25 de octubre: Día del Conscripto Naval
Se conmemora en honor al heroico accionar del conscripto naval Anacleto Bernardi fallecido el 25 de octubre de 1927 cuando intentaba salvar a los náufragos del trasatlántico “Principessa Mafalda”.
Desde el comienzo mismo de la incorporación de ciudadanos al Servicio Militar Obligatorio se produjeron hechos de valía en las distintas Fuerzas Armadas realizados por quienes, cumpliendo con el imperativo de la ley, eran convocados para aprender a defender la Patria.
Uno de ellos fue la extraordinaria acción de Anacleto Bernardi, en 1927, protagonizada por este humilde joven, pero de tal magnitud de coraje y generosidad, que convirtieron su entrega en una verdadera epopeya.
Esa acción fue el motivo por el que la Armada Argentina, a través de la Resolución del 25 de octubre de 1976, instituyera el Día del Conscripto Naval como homenaje a quien, en cumplimiento de su deber, ofrendara su propia vida para salvar la del prójimo.
Esta ocasión es propicia también para recordar orgullosamente a los conscriptos navales que ofrendaron su vida con dignidad y coraje en cumplimiento del deber a bordo del rastreador ARA «Fournier», del aviso ARA «Guaraní», del crucero ARA «General Belgrano» y en las Islas Malvinas y Georgias del Sur, durante el Conflicto del Atlántico Sur.
Esta fecha es propicia también para recordar a todos aquellos conscriptos de la Armada Argentina que a través del tiempo escribieron páginas de entrega y valor. Muchos de ellos quedaron vinculados con la Institución, tal es el caso del doctor Horacio Balestrini, médico veterinario, quien se jubiló recientemente como Jefe de Veterinaria en la Agrupación Perros de Guerra del Batallón de Seguridad de la Base Naval Puerto Belgrano, luego de una extensa trayectoria en la Institución.
Nacido hace 67 años en la localidad cordobesa de Arias, a Horacio Balestrini le tocó el Servicio Militar a los 20 años, cuando aún estaba cursando sus estudios universitarios en la Universidad Nacional de Río Cuarto.
“En esa época se realizaba el Servicio Militar Obligatorio y, mientras estudiaba, me tocó el servicio en la Base Naval Puerto Belgrano (BNPB)”, recuerda, por lo que podía postergar la fecha para cumplirlo hasta haber finalizado la carrera universitaria. En marzo de 1980 se recibió como médico veterinario y cinco meses más tarde se incorporó a la Armada Argentina.
“En ese momento había dos destinos navales donde tenían animales, en Azul y en Puerto Belgrano. Siendo Guardiamarina en Comisión elegí Puerto Belgrano y ahí llegué a la Agrupación Perros de Guerra del Batallón de Seguridad. Estando casi a 1.000 kilómetros de distancia de casa, para mi familia fue algo duro, pero ellos –padres y hermano menor– pensaban que al terminar iba a volver a Córdoba; no fue así”.
“En Puerto Belgrano había muchas actividades deportivas en los clubes hípicos tanto de oficiales como de suboficiales; la Agrupación Perros de Guerra tenía 80 animales en ese entonces; había una producción agropecuaria en la zona de Baterías adonde había tambos y producción ganadera; y así mi profesión resultó útil para la Armada”, cuenta Horacio.
A lo que agrega que, en aquella época, por el hecho de ser universitario hizo dos años como Oficial de Marina de la Reserva y luego esperó un par de años más para cubrir una vacante en el destino como Agente Civil. La experiencia personal del Servicio Militar Obligatorio había cambiado su destino personal.
“En mi caso, volqué mis conocimientos en el trabajo, casi sin darme cuenta que lo que estaba haciendo era el Servicio Militar Obligatorio, con la intención de cumplir el año y ocho meses que tenía que cumplir, pero me ofrecieron quedarme y acepté”. Recuerda las exigencias físicas, el cumplimiento de las normas, la disciplina y agradece haber recibido esta formación, valorándola para la propia vida.
Horacio conserva también amistades que nacieron hace 42 años cuando vino a Puerto Belgrano a cumplir con el Servicio Militar Obligatorio, como así también el vínculo que aún mantiene por redes sociales con cientos de conscriptos que posteriormente pasaron por el Batallón de Seguridad de la Base Naval Puerto Belgrano, donde él permaneció destinado desarrollando su profesión hasta su jubilación.