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La calidad del agua del embalse San Roque capta todas las miradas

El Instituto Nacional del Agua (INA) monitorea periódicamente el lago San Roque para recabar información científica que permita el abordaje de su problema de eutrofización, una situación originada hace varias décadas que se ha agravado en los últimos años y que requiere soluciones en múltiples aspectos.

Desde hace más de 20 años, el Centro de la Región Semiárida (CIRSA) del Instituto Nacional del Agua (INA), en colaboración con otras instituciones, realiza el monitoreo de calidad de agua del embalse San Roque, un lago artificial ubicado en el departamento Punilla (provincia de Córdoba) que presenta un histórico problema de eutrofización, un fenómeno global que tiene una marcada estacionalidad y que se agrava por la fuerte presión antrópica y por condiciones locales.

Una vez por mes, investigadores del área de Limnología Aplicada y Calidad de Agua del CIRSA-INA, conducida por María Inés Rodriguez, Marcia Ruiz y Ana Laura Ruibal, realiza junto con Aguas Cordobesas S.A. y la Dirección de Seguridad Náutica de la provincia de Córdoba, los trabajos de campo para el monitoreo del lago San Roque y de sus tributarios: el río Cosquín, el río San Antonio, el arroyo Las Mojarras y el arroyo Los Chorrillos.

Durante la jornada, realizan mediciones de caudales, toma de muestras para cuantificar diversos parámetros, especialmente nutrientes (fósforo y nitrógeno), y utilizan una sonda multiparamétrica para medir in situ la temperatura, el oxígeno disuelto, la conductividad y el pH, entre otros valores. En el lago realizan estas tareas en seis puntos a nivel superficial y en la columna de agua (a distintas profundidades). También toman muestras en el río Suquía, emisario del embalse.

Las muestras se envían a los laboratorios de Aguas Cordobesas para ser analizadas y con la información recolectada se emite un informe mensual. Todos los informes se pueden consultar en el sitio web del INA.

Este trabajo resulta de vital importancia porque la eutrofización del lago San Roque es una problemática que se da en un ecosistema acuático cuando se sobrecarga de nutrientes, principalmente nitrógeno y fósforo, lo que genera, entre otras cosas, un desarrollo excesivo de microalgas, también conocido como floración algal.

Existen factores naturales que influyen en este proceso, como las condiciones climáticas, la ubicación geográfica, la temperatura y la profundidad del cuerpo de agua; y también hay actividades antropogénicas que se vinculan con esta problemática. En este caso, el proceso de urbanización de una parte del embalse San Roque tuvo un desfasaje con el desarrollo de la infraestructura de saneamiento, lo que trajo como consecuencia el incremento de los contaminantes provenientes de efluentes domésticos y el impacto en el ecosistema.

Las microalgas forman parte de la comunidad fitoplanctónica del cuerpo de agua y en equilibrios naturales no generan problemas, pero los excesivos aportes de nutrientes favorecen un desarrollo masivo no deseado. Actualmente, el embalse San Roque presenta una condición crítica, también conocida como hipereutrófica.

Cuando se producen proliferaciones de algas, las que más predominan son las cianobacterias, un grupo de algas que están asociadas a problemas de salud ya que, dependiendo de la especie y de las condiciones ambientales, pueden generar toxinas. Con tratamientos de potabilización adecuados, esto no afecta al consumo de agua de red. Su principal impacto se da en el uso recreativo del embalse.
El contacto con las microalgas, la ingestión accidental o la inhalación de sus aerosoles pueden producir alergias, conjuntivitis y otitis. En caso de una ingestión crónica, podrían generar, por ejemplo, problemas hepáticos.

María Inés Rodriguez explica que “para abordar el tema sanitario, hay que hacer campañas de prevención y educación en distintos ámbitos. La población local está bastante sensibilizada, pero el problema se agrava cuando aumenta el turismo. Se debe alertar para que se tome conciencia de que ante una situación de floración, cuando la coloración del agua es verde intensa, no hay que meterse y hay que evitar el contacto. Y para quienes hacen deportes acuáticos con trajes de neoprene, se recomienda que se lo saquen cuando terminan la actividad, que lo laven y que también se limpien adecuadamente las zonas de pliegues del cuerpo”. El Instituto también trabajó, junto con el Ministerio de Salud de la Nación, en la elaboración de manuales para el personal de salud y en la elaboración de directrices sanitarias para aguas recreativas.

Por otro lado, resulta necesario abordar las causas del problema para que se produzca una recuperación del ecosistema del embalse y utilizar esta experiencia para llevar a cabo acciones preventivas en otras cuencas de la región que puedan presentar condiciones similares.

En simultáneo, otros organismos vienen tomando medidas complementarias para hacer frente a la contingencia, como la utilización de aireadores y equipos de ultrasonido, y la colocación de barreras flotantes para retener las algas cuando están en floración y así poder retirarlas mediante bombeo, entre otras.

“A nivel mundial, en algunos casos en los que se ha trabajado fuertemente para recuperar cuerpos de agua con la misma problemática, les llevó entre 15 y 20 años”, cuenta Marcia Ruiz.

Con el objetivo de recabar más información y complementar el monitoreo mensual que realiza el INA, se encuentra en funcionamiento una estación automatizada de medición de calidad de agua (EML01) en el ingreso a la garganta del embalse, que indica en tiempo real y de forma contínua algunos parámetros relevantes. Este es un reciente desarrollo de tecnología local del Laboratorio de Hidráulica de la Universidad Nacional de Córdoba y del Observatorio Hidrometeorológico provincial.

Las imágenes satelitales también son herramientas muy valiosas para la medición de calidad de agua. El INA, junto con la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y un consorcio de instituciones, está trabajando en el desarrollo de una plataforma que reúna esta información y que, mediante modelos matemáticos, genere un sistema de alerta.

El monitoreo, que se realiza de forma permanente desde hace dos décadas y con herramientas cada vez más tecnológicas, ha permitido alertar sobre el incremento en la frecuencia y en la permanencia de las floraciones durante los últimos años. Al mismo tiempo se ha convertido en una herramienta de gran valor para que las autoridades locales puedan planificar acciones para hacer frente a esta problemática que tiene múltiples impactos a nivel regional.

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