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María Negroni: "La poesía es la conciencia más aguda del lenguaje"

Desde 1999 y aprobado por la UNESCO, todos los 21 de marzo se celebra internacionalmente el "Día Mundial de la Poesía". En esta nota, detallamos los motivos por los que se decidió festejar este histórico género literario y, además, conversamos con la poeta, novelista y ensayista rosarina, María Negroni, sobre la creación y lectura poéticas.


El Poema de Gilgamesh, de autoría anónima y escrito en tablas de arcilla entre 2500 y 2000 a. C., narra las peripecias del rey Gilgamesh de la antigua ciudad de Uruk en busca de la gloria y la inmortalidad. Según los expertos, es uno de los poema épico más antiguos del que se tiene registro, junto con el poema Enuma Elish de la región babilónica, que expresa distintos versos sobre la creación del mundo.

Sin embargo, y debido a que la mayoría de la población era iletrada, la poesía fue concebida para ser cantada. En la Grecia del siglo VII a. C., por ejemplo, los poetas se acompañaban con la lira, lo que dio comienzo a la llamada "poesía lírica". Y mucho más tarde, gracias a la extensión de la escritura, llegaron hasta hoy las historias que habían comenzado como literatura de tradición oral. Entre ellas, la Ilíada o la Odisea, como las poesías épicas más famosas y clásicas de Occidente.

Epopeya de Gilgamesh en la que se relata el episodio del Diluvio. British Museum. © Wikimedia Commons

Una de las tablas de arcilla del Poema de Gilgamesh, en la que se relata el episodio del Diluvio. British Museum. Wikimedia Commons.

Lo cierto es que desde ese momento, y más allá de las guerras, los conflictos, las crisis económicas o sanitarias de cada región, nunca dejó de haber poesía. Los pueblos la cultivaron, la enseñaron y la recitaron de generación en generación, dándole forma a gran parte de sus tradiciones, costumbres y saberes que conforman las culturas de los pueblos.

Y fue en 1999, cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), mediante las Actas de la Conferencia General en la que se anunció la medida, tomó la decisión de nombrar el 21 de marzo como "Día Mundial de la Poesía", convencida de que "la iniciativa de una acción mundial en favor de la poesía daría un reconocimiento e impulso nuevos a los movimientos poéticos nacionales, regionales e internacionales". Por otra parte, mencionaron en aquella conferencia que, más allá de que "esta actividad responde a necesidades estéticas del mundo contemporáneo, también repercute en la promoción de la diversidad de las lenguas, ya que a través de la poesía los idiomas amenazados tienen mayor posibilidades de expresarse dentro de sus comunidades respectivas".

A su vez, la UNESCO entendió la poesía como "movimiento social en favor del reconocimiento de los valores ancestrales, la tradición oral y la aceptación de la palabra como elemento que socializa y estructura a las personas. Ese movimiento, que puede ayudar a los jóvenes a redescubrir valores esenciales, les permite reflexionar sobre sí mismos".


Foto UNESCO.

El objetivo, entonces, nació con la idea de promover la enseñanza de la poesía; fomentar la tradición oral de los recitales de poéticos; apoyar a las pequeñas editoriales; crear una imagen atractiva de la poesía en los medios de comunicación para que no se considere una forma anticuada de arte, sino una vía de expresión que permita a las comunidades transmitir sus valores más internos y reafirmarse en su identidad; y restablecer el diálogo entre la poesía y las demás manifestaciones artísticas, como el teatro, la danza, la música y la pintura.

Este año, para celebrar una nueva efeméride del "Día Mundial de la Poesía", conversamos con la poeta, novelista y ensayista rosarina, María Negroni —autora de El corazón del daño (2021); Archivo Dickinson (2018); Pequeños reinos (2017); Cantar la nada (2011); La pasión del exilio (2003), entre tantos otros títulos—, sobre la creación y lectura poéticas.

Foto MN por Alejandro Guyot

La escritora María Negroni. Foto: Alejandro Guyot.

-Más allá de las históricas definiciones teóricas y técnicas, ¿cómo definiría usted la poesía?
-“Las palabras”, escribió el poeta español José Ángel Valente, “crean espacios agujereados, cráteres, vacíos. Eso es el poema”. Yo agregaría que la poesía es la conciencia más aguda del lenguaje. El poema sabe como nadie que las palabras son insuficientes, a menudo tramposas, y también que el lenguaje mismo es una convención, acaso la peor de todas. En ese sentido, la poesía lucha siempre contra las palabras, a sabiendas de que no existe una lengua para salirse de la lengua, y de que su batalla interminable se parece a la de Sísifo.

-¿Cuáles cree que son las características fundamentales que debería tener un buen poema? O mejor dicho, ¿de qué hablamos cuando hablamos de buena poesía?
-El objetivo de un poema no es ratificar conceptos ni buscar certezas, sino crear un espacio para alentar la duda y las preguntas, la imaginación y el deseo, ensanchando de ese modo la realidad. Esto explica, quizá, por qué la verdadera escritura siempre es subversiva. Explica, también, por qué su ejercicio es tan arduo. La dedicación y la conciencia, la valentía y la humildad no son suficientes; es preciso estar dispuestos a descender a aquello que más tememos. Sus regalos, raros y secretos, nada tienen que ver con el éxito. Samuel Beckett escribió alguna vez: “No importa. Trata de nuevo. Fracasa de nuevo. Fracasa mejor.” Esta frase capta, como pocas, una verdad crucial que, sin embargo, resulta muy difícil de aprehender.

-¿Qué posibilita la poesía que, tal vez, no logra la prosa (aunque la prosa utilice recursos de la poesía y viceversa)?
-No creo en las distinciones entre los géneros, las considero arbitrarias. Seguramente responden a criterios editoriales de organización, a las necesidades de clasificación de las bibliotecas, las librerías, el mercado, pero no son intrínsecas a la escritura. Mallarmé fue más frontal: "La prosa no existe", escribió. Y es cierto: en toda buena prosa, la poesía está cerquísima de sí misma. El sobresalto que produce el efecto estético en un texto siempre proviene de algo inesperado. Steiner decía que la belleza aparece cuando se rompe una regla: quería decir que solo nos conmueve lo que se insubordina frente a lo ya pensado y el sentido común. Manuel Mujica Láinez agregó que la belleza es una subcategoría de lo raro. Tenía razón. La poesía es díscola por naturaleza, fomenta los claroscuros, las excursiones al abismo, las intuiciones perturbadoras. Irene Vallejo, una investigadora española que escribió un libro muy hermoso, La invención de los libros en el mundo antiguo, lo expresó con esta paradoja: “Hay más pedagogía en la inquietud que en el alivio”.

-¿Piensa que esas características, en parte, son las que hace que sigamos leyendo y escribiendo poesía?
-Yo diría que esas características son las que hacen que sigamos teniendo dificultades para leer y escribir poesía. Porque la poesía surge y se asienta en una incomodidad. Todo se trastoca en ella: la emoción piensa, la sintaxis se emociona, la obsesión se hace forma, la forma defiende la soledad en la que estamos, el silencio alcanza el difícil estatuto de la palabra muda, como quería Jacques Rancière.

-Hay autores como T. S. Eliot que dicen que la poesía no consiste en dar rienda suelta a las emociones, sino alejarse de ellas; ni tampoco se trata de una expresión de la personalidad, sino de una huida de ella. ¿Coincide con esta idea? ¿Es mejor alejarse de todo ello para ver de otra manera y, luego, dar rienda suelta a la creación?
-La idea de Eliot es interesante. Pero expresada así, suena a receta y las recetas, cuando se trata de poesía, no sirven. Cada poeta es un mundo y debe encontrar su propia voz, para que a través de ella hable la literatura misma, revelando la terrible existencia del mundo. La tarea no es fácil. Hay que abrirse paso, enfrentar todo tipo de dificultades, descender, como en las épicas antiguas, al Hades, es decir a lo desconocido de nosotros mismos.

-¿Qué libros recomendaría para celebrar este "Día Mundial de la Poesía"?
Juan Gelman (Argentina): Mundar
Susana Thénon (Argentina): Paraíso de nadie
Antonio Gamoneda (España): El libro del frío
Anne Carson (Canadá): La belleza del marido
OceanVuong (Vietnam/USA): Cielo nocturno con heridas de fuego
Blanca Varela (Perú): El libro de barro
Marosa di Giorgio (Uruguay): La liebre de marzo
Charles Simic (USA): Totemismo y otros poemas
José Ángel Valente (España): Mandorla
Teuco Castilla (Argentina): Teorema natural
Ana Cristina Cesar (Brasil): Guantes de cabritilla
Arnaldo Calveyra (Argentina): Maizal del gregoriano
H. A. Murena (Argentina): El águila que desaparece
Inger Christensen (Dinamarca): Alfabeto
Emily Dickinson (USA): Poemas
Mario Montalbetti (Perú): El lenguaje es un revólver para dos
Gloria Gervitz (México): Migraciones
Alberto Caeiro/Fernando Pessoa (Portugal): El guardador de rebaños
Carmen Ollé (Perú): Noches de adrenalina
Rainer M. Rilke (Austria); Elegías de Duino
Juan Carlos Bustriazo Ortiz (Argentina): Herejía Bermeja
Edmond Jabès(Egipto/Francia): El libro de las preguntas

María Negroni (Rosario, Argentina)

publicó numerosos libros, entre otros: Arte y FugaCantar la nadaElegía Joseph Cornell, Interludio en Berlín, Exilium, Objeto Satie y Oratorio (poesía); Ciudad GóticaMuseo NegroEl testigo lúcidoGalería FantásticaPequeño Mundo Ilustrado y El arte del error (ensayo); El sueño de Úrsula y La Anunciación (ficción). Obtuvo las becas Guggenheim y Fundación Octavio Paz en poesía, el Premio Internacional de Ensayo Siglo XXI y dos Premios Municipales en 2021 (por su libro de poesía Archivo Dickinson, y su libro de ensayo La noche tiene mil ojos). Además, su libro Islandia recibió, en su versión en inglés el Premio al Mejor Libro de Poesía en Traducción del año del PEN American Center (Nueva York, 2002). Su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano, sueco y portugués. Actualmente dirige la Maestría en Escritura Creativa de la UNTREF. Su última novela El corazón del daño fue publicada en 2021, por Penguin Random House.

Foto de portada: Alejandra López.

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