Presidencia de la Nación

Ataque al Aviso ARA “Alférez Sobral”


El sábado 1 de mayo por la tarde, un avión Canberra de la Fuerza Aérea Argentina fue derribado a unas 100 millas náuticas (185 km) al norte del Estrecho de San Carlos. Por encontrarse operando en cercanías, el Aviso ARA “Alférez Sobral” recibió la orden de buscar y rescatar a los dos tripulantes sobrevivientes.

Habían pasado solo 30 minutos de iniciado el 3 de mayo cuando el “Sobral” fue detectado por unidades navales enemigas que enviaron un helicóptero a verificar su posición. Cuando el primero sobrevoló la unidad, el Comandante del buque, Capitán de Corbeta Sergio Raúl Gómez Roca, ordenó cubrir puestos de combate. Cuando la segunda aeronave apareció, la tripulación argentina abrió fuego con su cañón de 40 mm y ametralladoras de 20 mm, pero dadas las condiciones del mar y la escasa visibilidad, solo lograron alejar momentáneamente a los helicópteros, que en segundos regresaron para atacarlo con misiles aire-superficie Sea-Skua.

Un misil impactó en la lancha del buque, repartiendo esquirlas e hiriendo a varios tripulantes, mientras que otro pasó por encima del “Sobral”, que respondía el ataque con fuego de artillería.

El Capitán Gómez Roca pidió un informe de daños y de los heridos, que ya eran tratados por el médico y el enfermero de a bordo. Observó también que el enemigo podría lanzar sus misiles fuera del alcance de las armas del aviso, tornándolas ineficaces, por lo que, priorizando la seguridad del personal, ordenó desalojar las cubiertas superiores y la superestructura.

Solo él y los hombres indispensables permanecerían en el puente de comando y el cuarto de radio. El enemigo volvió a atacar. Un misil destruyó por completo el puente, al igual que el cuarto de radio que se hallaba directamente debajo. El palo de proa cayó y las innumerables esquirlas provocaron averías en toda la parte superior y media del buque. El sector de proa se llenó de humo. El puente de comando quedó totalmente arrasado, hierros al rojo vivo y un incendio que cobraba fuerza. El Comandante y los que allí se encontraban habían muerto. Era la 01:20 de la madrugada del 3 de mayo.

A partir de ese momento, el Segundo Comandante, Teniente de Navío Sergio Bazán, herido en una pierna por una esquirla, debió asumir el comando de un buque con el timón averiado; el puente con todo el instrumental, cartas y elementos de navegación destruidos; la radio en ruinas; un incendio a bordo; ocho muertos (incluido el Comandante) y ocho heridos, personal con contusiones y heridas menores; y la perspectiva de recibir nuevos ataques. Solo sobrevivirían si lograban llegar al continente por lo que, a partir de entonces, una vez controlado el incendio y reparado precariamente el sistema de timón, se organizó el regreso.

Durante todo el día 3 se navegó esperando el ataque británico, que finalmente no se concretó. Excepto los vigías, apostados al efecto, todo el personal permaneció bajo cubierta ya que no quedaban armas en condiciones de uso. Con la ayuda de brújulas terrestres del equipo de desembarco, que no sirven de mucho a bordo por el magnetismo del buque, y con una “rosa” rescatada de un compás magnético destruido lograron una idea aproximada del rumbo. El cielo cerrado de nubes impedía posicionarse por las constelaciones habituales.

En el interior del buque el estado era realmente precario: en proa, la energía había sido cortada y todo estaba mojado como consecuencia del agua arrojada para combatir el incendio. Tampoco había calefacción ni forma de calentar comida, por lo que el frío calaba hondo en los marinos.

Al día siguiente, con una radio portátil escucharon la noticia que informaba que el “Sobral” había sido hundido por fuerzas inglesas. También escucharon del rescate de los sobrevivientes del “Belgrano” y del hundimiento del “Sheffield” por la Aviación Naval. Les volvió la esperanza cuando una radio de Río Gallegos, en los habituales mensajes que se transmiten para apoyo a la comunidad en la Patagonia, incluyó uno en clave que decía: “Para el señor Gómez Roca, va gente a buscarlo a la estación”, lo que significaba que los estaban buscando.

Tras dos días de resistir los embates de la guerra y la hostilidad del clima austral, un helicóptero de la Fuerza Aérea Argentina los sobrevoló, retiró al herido más grave y los guió hacia el Buque de Desembarco de Tanques ARA “Cabo San Antonio”. Junto a él estaba el Destructor ARA “Comodoro Py” y un guardacostas de la Prefectura Naval, que lo acompañaron hasta Puerto Deseado. Lograron atracar la noche del 5 de mayo.

En los días siguientes alistaron lo mejor posible al “Sobral” y el 20 de mayo zarparon hacia la Base Naval Puerto Belgrano, arribando allí tres días después. Una vez en el Arsenal Naval Puerto Belgrano, su personal y la dotación reconstruyeron su puente de comando. El buque, que había recibido su nombre en homenaje al primer marino argentino que invernó en la Antártida, pudo seguir navegando por más de tres décadas.

En combate ofrendaron su vida por la Patria, además del Capitán de Corbeta Sergio Raúl Gómez Roca, el Guardiamarina Claudio Olivieri, el Cabo Principal Mario Alancay, los Cabos Segundos Daniel Tonina, Sergio Medina y Ernesto

Activar: 
0
Scroll hacia arriba