Presidencia de la Nación

El edificio


El edificio, patrimonio colonial

Recorriendo la vieja cárcel de mujeres, por María Laura Garrigós
Una recorrida por el ex Asilo Correccional de Mujeres. Marcas y testimonios de un sitio a preservar y recuperar. El patrimonio edilicio y documental, garantía de las memorias para las generaciones presentes y futuras.



María Laura Garrigós (1954) es abogada. Se especializó en Derecho Penal (UP) y en Administración de Justicia (UBA). Se desempeñó como miembro de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal. Fue socia fundadora de la Asociación de Mujeres Jueces de Argentina y ex Presidenta de la Asociación Justicia Legítima. Ex jueza de Casación Penal, es la actual Subsecretaria de Asuntos Penitenciarios e Interventora del SPF.


El museo: historia de un patrimonio, por Nicolás Ferrino
Desde la época de la Colonia el barrio de San Telmo evidenció las incursiones jesuíticas y el impacto de sus construcciones. El edificio de la vieja Residencia y su particular arquitectura. La transformación arquitectónica y su conversión en Asilo Correccional, hasta el presente.



Nicolás Ferrino (1977) es arquitecto. Se especializó en Conservación, Preservación y Reciclaje de Edificios de Valor Patrimonial (FADU-UBA). Es docente adjunto de Historia de la Arquitectura II (FADU-UBA) y docente de Historia de la Arquitectura (UADE). Participó en congresos y publicaciones científicas relacionadas al patrimonio arquitectónico, especialmente sobre la obra de los Jesuitas en América.

En el histórico barrio de San Telmo, sobre la calle Humberto Primo, se ubica el singular Museo Penitenciario Argentino Antonio Ballvé.

Edificio de características únicas, su historia se remonta a las primeras décadas del 1700, cuando la capital del Virreinato del Río de la Plata -dependiente de la Corona Española- contaba con apenas un puñado de habitantes. En los períodos de lluvia intensa el arroyo Tercero del Sur se desbordaba y el centro urbano (marcado por la Catedral), y su arrabal sureño (los Altos de San Pedro) quedaban aislados, inhabilitando a sus habitantes a cumplir con los deberes administrativos, religiosos y educativos.

Para satisfacer estas demandas cívicas y religiosas, en 1735 la Compañía de Jesús, bajo la dirección del arquitecto y religioso Andrés Blanqui, comienza la construcción de un complejo arquitectónico que incluiría un templo dedicado a Nuestra Señora de Belén y un colegio que brindaría la doctrina cristiana, complementado con una Casa de Ejercicios Espirituales para hombres, las obras fueron continuadas por Juan Bautista Prímoli y Martin Schmidt y finalmente intervino Antonio Masella que se encargó principalmente de la ejecución de la capilla que se encuentra dentro del claustro principal.

Algunas décadas más tarde, el rey Carlos III ordena la expulsión de la orden jesuítica de todos los territorios de la Corona y la Casa de Ejercicios se convierte en espacio para el recogimiento de mujeres extraviadas y "de mal vivir", que estaban alojadas hasta ese entonces en la Cárcel del Cabildo.

Durante las Invasiones Inglesas, expediciones militares emprendidas por el Imperio británico entre 1806 y 1807, el predio se convierte en depósito y cuartel de tropas hasta que, con la instalación del gobierno patrio en 1810, pasa a jurisdicción estatal primero como hospital militar y después como hospicio de enfermos mentales. Años más tarde sería la “Penitenciaría de la Residencia”, alojando a mujeres y deudores, y un albergue para menores abandonados.

En 1890 se hace entrega de la parte más antigua del edificio a la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, una orden religiosa de origen francés que tenía trayectoria en administrar institutos de detención para mujeres en diferentes países de América Latina (Uruguay, Chile, Paraguay, Colombia), Europa y Estados Unidos. La Orden queda a cargo de la Cárcel de Mujeres y del Correccional de Menores. Durante casi 100 años las religiosas de la Orden mantienen la administración del Asilo Correccional bajo un régimen disciplinario, abogando por una regeneración espiritual y moral a través de prácticas del oficio piadoso.

En 1971 la fuga de un grupo de presas políticas hace evidente las dificultades de la administración religiosa volviéndola insostenible. Luego de casi 85 años de dirigencia, en 1974, la Orden del Buen Pastor abandona el Correccional y el Servicio Penitenciario Federal se hace cargo de su gestión, y traslada a las mujeres al actual Instituto Correccional de Mujeres (Unidad 3), en la localidad de Ezeiza. A partir de ese momento comienza a funcionar en la planta alta del edificio la Academia Superior de Estudios Penitenciarios.

El 4 de diciembre de 1980 se inaugura, en planta baja, el Museo Penitenciario Argentino Antonio Ballvé, denominación que reivindica la figura de quien fuera director de la Penitenciaría Nacional entre 1904 y 1909, pionero de cambios fundamentales dentro de las políticas criminológicas y de la gestión penitenciaria. Las salas del museo exhiben el patrimonio histórico del Servicio Penitenciario Federal, con objetos emblemáticos como el traje a rayas portado por los reclusos de Ushuaia, los grilletes, parte del mobiliario de la Penitenciaría Nacional, elementos de trabajo de los y las detenidas, objetos pertenecientes a sus funcionarios y documentación de archivo como la serie de historias criminológicas, planos y mapas, revistas penitenciarias, entre otros.

En el presente, bajo el Programa de Recuperación del MPA, la institución busca dar tratamiento archivístico integral a toda la documentación del archivo histórico del SPF y garantizar la accesibilidad para la consulta pública.

Arquitectura penitenciaria

La arquitectura penitenciaria, por Matías Ruiz Díaz
Una revisión histórica por las construcciones penitenciarias y los distintos modelos carcelarios. Los sistemas panópticos y radiales. Fugas y demoliciones. La Penitenciaría Nacional, la cárcel “emblema”, y el “Presidio de Fin del Mundo”, puntapié de Ushuaia.



Matías Ruiz Díaz (1986) es arquitecto. Se desempeña como docente de Historia de la Arquitectura (UBA y UNLP). Es Magíster en Historia y Crítica de la Arquitectura, Diseño y Urbanismo, con beca UBACyT, con una tesis dedicada a la historia urbana de las cárceles de la Ciudad de Buenos Aires. Actualmente es doctorando en Historia (IDAES - UNSAM).

http://www.iaa.fadu.uba.ar/omp/index.php/iaa/catalog/book/tesis6

Como espacio de detención, el Asilo Correccional de mujeres fue una excepción a las propuestas de las cárceles modélicas para hombres de fines del siglo XIX. La Penitenciaría Nacional (1877-1962) fue, sin dudas, la cárcel insignia de aquél proyecto modernizador del Estado.

Con una estructura de claustro, el edificio ubicado en el barrio de San Telmo albergó a lo largo de su historia a centenares de mujeres y niñas, alojadas allí en convivencia por las más diversas causas. En las memorias de la institución se dejan ver los problemas edilicios como una constante en el funcionamiento cotidiano del Asilo Correccional. Hacinamiento, insuficiente mobiliario y escasos recursos para las reclusas, filtraciones pluviales, inundaciones. Las hermanas de la Orden insistieron, durante sus casi 100 años de gestión, en la petición al Estado de mayores fondos económicos.

En 1911, en un Congreso Penitenciario en Washington, el Dr. Armando Claros -Director de la Penitenciaría-, reclamó un mayor análisis sobre la situación de las mujeres recluidas: “[...]Las menores abandonadas e incorregibles se hallan a cargo de asociaciones primeras cuyo amparo caritativo las protege[...] La cárcel, única instalada en la ciudad, es un edificio antihigiénico e inadecuado. Unas y otras, abandonadas y delincuentes, necesitan el albergue y la prisión moderna, con la condición y las ubicaciones que favorezcan a la aplicación de los métodos reformatorios, [...] para su educación e instrucción[…] El amparo de las desvalidas, la protección de las abandonadas y la corrección de las mal inclinadas, no puede ser obra voluntaria de la beneficencia eventual, sino que es deber permanente y obligatorio del Estado. La caridad se complace en mitigar penas y dolores, pero a la autoridad le corresponde preservar la salud moral del cuerpo social, garantizar sus derechos y empeñarse en hacer de hoy, las honestas y laboriosas ciudadanas del mañana."

Las fugas de presas políticas en los años 70’ (en el Asilo Correccional de Buenos Aires y en el Buen Pastor de Córdoba), precipitaron el traspaso de la gestión y de la administración de la pena al Servicio Penitenciario Federal.

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