber hecho intercambios”, revela entusiasmado.
También se encontraron clavos oxidados de la época de los primeros Cabildos.
“Este es el segundo Cabildo que tenemos en la ciudad de Buenos Aires, que es de 1725. Es el primero que empezó a edificarse en ladrillos. El anterior, construido entre de 1604 y 1725, según los documentos del Cabildo, era enteramente hecho de barro y los techos eran de tejas. Esto es importante porque al final de este pozo de sondeo, empecé a encontrar materia orgánica, es decir que era un pozo de residuos. Empecé a excavar y me encontré con que ese pozo estaba por debajo de los cimientos de 1725. O sea que era del primer Cabildo. Encontramos cantidad de tejas y una pesa de telar de ese primer Cabildo”, dice Zubeldía con la cara iluminada por la emoción.
La construcción del Cabildo demandó desde 1725 a 1764, año en el que se colocó la campana y el reloj. Estos son los cimientos del Cabildo de 1810.
“Durante la construcción, iban comiendo al costado de los cimientos. Y si se les rompían los platos, las ollas, las descartaban allí. Esto conformaba un sedimento compacto, técnica utilizada por los indígenas, que se basaba en mezclar el hollín, lentículas de carbón, restos de grasa de los fogones y la cerámica descartada. Esto ayudaba, de alguna manera, a sostener el cimiento que está hecho únicamente de ladrillo y cal”, explica el especialista.
“También encontramos un cincel de bronce, que va a estar expuesto en el Cabildo. Es un cincel muy parecido, casi igual, al utilizado por los indígenas en la Quebrada de Humahuaca. Con esto, vemos la movilización de indígenas que había en aquella época. Los utilizaban como obreros para la construcción”, cuenta.
“Es muy importante contar esto, tomar conciencia sobre el patrimonio arqueológico, nos permite presentar el conocimiento de nuestro pasado”, dice Zubeldía e invita a toda la comunidad a participar de las Charlas al pie de la excavación donde él a veces y un museólogo en otras oportunidades muestran la excavación, cuentan la historia y responden todas las preguntas que les hacen chicos, chicas, jóvenes y adultos.
Las charlas son gratuitas y se realizan los domingos de 14.30 a 15.30 h y de 16.30 a 17.30 h. Durante la semana, quienes visiten el patio del Museo Nacional del Cabildo y de la Revolución de Mayo (Bolívar 65, ciudad de Buenos Aires) podrán ver trabajar a Zubeldía. “El arqueólogo nunca pierde la emoción del cucharín encontrándose con el objeto”, dice.