Ya en 1876, el ministro de Guerra, Adolfo Alsina, manifestaba al presidente Avellaneda, la imperiosa necesidad de contar con líneas telegráficas alámbricas. Esta iniciativa, que trajo aparejada la adquisición de los primeros medios técnicos y la enseñanza de la telegrafía en el Colegio Militar, es considerada como el nacimiento del Arma de Comunicaciones. En 1888 se crea la primera Subunidad de Telegrafistas insertada en el Batallón de Ingenieros Militares como 4ta Compañía (Zapadores, Pontoneros, Ferrocarrileros y Telegrafistas). Desde 1900 se desarrollan proyectos para mejorar las comunicaciones militares mediante la creación de nuevas unidades, reagrupando las existentes y obteniendo material de avanzada tecnología. En 1922 se crea la Dirección de Tropas y Servicios de Comunicaciones, fomentando a partir de allí la evolución de las comunicaciones militares en forma constante y progresiva, conformándose la Inspección y la Escuela de Comunicaciones, orgánicas del Centro de Instrucción de Ingenieros. Este impulso estructural y técnico se materializó con la creación del Arma de Comunicaciones, por decreto del 26 de octubre de 1944. Desde entonces, el Arma ha acompañado los cambios tecnológicos y las necesidades de la conducción del Ejército.

Actualmente, el Sistema Único de Comunicaciones e Informática del Ejército abarca cinco ejes fundamentales: las comunicaciones, la informática, la guerra electrónica, la ciberdefensa y el desarrollo de software. La integración de estos subsistemas en una plataforma única posibilita el comando y control de la Fuerza, acompañando las necesidades de la conducción.

Gracias a la vocación y el esfuerzo del personal, el desarrollo de software propio y la adquisición de nuevos equipos, los elementos de Comunicaciones están en condiciones de desplegar el SITEA, un sistema que permite a los comandantes contar con información oportuna y precisa para la toma de decisiones.

Hoy, la Dirección de Ciberdefensa del Ejército se erige como la principal barrera frente a las agresiones que sufren nuestros sistemas informáticos, rechazando ataques a las redes y servidores, y preservando tanto la propia capacidad de comando como las bases de datos, de forma ininterrumpida, lo que exige un gran esfuerzo y evidencia la dedicación del personal.