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[BUENOS AIRES] Cooperativa Pampero, unidos por el viento para liderar el desarrollo apícola

El desarrollo de la Cooperativa Pampero de Bahía Blanca.


El asociativsimo puede hacer que una idea llegue muy lejos. La Cooperativa de Trabajo Apícola Pampero nació para atender las necesidades de los productores del sur de la Provincia de Buenos Aires y de esas necesidades surgió un proyecto de desarrollo científico-productivo que hoy planea proyectarse al mundo.
De sus inicios en un galpón, sin nada más que la decisión de mejorar la producción apícola de la región a su presente hay una historia de compromiso y valores solidarios que merece ser contada. Hoy Pampero exporta su acaricida Aulen CAP (único producto orgánico del mundo para el combate de la varroa) a Chile, Brasil y Bolivia. Pero tener entre manos un producto estrella que tiene un potencial de crecimiento mundial no los aleja del objetivo inicial que se plantearon en los primeros documentos: “Lograr la autosustentabilidad de la apicultura, mediante la democratización de los medios de producción”
Con ese objetivo trazado, además del Aulen CAP, desarrollaron una línea de mieles orgánicas representativas de la flora de la región, un alimento balanceado que sirve de suplemento nutricional para abejas afectadas por estar en zonas de monocultivo, la participación en una revista científica dedicada a la apicultura y el futuro desarrollo de una línea de vinos y cervezas en base a miel. Y eso sin descuidar la atención de las necesidades de los 160 productores que le dieron origen, que se asociaron en la Cámara Apícola Pampero (CAP).

De Cambio Rural al laboratorio modelo
La historia de Cooperativa Pampero se inició en 2012, pero el grupo de investigadores y productores comenzó a germinar la idea en 1996, cuando el programa Cambio Rural, del INTA, asignó técnicos para atender las demandas de casi 300 productores del sudeste bonerense, reunidos en 30 grupos. Fue en una de esas reuniones cuando el técnico del INTA Raúl Olleta, encargado de articular con los productores apícolas de la zona, propuso el nombre de Pampero para el grupo. “El viento nos une”, fue su argumento, contundente y rural.
Una de las primeras acciones del Grupo Pampero fue la de identificar las necesidades básicas de los productores. El de los costos de producción fue el primer problema que apareció. Las empresas del sector tienen posición dominante e imponen sus precios y condiciones de pago, elevando artificialmente el costo. Se propusieron cambiar esa ecuación y trabajar para independizarse de esas trabas.
En esos encuentros surgió como una urgencia conseguir la forma de frenar la varroa, un ácaro parasitario que estaba dañando seriamente los colmenares, cuando no los destruía completamente. Se pusieron a buscar las soluciones que existían en el mercado y las investigaciones sobre el tema. Así fue como se conectaron con la Universidad del Sur, de Bahía Blanca y la de Mar del Plata, que tiene un laboratorio dedicado a la apicultura.
De las investigaciones que realizaron los científicos involucrados en hallar la solución surgió el Aluen CAP, un acaricida sin tóxicos, de alta eficacia y único remedio orgánico en el mundo para este problema. El descubrimiento y el desarrollo de otros productos llevó al grupo a la necesidad de organizarse de un modo más formal y se propuso la creación de la cooperativa de trabajo apícola.
“El proyecto central fue comercializar el Aluen CAP, pero se decidió que no había que quedarse solo con ese producto, como haría un laboratorio, sino buscar la innovación permanente a largo plazo para ayudar al desarrollo de la apicultura. En 2016, al desaparecer el proyecto de Cambio Rural, la cooperativa se hizo cargo del financiamiento de los técnicos, llegó en un momento justo porque recién se empezaba a comercializar el Aulen y pudimos hacer frente a ese presupuesto”, recuerda Gabriel Gómez, actual tesorero de la cooperativa.
La primera prueba importante para el grupo fue resistir la tentación de vender la patente del Aluen CAP. Los laboratorios privados del sector les hicieron ofertas que los cooperativistas aseguran fueron “muy importantes”, pero en las asambleas todos estuvieron de acuerdo con mantener el proyecto dentro del grupo para que no se desvirtuara la intención original de poner al alcance de todos los productores el conocimiento que puedan desarrollar.
En 2015, se utilizó un subsidio del INAES para el patentamiento internacional del Aulen, un proceso largo y muy costoso porque cada país tiene sus reglamentaciones y en este caso es un producto veterinario que tiene muchos controles. En 2017, Pampero consiguió otro subsidio para construir el laboratorio Calfu Mapu, que es el primer laboratorio veterinario cooperativo de la Argentina, ubicado en la localidad bonaerense de Calderón.

Las claves de la organización
A la hora de analizar las razones del desarrollo de la cooperativa, Gómez evalúa algunos puntos centrales: “Articular el conocimiento de los productores con los técnicos permite un uso de recursos mucho más eficiente. Es muy común ver que en muchas actividades los técnicos y científicos trabajan por su lado y se están haciendo cosas parecidas en muchos lugares. Muchas veces esa desconexión provoca que ese conocimiento no llegue a ser una solución concreta para los productores, que debería ser el principal propósito”.
“Si esos trabajos se dieran en conjunto se ahorrarían muchos recursos. Participar de los procesos productivos concretos es estar mucho más cerca de la realidad. En lugar de pensar en investigaciones para publicar en revistas científicas europeas, sería mucho más provechoso atender las necesidades de los productores”, destaca Gómez.
Otro aspecto que resalta el tesorero de Pampero es la importancia de los vínculos humanos en la creación de una organización asociativa: “Es muy importante que quienes participan entiendan que todas las partes son necesarias, cada uno tiene algo que aportar. En el caso de nuestra cooperativa, llevó tiempo organizarse pero hoy el recurso humano es lo central. Hoy somos 20 socios, pero llegamos a ser 30 en algún momento y en total deben haber pasado unos 90. Es difícil adaptarse a un modo de trabajo en el que todos participan de todo el proceso, nadie puede decir ‘yo trabajo solo en esto’ porque la idea es que todos conozcamos el proceso completo de producción y podamos hacer aportes desde distintas miradas”.
“Lo mismo sucede con la forma en que se distribuyen las utilidades. Aquí se paga por horas de trabajo a todo el mundo por igual. Hay personas que vienen del campo y no han estudiado, pero saben el oficio, y hay ingenieros agrónomos, abogados, contadores, que son universitarios pero comprenden que su trabajo tiene la misma importancia que la del resto”, sostiene Gómez.

Pampero en la Mesa
La cooperativa Pampero forma parte del Núcleo Promotor de la Mesa de Asociativismo y Economía Social de Bahía Blanca. Para Gómez, este lugar de encuentro de las organizaciones sociales, intercambiando experiencias y proyectando acciones que sirvan a un modelo de comunidad organizada libremente por sus actores sociales es una oportunidad: “Siempre es favorable compartir y articular experiencias. Los lugares de encuentro son bienvenidos, luego llega la etapa compleja de tener objetivos claros y optimizar los recursos. Lo importante es que la meta sea el desarrollo de todos. Hemos participado de muchas mesas de productores y comprobamos que lo más importante es tener en claro los objetivos y trabajar sin mezquindades”.

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