Hidrógeno y transición energética
El hidrógeno ha cobrado protagonismo por el rol que puede jugar de cara a los desafíos de la descarbonización. Se trata de un vector energético que sirve para almacenar y transportar energía, aunque también se utiliza como insumo en diversos procesos industriales como la siderurgia, el refino de hidrocarburos y la producción de fertilizantes.
Actualmente el hidrógeno industrial se obtiene a partir de gas natural u otros combustibles fósiles en procesos que generan emisiones de GEI (como el reformado de gas natural con vapor). Pero el hidrógeno de bajas emisiones es el que se obtiene por electrólisis de agua a partir de energías renovables (hidrógeno verde) o utilizando energía nuclear (hidrógeno rosa); o el que incorpora a los métodos actuales tecnologías de captura, almacenamiento y uso de CO2 (CCUS) (hidrógeno azul). El hidrógeno de bajas emisiones permite reducir hasta un 100% de las emisiones asociadas a la producción de hidrógeno, en comparación con los procesos actuales de obtención de H2.
El hidrógeno de bajas emisiones puede ser utilizado como combustible directo (su combustión genera vapor de agua) o en otros compuestos como el metanol o el amoníaco.
El hidrógeno de bajas emisiones involucra varias cadenas de valor: la asociada a la generación de energías; a la producción y almacenamiento de hidrógeno en sí y de sus subproductos y derivados; y las cadenas relacionadas con los usos del hidrógeno y sus aplicaciones.
Cada una de estas cadenas a su vez están compuestas por segmentos específicos que requieren de un abanico amplio de competencias tecnológicas e industriales. Entre ellas destacan: (i) la provisión de insumos y materiales críticos; (ii) la producción de bienes de capital, así como sus partes y piezas; (iii) la construcción de infraestructuras para transporte y almacenamiento; (iv) la provisión de servicios intensivos en conocimiento, desde servicios de ingeniería hasta actividades de investigación y desarrollo; (v) la adaptación de bienes y servicios para el uso del hidrógeno de bajas emisiones; (vi) la producción de productos derivados del hidrógeno como los combustibles sintéticos, y (vii) la producción de bienes industriales utilizando hidrógeno de bajas emisiones para el acceso a nuevos mercados, como acero o fertilizantes de de bajas emisiones.
El incremento en los niveles de ingreso per cápita y las transformaciones productivas fueron acompañadas a lo largo de la historia moderna por un aumento significativo de las emisiones de GEI y la degradación ambiental.
Desde 1820 a la actualidad, las emisiones de GEI per cápita se multiplicaron más de 100 veces. En la actualidad, los sectores que concentran la mayor cantidad de emisiones son la generación de energía y los procesos industriales (58% de las emisiones totales). En estos sectores el hidrógeno puede jugar un papel central en reducción de emisiones de GEI.
Uno de los rasgos más relevantes que presenta la economía del hidrógeno es que la comercialización internacional del recurso, ya sea en forma directa, utilizando otros vectores energéticos (como amoníaco o metanol), o en productos descarbonizados en origen (como acero o fertilizantes), habilita la posibilidad de transportar energía de bajas emisiones entre diferentes regiones. De esta forma, la producción y comercialización del hidrógeno de bajas emisiones puede contribuir a acelerar la descarbonización de aquellos países que presentan mayores necesidades energéticas y que no alcanzan a cubrirlas con sus propios recursos.
Es esperable que la demanda de hidrógeno de bajas emisiones crezca en base a dos componentes: i) por su contribución a la descarbonización de industrias actuales y ii) por los nuevos usos en aquellas actividades que pueden incorporarlo para reducir emisiones.