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“Hay un progresivo interés por volcarse a la producción orgánica y desde el INTI lo estamos acompañando”

Josefina Winter inaugura la segunda temporada del ciclo de videos “Tecnólogas que transforman”, donde las mujeres del INTI que abren caminos con su trabajo son protagonistas. Como experta en alimentos, tiene como desafío impulsar el agregado de valor a la producción orgánica en la Patagonia, un sector en pleno crecimiento en el que asegura se están sentando las bases de lo que vendrá.


Josefina Winter es licenciada en Biología con especialización en Botánica y referente del instituto en la región patagónica en la promoción de la producción orgánica, un tema estratégico para la industria local que el INTI apuntala a través de la asistencia tecnológica para el agregado de valor en alimentos libres de agrotóxicos.

Durante sus últimos años de estudiante en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, Winter trabajó en un grupo de investigación en Buenos Aires, pero su vocación de tecnóloga que ya asomaba le marcaría otro recorrido.

Al concluir sus estudios, regresó a su ciudad natal, Neuquén, e ingresó al INTI como becaria en 2005 a través de un convenio con la provincia para trabajar en un proyecto de caracterización de mieles neuquinas orientado a posicionar a las mieles argentinas en los mercados europeos que requieren la determinación de su origen botánico.

“Caracterizar mieles, desde el punto de vista de su origen botánico y de sus atributos sensoriales y físico químicos, fue un gran trabajo de años de apoyo a las cooperativas apícolas de la región. Argentina es el segundo productor a nivel mundial de mieles y es uno de los principales exportadores de mieles de alta calidad”, resalta la jefa del Departamento Alimentos y Bebidas del instituto en la Patagonia.

“Cuando trabajaba específicamente con el sector apícola mi ámbito era el laboratorio. Luego, empecé a hacer asistencia técnica en plantas elaboradoras de alimentos y bebidas, como cerveceras, bodegas o plantas apícolas de extracción y fraccionamiento. Los asistimos en la implementación de programas de calidad e inocuidad alimentaria, el diseño edilicio y layout de las plantas, la selección de equipamientos, brindamos asistencia para las habilitaciones, y trabajamos en la adecuación y puesta a punto de los procesos”, detalla.

La experta en alimentos señala que el Alto Valle de Neuquén y Río Negro se caracteriza por la producción de peras y manzanas, que en su mayoría se comercializan en fresco. “Hay excedente de fruta que se industrializa en Mendoza para elaboración de pulpas y conservas, y actualmente las grandes y pequeñas empresas se están volcando al agregado de valor local, como a la producción de sidra y espumantes, snacks y chips de fruta deshidratada o jugos exprimidos”, comenta.

Como referente del INTI en la Patagonia del Programa Agregado de Valor a la Producción Orgánica, creado en 2019, Winter promueve la industrialización de la fruta fresca. “Impulsar el sector orgánico es un gran desafío, ya que son proyectos productivos que en muchos casos necesitan ser acompañados desde su génesis, incluso en la selección del producto a elaborar”, destaca.

Actualmente lidera un proyecto para la industrialización de peras y manzanas que se encuentra en etapa de formulación. También se encuentra trabajando en un proyecto para la producción de deshidratados a partir de fruta fina orgánica en Junín de los Andes junto a una asociación civil que busca ofrecer una salida laboral para personas con discapacidad. “En la formulación de este proyecto, diseñamos la planta productiva y evaluamos qué tecnología es la más adecuada para que pueda ser empleada por personas con movilidad reducida y síndrome de Down”, comenta.

La especialista del instituto señala que, si bien hay cada vez más consumo interno de productos orgánicos, sobre todo de las nuevas generaciones, la mayor parte de la producción se destina a exportación. “Hay un progresivo interés por volcarse a la producción orgánica y desde el INTI lo estamos acompañando. Se trata de elaboradores que quieren incursionar en lo orgánico o que vienen del sector y quieren diversificar o desarrollar un producto nuevo”.

Winter comenta que desde el ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca se está promoviendo la conformación de mesas regionales y provinciales que den impulso a la producción orgánica, tanto en la elaboración de la materia prima como en el desarrollo de productos, que no sólo abarca el rubro alimentos, sino que, por ejemplo, promete avanzar en la producción de textiles orgánicos en la región. “Actualmente se están sentando las bases de lo que va a seguir”, afirma.

La Patagonia se caracteriza por tener mayormente producción orgánica primaria y un incipiente desarrollo industrial en la materia, a diferencia de otras regiones como Cuyo o la región Pampeana. Si bien hay mucho volumen de producción orgánica, se trata de fruta fresca. “Buscamos agregar valor a esa materia prima”, comenta la tecnóloga del instituto, quien señala que el año pasado se conformó la Mesa de Producción Orgánica y Agroecológica de Patagonia Norte, donde participan referentes de los gobiernos provinciales de Neuquén y Río Negro, actores del sector público nacional y local, y del sector privado de distintas localidades de la región. “El objetivo de la Mesa donde participamos desde el INTI es fortalecer capacidades y trabajar transversalmente en la temática de alimentos con una mirada regional amplia, que trascienda lo local y que nos permita asistir a toda la Patagonia y llegar a todos los lugares”, señala.

Winter destaca el hecho de haber tenido oportunidad de trabajar con muchas cooperativas o PyMEs familiares elaboradoras de alimentos lideradas por mujeres y donde éstas son mayoría. “Es un rubro donde la mujer viene aportando mucho y donde ha buscado una salida laboral independiente y factible de llevar adelante”, observa. Por otro lado, asegura, que, tanto en su carrera como en su ámbito laboral, la mujer tiene un espacio de desarrollo profesional preponderante.

Al momento de reflexionar acerca de su actividad, sostiene que ser tecnóloga es aplicar tecnología para producir cambios que tengan un impacto positivo en la sociedad, en una PyME o un emprendimiento. Y en ese recorrido destaca haber tenido la posibilidad de formarse permanentemente en el instituto, un ámbito propicio para el trabajo en equipo e interdisciplinario. “Uno no está solo trabajando, compartimos ideas, consultamos con otras y otros y enriquecemos la mirada en ese intercambio entre especialistas que complementan y fortalecen el trabajo”, concluye.

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