Carlos Alonso, gran artista argentino
Hace 92 años nacía en la ciudad mendocina de Tunuyán el pintor, dibujante y grabador.
Un 4 de febrero de 1929 nacía uno de los mejores pintores argentinos. Según su madre, Carlos Alonso ya dibujaba antes de aprender a leer y a escribir. Dibujó siempre, pero no como suelen hacer los niños: sus dibujos apuntaban a la historieta, a un relato, a la descripción gráfica de su vida, de lo que veía, no de lo que imaginaba.
Durante el secundario en Mendoza siguió dibujando. En la clase de Historia, en la de Geografía, en la de Matemática, al punto de que logró algo que le reafirmó su vocación: en el hall de entrada de su colegio hicieron una exposición de sus cuadernos de clase con los dibujos. Los compañeros lo felicitaban, le decían que continuara. Y él siguió, con la misma firmeza y la misma vocación de niño.
A los veintipico de años viajó a Europa y vio los cuadros de Velázquez. “Ni aunque viva mil años voy a pintar así”, expresó. Sin embargo, cuando vio los de Van Gogh le pasó lo contrario. Tuvo la impresión de que podía hacer esa pintura. Por un lado, el nivel de calidad, de estética, de resolución de la forma y de la imagen del artista español; por otro, la más directa, más cercana en el holandés.
Y cuando volvió a la Argentina, todo aquel mundo le hizo sentir la necesidad de reflejar la propia realidad, la de todos los días.
Se fue un año a Tucumán para estudiar con Lino Spilimbergo . Luego, otro año a Santiago del Estero. Allí descubrió nenes con la panza hinchada por el hambre, la miseria y las dificultades para sobrevivir. Y eso, como cuenta en una entrevista realizada en 2018, cambió completamente su lenguaje.
"Creo que un artista tiene un grado de responsabilidad con la comunidad a la que pertenece. Elegí reflejar lo que pasaba en situaciones de emergencia, en situaciones de pobreza, en situaciones que no correspondían a la capacidad, la posibilidad, la imagen o el deseo que uno tenía de su propio país."
La violencia sobre los cuerpos se transformó en un tema recurrente en su obra, con fuerte impronta política y social. Tras el golpe de Estado de 1976 y la desaparición de su hija, Paloma Alonso, se exilió en Roma y en 1979 se mudó a Madrid. Regresó al país en 1981 y se instaló en la Provincia de Córdoba, donde vive actualmente.
Entre muchas distinciones, recibió en dos ocasiones el Premio Konex de Platino (1982 y 1992) como el mejor Dibujante de la década en Argentina y en 2012 recibió de la misma Fundación la Mención Especial a la Trayectoria de las Artes Visuales por el trabajo de toda su vida.
Alonso cree que, de algún modo, el arte es patrimonio de la gente y parte del bien común de la sociedad.
"Si la obra no está hecha para decorar o expresar la propia existencia, creo que el mejor destino para la obra es que pueda servir para expresar los sucesos y lo que acontece en la vida social."