Tito Cossa y su gran amistad con Osvaldo Soriano: “Pasan los años y hay personas a las que uno sigue necesitando”
Hoy se cumplen 80 años del nacimiento del escritor Osvaldo Soriano. Futbolero, conversador y, por sobre todas las cosas, un gran amiguero. Para homenajearlo, conversamos con el dramaturgo Roberto "Tito" Cossa, uno de sus entrañables amigos.
Roberto "Tito" Cossa es uno de los dramaturgos más importantes del país. Con Osvaldo Soriano compartieron incontables cafés, cenas, paseos, charlas, anécdotas, cartas. Además de una amistad, los une el don de poder captar la esencia argentina. En la literatura de Soriano como en las obras teatrales de Cossa afloran los grandes dramas nacionales y se describen con aguda observación las distintas clases sociales: perdedores entrañables que la reman a viento y marea, antihéroes y soñadores, personas inescrupulosas que enfrentan situaciones grotescas, siempre inspiradas en la realidad social.
Osvaldo Soriano, "el gordo" para sus amigos, falleció muy joven. En sus 54 años de vida cosechó siete novelas, decenas de sus cuentos y contratapas en el diario Página/12; un amor francés, un hijo y sobre todo, muchos amigos. Gran narrador de historias, podía pasar horas contando anécdotas de lo más disparatadas en las que la tragicomedia y el sentir popular siempre estaban presentes.
Osvaldo y Tito se conocieron a principios de los 70 en el diario La Opinión. El oficio del periodismo fue un salvavidas que sirvió para pagar las cuentas y encontrarse con las historias más disímiles.
"El gordo era un tipo muy entrañable, divertido, muy rápido para tenerle afecto. Era humilde y algo inocente porque le gustaba saber cosas nuevas si yo le contaba algo que él no conocía y preguntaba, se informaba, era muy curioso y ansioso por conocer", recuerda Tito Cossa. "Cuando empecé a trabajar en el diario, no lo conocía, pero enseguida nos hicimos amigos. El gordo había entrado para hacer noticias comunes, pero él quería hacer deporte. Para Jacobo Timerman (director del diario) era una sección menor, sin interés, pero el gordo insistió tanto y al final lo convenció que le diera una página. ¡No lo podíamos creer, era una locura, con todo ese talento! ¡Cómo lo iban a poner en Deportes!
-Compartieron el periodismo, ¿les aportó el oficio para comprender la realidad y plasmar en sus obras algunos de los dramas del ser argentino?
-Tito Cossa: Sí, para Osvaldo seguro que sí, nunca lo hablamos pero creo que se reflejó más en la literatura que en el teatro. Él era un escritor nato, no hay caso, se ponía a escribir y le salían esos textos que conocemos. En Triste, solitario y final ya empieza con un mundo medio imaginativo con el Gordo y el Flaco, con Chaplin, ¡con él puesto en la novela! Eso fue de una audacia increíble. Esas notas que escribía en La Opinión eran verdaderos cuentos, divertidos, imaginativos. El gordo era medio vivo también, porque en el fondo, en sus cuentos, hablaba de cosas que sí ocurrían. Y el resto es parte de uno. En mi caso fui poniendo el oído mucho en la realidad. Yo empecé con obras realistas y después llegué a otras como La Nona o El viejo Criado, una obra que a Osvaldo le gustó mucho, que son otro estilo. Uno es lo que es, lo que le interesa, lo que les gusta contar, lo que siente que es lo que puede comunicar. Y otro tema es el oficio, eso sí, al oficio hay que seguir trabajándolo, mejorando.
Mientras escribía en La Opinión, cumplidos sus 30 años, Soriano publicó Triste, solitario y final, su primera novela, que fue un éxito en ventas. La escribió en 1973, tres años antes de exiliarse. En ella, Soriano se asume él mismo como personaje para parodiar al cine norteamericano a través de dos figuras tomadas de la realidad y la ficción. Luego del golpe cívico-militar de 1976, Soriano partió al exilio en México, Bruselas y Francia y no regresó hasta 1984. Estando afuera publicó dos novelas más, No habrá más penas ni olvido (1978), que relata en tono de tragicomedia la lucha interna entre peronistas de izquierda y derecha en un pueblo imaginario que funciona como metáfora de la Argentina. Soriano contó que, si bien No habrá más penas ni olvido se publicó durante su exilio, la novela fue escrita en Argentina. "Era un momento difícil de mi vida. Mi viejo se estaba muriendo. Yo estaba muy sensibilizado por ese disparate que ocurría en el país y que nos desbordaba en todos los aspectos: ¿qué era eso de que Perón bautizara como peronistas a quienes no lo eran y echara peronistas que sí lo eran? Todo esto, que tiene explicaciones políticas, a mí me parecía poéticamente siniestro".
La otra novela fue Cuarteles de invierno, en 1980. Estas dos novelas, junto con Una sombra ya pronto serás, fueron llevadas al cine. En el caso de No habrá más penas ni olvido fue su amigo Tito Cossa quien, convocado por el director Héctor Olivera, hizo la adaptación y guion de la novela.
"Cuando Olivera le dijo que me iba a dar la adaptación a mí, el gordo estaba muy contento. Trabajé con el espíritu de la novela y con muchas situaciones que están igual que en el texto original. No fue tan difícil adaptarla. Durante nuestra amistad, él me dio a leer algunos borradores y yo también le di a leer algunas obras de teatro, pero el trabajo más concreto que compartimos fue esta versión cinematográfica. Me enamoré mucho de su estilo, de su manera de contar, de su mundo, y además se parecía bastante al mío, aunque éramos diferentes porque yo escribía teatro y él novelas. Pero no dejo de pensar en ese humor, que lo manejaba tan bien, esa cosa imaginativa que tenía que lo hacía tan divertido y tan profundo".
Mientras Osvaldo vivió en Bruselas conoció a Catherine Brucher, con quien se casó en 1978 y tuvo a su hijo Manuel. Mientras pasaba noches enteras escribiendo, para aportar a la economía familiar consiguió un trabajo como “contador de cisnes”. Todos los días debía informar a las autoridades municipales cuántos cisnes había en un lago de Bruselas. Como nunca faltaba ninguno, Soriano pensó que podría quedarse sin trabajo, así que le pidió a un amigo que robase uno o dos patos por día para tener su labor garantizada.
"El gordo era pícaro, a él le gustaba contar entonces inventaba historias, no todo lo que contaba le ocurría. Una vez le conté una historia que me pasó en un colectivo en mi juventud y le divirtió mucho. Entonces él me contó otra que le pasó a él, también en un colectivo, y muchos años después, más de 20 años después, incluso el gordo ya se había muerto, veo que la historia del gordo estaba en una película de Harold Lloyd, que era uno de los grandes cómicos del cine mudo. ¡¡Lo que él contaba estaba en la película!! Tenía esas cosas. Tenía esas cosas que no molestaban a nadie porque era un tipo muy honesto en todo. Lo mismo con los patos o cisnes en Bruselas, muy poco creíble pero ¡qué importa! Nosotros nos divertíamos tanto escuchándolo. Era un tipo muy entretenido, con buenas armas, no era ni grosero ni agresivo, y tenía ese estilo, esa virtud de ponerle humor a cosas que pasaban y a otras que inventaba. Pero todas esas historias podían ser ciertas y aparte las contaba muy bien, con mucho detalle. Eso era también Soriano".
Durante el tiempo que duró el exilio Tito y Osvaldo Soriano se cartearon. Más de 20 cartas conserva Tito en algún rincón perdido en su nueva casa y afirma que fue absolutamente leal a ese intercambio: siempre respondió la correspondencia. Charlaban de política, de las penurias que los invadía y de la vida cotidiana. “¡Cómo le explico a los franceses que San Lorenzo descendió”, le escribía indignado Soriano.
"Él me contaba de su vida en París, de la gente que veía, de lo que estaba escribiendo. No recuerdo tanto más. Supongo que hablaríamos de política, de la guerrilla, pero básicamente a él le interesaba la vida cotidiana en Buenos Aires. ¿¡Cómo podés estar en Buenos Aires en medio de ese mundo criminal!?', me decía, y yo le contaba que vivíamos, comíamos, hacíamos el amor, teníamos una vida, amigos. Y sí, también le contaba que vivíamos con miedo. Una vez fui a París en el año 1981 y paré en su casa. Estuve 15 días y él me hacía pasear y hablábamos y hablábamos todo el tiempo. ¡Qué bien que la pasábamos en los cafés! Pero sobre todo en los de Buenos Aires, en París también pero no tanto, era tan distinto, tan lejano para mí eso".
-Osvaldo Soriano y el dramaturgo Carlos Somigliana fueron dos de sus grandes amigos. Hoy, a sus 88 años, ¿qué lugar ocupa la amistad en su vida?
-"Para mí la amistad es fundamental. Yo tengo gente muy cercana, de siempre. Siempre fui un tipo amigote y eso de la amistad es serio. Con Osvaldo y Carlos nos contábamos padecimientos, cosas personales que solo con ellos las compartía. Con el gordo me entendía por el humor. ¡A esa gente se la necesita! No es solo 'ahí está el gordo, a ver cuándo tomamos un café'. Es gente que pasan años, años y años y pasan, no sé, 40 años, y uno sigue necesitándolos. Ambos se fueron muy jóvenes, murieron a una edad donde muchos empezamos a vivir, pero bueno, es así. Con el recuerdo uno trae de vuelta a esos amigos, sobre todo a mi edad que uno se empieza a poner nostálgico, aparecen anécdotas o se viene a la memoria un encuentro que tal vez no fue tan importante pero aparece de repente, o recordás cómo fue cuando ellos estaban vivos, hasta qué punto uno los necesitaba. Pero también el tiempo va pasando y ellos están en el pasado".
Eduardo Galeano contó que poco antes de que muriera Soriano, murió la lagartija de su hijo Manuel, lo que fue un impacto tremendo para el pequeño. Cuando le tocó el turno a Osvaldo, su hijo le llevó al cementerio una carta para que su papá se la entregara a la lagartija, en el cielo. Cuentan por La Chacarita que durante un tiempo largo, muchos lectores, admiradores, gente que lo quería, también se acercaba al cementerio y le dejaba cartas para mantenerlo vivo en sus memorias.
"Me gusta recordarlo contando historias, leyendo sus novelas y me gusta cuando hablan de él en la radio, en la televisión y se habla bastante porque es un escritor que está al día en Argentina, que está vivo. Y por sobre todo, me gusta recordarlo en los cafés, ahí la pasábamos muy bien. Quiero decir que lo extraño, que lo extrañamos, no solo yo. Se lo extraña al gordo. Un tipo entrañable".
Para leer a Soriano
Novelas
Triste, solitario y final (1973)
No habrá más penas ni olvido (1978)
Cuarteles de invierno (1980)
A sus plantas rendido un león (1986)
Una sombra ya pronto serás (1990)
El ojo de la Patria (1992)
La hora sin sombra (1995)
Cuentos y artículos compilados
Artistas, locos y criminales (1983)
Rebeldes, soñadores y fugitivos (1988)
El Negro de París (1989)
Cuentos de los años felices (1993)
Piratas, fantasmas y dinosaurios (1996)
Arqueros, ilusionistas y goleadores (1998)
Cómicos, tiranos y leyendas (2012)