Presidencia de la Nación

El Bautismo de Fuego desde las torres

Los integrantes de la especialidad de Tránsito Aéreo explican cómo se vivió el Conflicto del Atlántico Sur a partir del 1° de mayo de 1982, la primera acción en combate de la Fuerza Aérea Argentina


El 1° de mayo de 1982, en horas de la madrugada se produjo el ataque británico a Puerto Argentino, cuando una aeronave Vulcan arrojó 21 bombas sobre la Base Aérea Militar Malvinas, una de las cuales impactó sobre el vivac del Escuadrón Tropas, falleciendo los soldados clase 63 Guillermo García y Héctor Bordón.

De inmediato, la BAM Cóndor es alertada de lo sucedido. “Cuando suena la alerta roja doy la orden de despegue, es ahí cuando uno de los Pucará hunde la nariz a 300mts de la torre. Mientras tratamos de sacarlo, se ordena que salga otro Pucará, el del teniente Jukic”, señala el suboficial mayor “VGM” (R) Raúl Portillo, operador de Tránsito Aéreo.

Aún continuaba la alarma y varias personas se encontraban en la pista asistiendo a las dos aeronaves: “escucho gritos y veo entrar desde San Carlos a 3 Harrier, me tiro adentro de la torre y desde ahí los veo arrojar las belugas. Fue un momento de gran desesperación, habían heridos y muertos. De pronto, se empezaron a activar las coheteras del Pucará de Jukic y el jefe de la Base nos gritaba que no nos acerquemos a la aeronave, cada uno intentaba hacer algo para ayudar a los heridos y entender qué estaba sucediendo”.

Ese ataque provocó los primeros muertos de la Unidad: el teniente Daniel Jukic, los cabos principales Juan Rodríguez y Mario Duarte y los cabos primeros José Maldonado, Agustín Montaño, Andrés Brashich, Miguel Carrizo y José Luis Peralta.

“A todos los heridos los llevaron a Puerto Argentino en un helicóptero Chinook. Durante el traslado fallece el cabo principal Rodríguez y el cabo primero Brashich”, explica el veterano de Guerra de Malvinas y agrega: “Mientras tanto, en la pista quedaron belugas sin explotar, que por el Tratado de Ginebra no se podían usar”.

Foto - Crédito: SM “VGM” Hugo Pedrozo

Luego de este ataque, el jefe de Base decidió limitar el ingreso de personal a la pista: “únicamente íbamos los operadores y el meteorólogo del aeródromo. Teníamos bombardeos de 3 o 4 horas sin parar. Era muy difícil, no se podía dormir, estábamos con sobresaltos a cada rato”.

Relacionado con este evento, el suboficial mayor “VGM” (R) Hugo Pedrozo indicó que el titular de la BAM Cóndor también “decidió enviar el puesto comando al pueblo. Allí teníamos que colocar una alarma para alertar de los ataques. Esa fue la última ubicación que tuvimos”.

En paralelo, ese 1° de mayo en Puerto Argentino, el ex cabo primero Luis Castro atendía por última vez al capitán Gustavo García Cuerva.

“El piloto entró en batalla con un Sea Harrier, avisamos a la artillería antiaérea que no se podía disparar un solo tiro, tenía poco combustible para regresar al continente y quería aterrizar en Puerto Argentino. En ese momento se le dice que se eyecte, a lo que el capitán le responde que no, que era su avión y que él lo iba a aterrizar. Cuando suelta los tanques suplementarios estaba volando bajo para poder aterrizar y es ahí cuando es derribado por la artillería argentina, quienes pensaron que se trataba de un avión enemigo”, recuerda Castro.

La aeronave de este héroe de Malvinas cayó al mar y sus restos jamás fueron recuperados.

Asimismo, los primeros bombardeos sobre la Base Aérea Militar Malvinas afectaron gravemente el edificio como así también la torre del Aeropuerto, quedando destruido el equipamiento. A partir de entonces, el personal debió realizar sus funciones con un VHF portátil.

Al respecto, el archivo de la Dirección de Estudios Históricos de la Fuerza Aérea Argentina indica que “un oficial, el capitán Dante Rafael Dovichi, quien se encontraba en la torre, fue herido y replegado al continente el 6 de mayo. Con relación al personal que prestó servicio de apoyo operativo (Control de Tránsito Aéreo), continuó desempeñando sus tareas con gran profesionalismo y valentía hasta la finalización del conflicto, tanto en el CIC Malvinas, en el Radar TPS-43, ubicado en cercanías de Puerto Argentino, y en actividades de apoyo y guiado de los vuelos en proximidades de la pista”.

EL DÍA A DÍA EN EL CONFLICTO

En este contexto, suboficial auxiliar (R) “VGM” Ángel Catalano detalla que dentro del CIC se buscaba determinar la ubicación del portaviones “…y el radar se encargaba de detectar cómo iban circulando las Patrullas. En la mesa de plotteo se iba marcando dónde se encontraban cada una y nuestros vuelos. Desde la Mesa de Información de Tránsito Aéreo (MITA) el personal de la especialidad recababa información y ejercíamos el control del tránsito aéreo”.

“Siempre cambiábamos de lugar, nuestra posición era secreta. Para no dejar en evidencia que nos movíamos, uno de nosotros quedaba de señuelo en compañía, primero del personal del Ejército, y después con el Grupo de Operaciones Especiales”, describe Catalano y agrega: “Sabíamos que los comandos ingleses se infiltraban como civiles, debíamos tener cuidado ”

“En ese entonces hacíamos 3 turnos rotativos en el MITA e incluso hubo una semana que no dormimos”, rememora el suboficial auxiliar y continúa: “En una oportunidad, vimos cómo se dirigían hacia el CIC dos misiles desde un helicóptero. Nuestra artillería antiaérea hizo fuego y la proyección se desvió, uno pegó cerca del buque hospital y otro en el Town Hall, donde se encontraba una oficina de inteligencia del Ejército”.

Asimismo, el suboficial Pedrozo recuerda que luego del 1° de mayo ocurrió uno de los sucesos que aún siguen marcados a fuego en su memoria: “nos bombardeaban desde las 7 de la mañana todos los días. En una oportunidad, yo tenía que tomar el turno y mientras que me dirigía hacia el puesto bordeando la costa comenzó a sonar la alerta roja, que era una alarma a manivela que a veces no se escuchaba por el cambio de viento”.

“Veo a un Harrier volando bajito y bombardeando la costa, en ese momento me tiré cuerpo a tierra con las manos cubriendo la cabeza. La artillería antiaérea logra derribarlo, se golpea contra el suelo y desparrama las belugas en el campo”, declara el veterano de Guerra de Malvinas.

A lo largo de todo el Conflicto el personal de la especialidad vivía situaciones límites y era testigo de innumerables capítulos de la Gesta.

Uno de ellos ocurrió el 12 de mayo, cuando Portillo observó el paso a la inmortalidad de otro de los 55 héroes de la Fuerza Aérea Argentina: “Ese día habíamos estado en alerta roja por un bombardeo y el primer teniente Gavazzi estaba escapando luego de atacar al destructor Glasgow. Al momento que sobrevuela un lago cercano a Darwin, la artillería antiaérea de Ejército no identificó que era un avión nuestro, le dispara y lo derriba sin poder eyectarse”.

“Se vivían momentos de mucha tensión, durante los ataques siempre se buscaba dañar la pista para imposibilitar las actividades aéreas”, declara el suboficial.

“Posteriormente, se trasladaron los IA-58 Pucará a Bahía Elefante (Isla Borbón), los cuales son atacados y se pierden por completo junto a algunos Turbo Mentor de la Armada”, recuerda Portillo.

EL FINAL DE LA GESTA

Haciendo memoria, el suboficial Portillo recuerda que el final del Conflicto comenzó a acelerarse el 25 de mayo durante la noche: “Las piezas de artillería empezaron a disparar con mayor frecuencia y el vicecomodoro Pedrozo nos dijo que todos debíamos defender la Base y entrar en combate con los ingleses. Nos hicimos fuertes en el pueblo, los ingleses habían avanzado”.

“Al Conflicto llevé conmigo una máquina de fotos y una radio Spika en la que escuchábamos todos los noticieros. Cada uno tenía una versión distinta del desembarco. Cuando finalmente ocurrió y comenzó el combate terrestre usé el FAL de un mecánico de Pucará que había fallecido”, declara el suboficial mayor Pedrozo y agrega: “Llegó un momento que ya no había torre de control. El jefe de Base nos dijo que el que tenía armas se disponga a combatir y estuvimos fuego contra fuego”.

“El teniente Calderón nos guiaba el tiro con un binocular a Mantero (meteorólogo) y a mí, dos soldados nos ayudaban a cargar los FAL. Así estuvimos desde las 13hs hasta que oscureció, me metí en un pozo de zorro hasta las 3 de la madrugada”, comentó Pedrozo.

“En los últimos días de la Guerra comenzó a nevar, las noches son muy oscuras, no se veía nada y no podíamos usar linternas porque nos delataban, sólo nos movíamos cuerpo a tierra porque era una lluvia de proyectiles sobre la cabeza. Los ingleses tiraban bengalas para ver nuestras posiciones, pero Dios nos ayudó con el viento y las empujaba hacia el mar”, recordó el suboficial mayor.

En este contexto, explicó que el 28 de mayo, “el soldado conscripto Luis Sevilla es alcanzado por un disparo y fallece en combate defendiendo la Base”. Este joven héroe de Malvinas integraba la Compañía de Defensa de la Fuerza Aérea Argentina.

El 29 de mayo se ordenó el alto al fuego y el personal de la BAM Cóndor debió entregar el armamento con el que habían luchado con heroísmo.

“Ese día formamos, cantamos el himno y pasamos a ser prisioneros de guerra en un corral de ovejas de 6x6mts en un galpón bajo techo. Tuvimos que racionar la comida, nos sacaron la bolsa de rancho y sólo nos dejaron el jarrito, que aún conservo. Los ingleses no nos dejaban hablar. Usábamos el casco como plato y comíamos con la mano”, confesó Pedrozo y agregó: “El rollo de fotos lo escondí entre la funda y la cantimplora, cuando me revisaron me tiraron el agua pero no se dieron cuenta que tenía el rollo, por esta razón pude conservar muchas fotos, incluida la que aparezco con el cartel de la BAM Cóndor”.

Al respecto, Portillo agregó: “En el corral estábamos en muy malas condiciones. De ahí nos trasladaron en un helicóptero al buque inglés Northland, a una habitación que era para 2 pero dormíamos 4. Estuvimos 15 días navegando aproximadamente y descendimos en Montevideo, Uruguay. Un barco de la Armada nos llevó a La Plata, de ahí fuimos en colectivo a la Escuela de Suboficiales de Ezeiza y posteriormente a la Escuela de Aviación Militar”.

Foto - Crédito: SM “VGM” Hugo Pedrozo

En paralelo, la Base Aérea Militar Malvinas continuó operando hasta el 14 de junio.

Siete días antes, el suboficial Catalano se encontraba en la frecuencia del Lear Jet 35 matrícula T-24, el cual estaba realizando tareas de diversión y aerofotografía sobre las islas Malvinas al mando del vicecomodoro Rodolfo De La Colina, jefe del Escuadrón Fénix cuando fue derribado.

De acuerdo a los registros de la Comisión Batalla por Nuestras Islas Malvinas, la aeronave había sido alcanzada “por un misil de media distancia lanzado por un destructor que navegaba en el Estrecho de San Carlos que le desprendió la cola del avión, cayendo a tierra con toda la tripulación en su interior, falleciendo todos sus integrantes. Los restos fueron encontrados en la isla Borbón”.

En ese entonces, el final del conflicto estaba próximo a desencadenarse.

“El 13 de junio estábamos en una situación difícil, se esperaba el combate en localidad. Yo estaba con los GOE y mis dos compañeros estaban en el CIC. Ahí es cuando el jefe de los GOE (Comodoro (R) “VGM” Salvador Ozan), define los turnos de los roles de combate y tomamos posición en ese lugar que teníamos que defender. Nos enteramos del acuerdo al día siguiente. Un oficial inglés nos dijo en perfecto español que nos replegáramos al aeropuerto”, detalla el suboficial auxiliar.

El 14 de junio, el ex cabo primero Luis Castro confiesa que al enterarse del cese de hostilidades “quemé toda la documentación que quedaba y me saqué el grado, posteriormente fui interrogado. Volví en el Irizar a Ushuaia y de ahí a Río Grande, después me trasladaron a la Escuela de Suboficiales de Ezeiza”. De acuerdo a los registros de Catalano, los cuadernos en los que registraban todas las operaciones habían sido evacuados días antes.

Este capítulo tan doloroso para los veteranos de Guerra de Malvinas concluyó para Catalano en una fecha muy especial: “Nos embarcaron el 20 de junio a las 00:00hs, era el Día de la Bandera Argentina”.

EL SENTIMIENTO MALVINERO MARCADO A FUEGO

“Si pudiera volver el tiempo atrás lo volvería hacer, como militar, argentino y controlador de Tránsito Aéreo, aunque los veteranos de Guerra de Malvinas llevamos heridas que no se superan en tiempo y espacio. Aparecen caras, aparecen los recuerdos. Hay que convivir con todo eso, son cosas que no se superan. En esos momentos, la familia es fundamental, están al lado nuestro siempre, en especial en estas fechas que son tan duras”, manifiesta Portillo.

Al respecto, el suboficial recuerda con emoción que “cuando estábamos regresando, en La Plata una nena me ofreció una manzana. El cariño y la gratitud hacen que uno se sienta fuerte, que no bajemos los brazos.”.

Por último, Portillo concluye: “Éramos soldados que defendíamos la Patria. Malvinas es hermosa, tan nuestra, tan argentina”.

Asimismo, el suboficial Pedrozo comenta con orgullo que “en combate las balas no elegían a quién pegarle, éramos todos iguales, luchando por Malvinas. Mantengo todo fresco en mi memoria, fui con 28 años a la Guerra, soy un agradecido a la Fuerza porque me permitió estudiar y me respaldó”.

LA ESPECIALIDAD HOY

Actualmente, la Dirección General de Seguridad Operacional Militar es el órgano rector de la especialidad de Tránsito Aéreo. Los interesados en elegir esta carrera militar pueden incorporarse a la Fuerza Aérea Argentina ingresando a los siguientes Institutos de Formación:

  • La Escuela de Aviación Militar, donde egresan con el grado de Alférez. Al respecto, los oficiales se encargan de gestionar y administrar los servicios de Tránsito Aéreo en jurisdicción de aeródromos militares o de despliegue operativo. Coordinan las actividades militares que sean potencialmente peligrosas para la aviación civil en el marco del uso del espacio aéreo y participan en la confección de normativa relativa a su área de competencia.
  • El Instituto de Formación Ezeiza, donde egresa el personal con el grado de Cabo. Su función consiste en realizar tareas relacionadas al apoyo de las actividades aéreas. Abarca funciones tales como el control del tránsito aéreo, gestión de planes de vuelo y suministro de información aeronáutica a los pilotos militares, entre otras.

A modo de balance y desde su experiencia, el suboficial mayor Pedrozo, quien se retiró de la Fuerza con el grado de encargado de Departamento de Tránsito Aéreo de la Región Aérea Centro en 2010, afirma que: “El controlador está acostumbrado a tomar decisiones rápidas, para nosotros 3 minutos es muchísimo. Hay que tener mucha responsabilidad, no hay lugar para el error, te tiene que gustar de verdad, tener reflejos y la habilidad de pensar rápido. A todos los que sientan la vocación, no lo duden”.

Para finalizar, el suboficial mayor Molina concluye: “Es una especialidad hermosa, que requiere de mucha responsabilidad porque de la información nuestra depende la vida de la tripulación”.

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