Revista Picadero: la publicación del Instituto Nacional del Teatro que apostó a la federalización de las artes escénicas
Con una tirada de 8000 ejemplares y distribuida de manera gratuita a través de las representaciones que tiene el Instituto Nacional del Teatro (INT) en cada provincia, la revista Picadero cumple 22 años. En esta nota, conversamos con el coordinador editorial, Carlos Pacheco, quien nos cuenta más sobre la publicación y su apuesta a la federalización y difusión del teatro argentino.
Se sabe que el teatro es siempre un acontecimiento territorial: para que este exista, necesariamente debe darse la reunión espacio-temporal de los cuerpos. Sin este principio, podría ser cualquier otra cosa menos teatro. Es por eso que, y como sostiene el teórico Jorge Dubatti –actual subdirector del Teatro Nacional Cervantes (TNC)–, “la historia del teatro es, en suma, un problema de cartografía teatral (...). El teatro no se deja desterritorializar”.
En este sentido, y desafiando la centralidad que aún supone Buenos Aires, se fundó en el año 2000 la revista Picadero, una publicación dependiente del Instituto Nacional del Teatro, y cuya editorial cumplió su segunda década este 2022. El objetivo de este nacimiento editorial fue justamente recorrer otras latitudes para abordar, conocer y estudiar las distintas prácticas escénicas y teatrales, más allá de las fronteras porteñas.
Además de las de Buenos Aires, ¿cuáles son aquellas otras historias teatrales que también forman parte de la cartelera nacional? ¿Qué dramaturgos y teatristas están creando en esas otras regiones? ¿Cuáles son sus aportes? ¿Qué obras más allá de las porteñas están dando que hablar?
Estas y otras preguntas son las que tomaron forma desde el inicio de Picadero, nombre que proviene de la pista de la arena de los circos, sobre la que se realizaban a fines del siglo XIX los espectáculos circenses y a los que, luego, continuaban funciones teatrales. De hecho, la versión mimodramática de la novela de Eduardo Gutiérrez, Juan Moreira –considerada la primera representación teatral de la Argentina a la que, más tarde, los hermanos Podestá le incorporaron texto basado en el libro de Gutiérrez– se realizó sobre el picadero de circo en 1884. Y fue en relación con aquel espíritu escénico primigenio que Carlos Pacheco, coordinador editorial del INT, y junto con su equipo, bautizaron la revista.
Con una tirada de 8000 ejemplares en papel y su versión digital, Picadero no solo se convirtió en una publicación más sobre teatro, sino en la primera que le dio voz a los creadores y dramaturgos de las provincias. Si bien teatristas, actores, dramaturgos y amantes del teatro son sus lectores por excelencia, desde hace 22 años la revista –con solo dos números semestrales– se hizo un lugar dentro de la difusión periodística de las artes escénicas en toda la Argentina para llegar, y de manera gratuita, a todo el público en general.
Al respecto, conversamos con el editor de Picadero, Carlos Pacheco, quien nos cuenta más sobre la publicación, y su apuesta a la federalización y difusión del teatro argentino, más allá de la Ciudad de Buenos Aires.
-A propósito de los 20 años que ya cumplió la Editorial del INT, ¿cómo nació la revista Picadero que, incluso, comenzó antes que la editorial?
La revista nació en el año 2000, dos años antes de la fundación de la editorial. Fue un proyecto que presenté al Consejo de Dirección del Instituto Nacional del Teatro (INT). La idea, básicamente, tuvo que ver con dos cuestiones: por un lado, darle voz a los teatristas de las distintas provincias del país, porque hasta entonces solo se conocían las de los teatristas de Buenos Aires. Y, por el otro, darle forma a una publicación sobre teatro que justamente abordara todos esos temas de manera más federal. Hasta ese entonces, solo había revistas de teatro en Buenos Aires que registraban las prácticas locales, pero ninguna que trajera de primera mano las voces provinciales.
-¿Cómo impactó, a partir de entonces, la publicación en el ámbito de las artes escénicas, sobre todo, en Buenos Aires?
-La gente comenzó a descubrir el pensamiento de teatristas de distintas provincias que, como te decía, hasta el momento se desconocía: cómo eran los procesos de trabajo, cómo funcionaban en grupo, cuáles eran sus propuestas. Por otro lado también, lo que se posibilitó fue que distintos redactores y periodistas empezaran a escribir para la publicación. Es decir, la producción no solo fue desde Buenos Aires: primero por la distancia de ver las obras en cartelera y, segundo, para ampliar el conocimiento de quiénes eran aquellos creadores que iban apareciendo. Y los periodistas y críticos de teatro empezaron también a conocerse entre ellos, y a colaborar desde las provincias en la publicación. La publicación misma se hizo federal.
-Distinto es lo que ya venía sucediendo en el ámbito académico, publicaciones que, de algún modo, abordaban esos temas, pero no llegaban al público en general.
-Tal cual. Dentro del ámbito académico estaba el crítico Osvaldo Pelletieri que fundó y dirigió el GETEA (Grupo de Estudios de Teatro Argentino), integrado por investigadores de distintas provincias argentinas. Pero, como sucede con muchas de estás investigaciones, queda dentro de la academia. Son investigaciones de crítica especializada que, rara vez, llegan al gran público.
-¿En ese sentido, también se hizo muy importante que tuviera lugar la Fiesta Nacional del Teatro?
-Sí, totalmente. Porque como en la Fiesta participan elencos de todas las provincias del país, para la producción de la revista nos sirvió ver esos espectáculos, conocer a esos creadores en persona que después, por supuesto, fueron eje de distintas producciones periodísticas y números de Picadero.
-¿Cree que Picadero funcionó, más allá del abordaje artístico, como un registro de época?
-Absolutamente. La revista fue y es un registro de época. En el teatro, en general, cada diez años se producen cambios estéticos. Estos cambios, por supuesto, también van a apareciendo en los distintos números de la revista. Por ejemplo, en el año 2000 había muchas provincias que todavía no tenían dramaturgos. Poco a poco fueron apareciendo y, entonces, Picadero se encargó de registrar sobre esos nuevos autores que comenzaban a aparecer en distintas partes de las provincias y que, en Buenos Aires, no se conocían para nada. También hay una cuestión muy interesante: a lo largo de todos los números de la revista, no solo incluímos a los mayores referentes y maestros del teatro –como lo hacemos en la sección “Homenaje”– , sino también a los nuevos referentes, los emergentes. Además, hay que tener en cuenta también que, en estos últimos veinte años, se han abierto distintas carreras teatrales en escuelas e institutos provinciales de teatro. Entonces, hubo y hay toda una nueva camada de directores, autores, actores, etc. Hubo siempre mucho movimiento en todo el país.
-¿A lo largo de estos 22 años fue cambiando la posición editorial/periodística de la revista?
-Con los años fueron cambiando los directores del INT, pero en cuanto a la revista, siempre estuve a cargo y también de su dirección editorial. Pero debo decir que, en ese aspecto, nunca tuve problemas con los distintos directores, ni con nadie sobre ningún asunto, ni estético, ni editorial. Nunca hubo ningún tipo de cuestión y me dieron siempre una gran libertad para trabajar y para hacer todo lo que me parecía bueno e interesante de hacer.
-¿Recuerda algunos de los ejemplares que hayan dado que hablar por algún tema en particular?
-De todos los ejemplares que editamos, la edición de 2006 fue una de las que causó mayor sensación. En ella trabajamos la no-representación, un estilo de actuación que estaba muy de moda en Buenos Aires. La actuación, por decirlo de alguna manera, empezó a correrse del estilo psicologista y a aparecer otro, uno distinto. Se trata de un tipo de teatro en el que casi no está la emocionalidad. En ese momento trabajamos con directores como Daniel Veronse, Ciro Zorzoli y con otros Maestros en relación con estos esquemas de actuación, entre ellos Raúl Serrano. Fue un número en el que cruzamos a los grandes maestros con los nuevos directores que estaban en boga en ese momento. Entonces, hicimos un número de la revista dedicada a esta cuestión. Y fue un número que causó cierto furor en las provincias. También otro en el que analizamos el grotesco criollo, visto desde distintos enfoques. Ese también generó mucho interés entre los lectores.
-¿Se fueron sumando movimientos como el feminismo, la diversidad de géneros, etc., en las ediciones de los últimos años?
-Por supuesto, son todas cuestiones que, como registro de época que mencionamos, hay que incorporar. De hecho hemos editado números de la revista sobre género y discurso. En algunos de ellos, por ejemplo, trabajamos sobre distintos espectáculos provinciales en los que aparece la cuestión de género. Y claro que hay que incorporar esas cuestiones, así como se incorporaron arriba del escenario. También, en otros números, hemos dado especial visibilidad a las directoras teatrales. En el país, directoras teatrales se han nucleado en diferentes asociaciones y en las que discuten estas temáticas. La revista, como te decía, registra y difunde a la par. Son temas y movimientos insoslayables. En ese sentido, además de la revista Picadero, están los Cuadernos. Cada uno de ellos es temático, en los que desarrollamos determinados temas específicos, mediante distintas entrevistas. Allí también hemos dado cuenta del movimiento feminista y de género también.
Sin embargo, mujeres y diversidades han estado siempre presentes.
-Para mí, en lo personal, nunca hubo diferencia, porque lo que me interesa de los creadores es su proceso de trabajo y, por eso, nunca dejamos a ninguna mujer de lado, ni a gays ni a personas trans. Lo que ponemos en valor son los procesos de trabajo creativo de las y los artistas, independientemente del sexo o género. Y sí, concuerdo, la presencia de las mujeres en la actividad teatral, por ejemplo, siempre ha sido muy fuerte, ya sea creando salas, dictado clases, actuando, dirigiendo, escribiendo, etc. Y tenemos nombres importantísimos que han generado, a su vez, proyectos en el exterior, como Alejandra Boero (una de las grandes maestras del teatro argentino), la dramaturga Griselda Gambaro, la directora Laura Yusem y, por supuesto, las nuevas generaciones de mujeres que cada vez son más. De hecho, el último ejemplar que salió este año, el N.º 44 y que ya se puede descargar, está dedicado a ellas: "Persistentes gestoras de un teatro en movimiento".
-¿Cómo piensa el futuro de la revista para los próximos veinte años?
-Creo que la revista está muy instalada, con lo cual no tengo dudas de que va a seguir. Además, la producción teatral en el país es tanta y tan variada, cada vez hay nuevos teatristas que buscan y presentan cosas nuevas, que generan un gran interés por parte del público y los lectores. Todo eso hace que siempre haya material para que la revista siga existiendo.
Imagen de portada: Detalle de la tapa de *Picadero N.º 44 - "Persistentes gestoras de un teatro en movimiento"*.