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La Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto" celebra los 50 años del lanzamiento de Conesa, el inolvidable disco de Pedro y Pablo

La Orquesta ofrecerá dos conciertos gratuitos junto al Coro Nacional de Música Argentina, Miguel Cantilo y Jorge Durietz, integrantes y creadores del dúo pionero del rock argentino.


El viernes 9 y miércoles 14 de septiembre a las 20 h, en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151, ciudad de Buenos Aires), la Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto”, dirigida por Diego Censabella como invitado, rendirá tributo al disco Conesa, de Pedro y Pablo, a cinco décadas de su lanzamiento.

Los cantantes Miguel Cantilo y Jorge Durietz, verdaderos artífices de Conesa, junto al Coro Nacional de Música Argentina, dirigido por Guillermo Tesone, interpretarán las canciones del disco, en formato sinfónico, con curaduría y arreglos de Juan "Pollo” Raffo.


Ensayo. Miguel Cantilo, Jorge Durietz y Juan "Pollo" Raffo. Imagen: Dirección Nacional de Organismos Estables

El público podrá volver a escuchar los temas Padre Francisco (Miguel Cantilo), Blues del éxodo (Miguel Cantilo), Canción del ser (Miguel Cantilo-Kubero Díaz), El barco pálido (Miguel Cantilo), Instrucciones (Jorge Durietz), El Bolsón de los cerros (Miguel Cantilo), Apremios ilegales (Miguel Cantilo), Catalina Bahía (Miguel Cantilo), El alba del estío (Jorge Durietz, sobre un poema de Arthur Rimbaud).

La entrada es gratuita, solo con reserva previa, y ya se puede gestionar en la web del Centro Cultural Kirchner para la función del viernes 9 y desde el viernes 9 a las 12 h para la función del miércoles 14.

La historia de Conesa, un disco reflejo de una época

Pensar en Conesa no es solo pensar en ese disco emblemático de Pedro y Pablo, sino también en aquella casa ubicada en la calle que le dio nombre al álbum. Aquel ph antiguo, amplio y con terraza, del barrio de Belgrano, que fue casa de familia, sala de ensayo y laboratorio de una obra esencial del rock argentino. Conesa es el reflejo genuino de una comunión artística y humana.

Entre los residentes y visitantes de ese espacio de libertad, se encontraban los propios Miguel Cantilo y Jorge Durietz y un sin fin de amigos y colegas, como Roque Narvaja, Pappo, Moris y varios integrantes de La Cofradía de la Flor Solar, como Kubero Díaz, Quique Gornatti, Néstor Paul y Rubén Lezcano, que encontraron en Conesa un refugio para escapar del asedio policial en la ciudad de La Plata.

La vida en aquel espacio contracultural superaba lo estrictamente musical. Entre melodías y poesías, se llevaba adelante una experiencia comunitaria que incluía, entre sus actividades principales, la confección de artesanías con cuero y mostacillas , modo de subsistencia de algunos de los que la habitaban.

Aquella comarca de vanguardia, habitada por melenudos con vestimentas coloridas, no pasaba desapercibida y era mirada con recelo por las fuerzas policiales de turno.

El disco Conesa comprendía las vivencias personales y una aguda mirada sobre el contexto político y social de Argentina. En el álbum conviven dos caras que identifican la obra de Pedro y Pablo. Por un lado la netamente acústica, con dos temas de autoría de Jorge Durietz (Instrucciones y El alba del estío, inspirado en el poema Alba de Arthur Rimbaud) y dos de Miguel Cantilo (El bolsón de los cerros y Catalina Bahía, que incluye una estrofa que no aparecía en la versión censurada por la compañía discográfica CBS, que consideró a la letra como pornográfica).

La cara eléctrica está encabezada por dos temas que empujarían al exilio a Miguel Cantilo (Padre Francisco, una arenga a los curas conservadores a los que insta a predicar una justicia más audaz y Apremios ilegales, un alegato sin eufemismos sobre los abusos en las comisarías).

La faceta roquera se completa con Blues del éxodo que invita a salir de las ciudades y a reencontrarse con la naturaleza; Canción del ser, primera composición compartida por la dupla Kubero-Cantilo y El barco pálido, que vislumbra el naufragio y la zozobra de un país que era arrastrado a su noche más oscura.

Aquella casa, ubicada en Conesa 2563, ya no existe. Un edificio arrasó con las paredes que albergaron sueños de un mundo mejor. Sin embargo, ahí permanece aquel vinilo como un faro generacional, eco permanente del grito sagrado de libertad, que cincuenta años después de su edición, será revisitado en formato sinfónico.

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