Presidencia de la Nación

Se realizó la Visita de las Cinco del mes de julio: Un golpe a la ciencia


Este sábado 27 de julio, en el Museo Sitio de Memoria ESMA, se realizó la Visita de las Cinco del mes, en el marco de los/las trabajadores/as desaparecidos/as de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Participaron Sara Rus, madre de Plaza de Mayo, sobreviviente de Auschwitz y madre de Daniel Rus; Manuel Rojas, amigo de Gerardo Strejilevich, y Diego Hurtado de Mendoza, profesor en historia de la ciencia en UNSAM y ex presidente de la Autoridad Regulatoria Nuclear. El cronista de la jornada fue Mario Wainfeld, escritor y periodista. El guía del Museo que acompañó la visita fue Luciano Donoso.

De la misma participaron casi 200 visitantes, entre los cuales estuvieron presentes los y las sobrevivientes Carlos Muñoz, Alfredo “Mantecol” Ayala, Laura Reboratti, Adriana Suzal y Leonardo Fermín Martínez. También participaron Vera Jarach y María Adela Antokoletz, Madres de Plaza de Mayo; Santiago Badillo, hijo de Jorge Luis Badillo; Roberto Salvarezza, diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires y ex presidente del CONICET; Darío Barón, director de Derechos Humanos de la Municipalidad de Concepción del Uruguay, e integrantes del Centro de Asistencia a Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos “Dr. Fernando Ulloa”.

La actividad comenzó en el Salón Dorado del edificio del ex casino de oficiales. Alejandra Naftal, directora ejecutiva del Museo Sitio de Memoria ESMA, dio la bienvenida a los presentes y habló sobre el tema que convocó a esta visita: “Hoy atravesamos una experiencia para poder reflexionar sobre la soberanía de nuestros recursos, nuestra ciencia y nuestra tecnología. Porque siempre decimos que este es un espacio para poder pensar de manera colectiva sobre lo que ocurrió y sobre lo que nos ocurre”.

Luego, Diego Hurtado de Mendoza afirmó: “Este período que estamos analizando es muy complejo. Voy a poner un ejemplo muy puntual, pero que es muy recurrente en las más de 50 entrevistas que hice: un ingeniero electrónico de 33 años, Roberto Ardito, desaparece en octubre de 1976. Él trabajaba en el grupo del acelerador de partículas que hoy se ve cuando pasamos por Av Constituyentes y Gral Paz. Un instrumento que fue muy costoso para la Argentina. Nos cuentan algunos físicos que trabajaban en ese momento, que vivían esos días como anestesiados. Un día Ardito dejó de ir a trabajar y circulaba de manera extra oficial que lo habían ido a buscar a su casa, que se lo habían llevado a él, a su esposa y a su hermana. Y estos científicos me cuentan que seguían trabajando y tardaron meses en entender que Ardito no iba a volver. Por eso resalto este concepto de seguir como anestesiados. Tenían la idea de que la dictadura se iba a terminar pronto y que esas inversiones las iba a heredar finalmente la democracia. Este grupo se termina organizando, se pone en contacto con la familia, lleva adelante reuniones clandestinas y trata de asimilar la desaparición de un compañero. En esos días de trabajo se hablaba poco, no se decían lo que se querían decir, porque era una manera de sobrellevarlo. Muchos años después van a poder reconstruir las experiencias”.

Del mismo modo, Mario Wainfeld, se refirió a la tarea de contar esta visita: “Estoy conmovido, sacudido por lo que estoy viendo, por lo que he hablado. La gran función del que cuenta es comprender, abarcar y entender todo lo que vamos a ver hoy. Porque estamos hablando de abismos”.

Asimismo, Manuel Rojas, contó que cuando estudiaba en la UBA con Gerardo Strejilevich, él lo llamó para decirle que lo estaban yendo a buscar a la casa: “Me pidió venir a mi casa y le dije que sí. A partir de ahí arrancó esta historia. Después, estando los dos secuestrados en el ex centro clandestino de detención Club Atlético alcancé a vislumbrar que éramos tres. Estaba también la novia de Gerardo, Graciela Barroca. Estando allí, me sacaron a algún lugar mucho más fresco, cerca de la calle. Escuché la voz de Nora. Esa fue la voz que alcancé a distinguir y eso me hizo ser consciente de que en realidad éramos cuatro”.

Finalmente, Sara Rus relató cómo era su hijo Daniel Rus: “Daniel era un físico nuclear. Toda su vida soñó con ser un físico. Siendo un nene de 12 años, hacía dibujos de átomos. Nosotros no entendíamos nada de eso. Entró a la Comisión Nacional de Energía Atómica y sintió una felicidad enorme. Siempre nos decía: ‘cuando mi país me necesite, yo siempre voy a estar presente’”.

Una vez iniciada la recorrida por la puesta museográfica, ya en el sótano, Rojas afirmó: “Me llamó la atención en los interrogatorios el uso del lenguaje de las personas que interrogaban. Yo en esa época estaba en una agrupación estudiantil y me encontré con la sorpresa de que nuestra jerga era usada por los interrogadores”.

De igual forma, Hurtado de Mendoza se refirió a cómo se llevaron adelante los secuestro de científicos durante la última dictadura militar: “Hubo un grupo de 8 o 9 ingenieros y físicos que fueron llevados secuestrados al Buque Bahía Aguirre en donde estuvieron alrededor de 60 días. Mientras estaban en cautiverio y eran torturados, tenían que seguir trabajando en el desarrollo de la tecnología del reprocesamiento de plutonio”.

Por su parte, Wainfeld afirmó: “A veces, observando tanta brutalidad, tanta crueldad, tal vez derrapemos en pensar que existía un mal irracional, personalidades enfermizas, seres perversos. Porque si algo caracterizó al terrorismo de Estado y a la dictadura cívico militar fue una racionalidad profunda que abarcaba desde objetivos económicos hasta la propia traza de los campos de exterminio”.

Del mismo modo, Alberto Gauna, científico y ex trabajador de la CNEA contó que “a partir del 25 de marzo del 76, un grupo del Ejército encabezado por el entonces coronel Argüello, nos amenazó de muerte” y agregó: “Yo estuve en el grupo de reprocesamiento de plutonio. Con nuestros jefes compartíamos la ideología de buscar líneas de tecnología nacional para que el país tuviera independencia en el campo energético. Militábamos y eso fue lo que nos enardeció”.

El cierre de la actividad se realizó en el Salón Dorado. Allí Naftal agradeció a todos los presentes, a los trabajadores/as del Museo Sitio de Memoria ESMA que hicieron posible el desarrollo de esta visita e invitó a Rodolfo Salvarezza, Laura Reboratti y a Santiago Badillo a participar de las palabras finales de la jornada. Allí afirmó: “La memoria y la justicia son reparación y contar con la voz de todos estos invitados es un orgullo para todos nosotros”.

En ese marco, Laura Roboratti destacó la importancia de la defensa de la ciencia y agregó: “En este lugar una no se encuentra con elementos e imágenes que muestren el horror, sino que es un ejercicio de memoria, de toma de consciencia, para no olvidar”.

Del mismo modo, Rodolfo Salvarezza afirmó: “Hay que remontarse a La noche de los bastones largos, a todos aquellos que pensaban que la ciencia y la industria nos daba soberanía e independencia, que podíamos ser un país insertado en el mundo. La dictadura pretendió cortar la relación entre los científicos y los universitarios con la sociedad. Conectados éramos peligrosos, subversivos. Querían aislarnos. Lo que mencionaba Diego al principio: el científico anestesiado. Ahí nos llevaron. Buscaban una ausencia de compromiso infundiendo el terror sobre quienes militaban y tenían compromiso. Sigamos en el camino de no perder las esperanzas que la ciencia y el conocimiento nos hacen más fuertes y más soberanos”.

Luego, Hurtado de Mendoza recordó que “hay una tesis doctoral que se dedicó a trabajar al INTA durante el período de la dictadura militar, el cual sacó a la luz que hasta algunos años en el Instituto todavía no había una política de derechos humanos. No se había pensado a sí mismo sobre lo que había ocurrido durante ese momento de la historia reciente” y agregó: “Quienes nos dedicamos a trabajar este período desde el campo científico-tecnológico, vemos impresionados que debajo de la superficie de una irracionalidad, lo que se encuentra es una racionalidad instrumental y quirúrgica. Esta gente sabía lo que quería destruir y clausurar. Los procesos sociales y los científicos-tecnológicos”.

En el mismo sentido, Rojas remarcó que “la vida continúa y tenemos que seguir aprendiendo. Hay que ponerse de acuerdo en terminar la carrera de esos personajes que corren entre sí para ver quién gana más plata en menos tiempo. Lo tenemos que frenar nosotros. Las generaciones que pudimos sobrevivir y las que se han hecho en estos años. Ese es mi deseo”.

Asimismo, Wainfled aseguró: “Cuando uno llega a tener unos años, se da cuenta de que la historia siempre da otra oportunidad. Desde el primer momento, la lucha por los derechos humanos en Argentina, además de tener un coraje gigantesco, tuvo siempre un nivel de pacifismo formidable. Eso pasa porque la llama va pasando de generación en generación” y agregó: “A veces la crisis tiene la característica de hacernos olvidar que siempre hay futuro y que en buena medida depende de hacer lo mismo que hicieron nuestras Madres, lo mismo que intentamos hacer los que ya estamos y lo que harán nuestros hijos”.

Posteriormente, Sara Rus repasó una anécdota donde en un colegio un estudiante le preguntó si en caso de encontrarse con Videla, hubiera tenido ganas de matarlo. Y recordó que ella le contestó: “No soy asesina. No puedo matar a una persona, pero te aseguro que él tiene que pagar la culpa, sufrir las consecuencias que nos hizo sufrir. No tengo odio, tampoco venganza. Porque eso sería matarse a uno mismo. Yo vivo libre y trato de dar a los jóvenes ganas de vivir. Porque cuando uno no sabe aprovechar la vida, da lástima”.

Finalmente, Santiago Badillo destacó que “el delito se sigue cometiendo. La desaparición sigue actuando. Esto es bastante duro y este lugar lo representa. Sobre estos hechos es que hay que luchar permanentemente. Nuestras Abuelas, nuestras Madres y los compañeros de Hijos son un ejemplo. Disculpen las palabras desordenadas. Estoy muy emocionado por lo que pasó”.

En los años ‘70, la CNEA era la central de energía nuclear más prestigiosa de América Latina. Sus cientí­ficos bregaban por la independencia nuclear como un aspecto de la soberanía tecnológica. En su seno participaban asociaciones de técnicos y de profesionales, sindicatos y diferentes movimientos políticos.

Durante la última dictadura cívico-militar 21 trabajadores de la CNEA fueron desaparecidos y otros 11, secuestrados y luego liberados. 107 fueron despedidos, 120 cesanteados y otros 370 se vieron obligados a renunciar. Jorge Luis Badillo, Daniel Lázaro Rus, Mabel Graciela Barroca y Gerardo Strejilevich, estuvieron secuestrados en la ESMA y permanecen desaparecidos.

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