Presidencia de la Nación

Bicentenario del General Manuel Belgrano, sus virtudes como jefe militar

La firmeza de carácter y la corrección de su proceder como principales virtudes de su liderazgo militar


Hoy 20 de junio se cumplen 200 años del fallecimiento del general Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano. Murió en la misma casa familiar donde había nacido 50 años antes. Habiendo conocido el protagonismo, los honores, la admiración de sus compatriotas, y la gloria. Sin dinero para pagarle los honorarios al médico y con el mármol de un mueble transformado en lápida, el entorno de su muerte es humilde en extremo para un prócer de su tamaño, visto desde hoy. Pero en aquel momento también debería haber sorprendido la sencillez, había sido uno de los intelectos mejor formados de su tiempo, de ideas influyentes, de gran participación política y social, de acción decidida en momentos difíciles de la revolución naciente, artífice de dos grandes victorias militares. En resumen, en aquellos días una personalidad importante de los acontecimientos recientes, dejaba el mundo en una humildad notable.

Es recordado como el Creador de la Bandera, importante símbolo patrio, de profunda trascendencia cultural, que tiene la virtud principal de unirnos a todos. Sus aportes fueron muchos y en diversas áreas, pero es su actuación como militar la que hace su principal tributo a la formación de nuestro país, y la que lo coloca en el sitial de los grandes próceres de nuestra historia.
No fue un militar de carrera, como en aquel momento era la usanza, de ingreso a un regimiento a los 14 o 15 años a recibir instrucción militar. Su compromiso con las armas de la Patria comienza en su presentación espontánea para participar en la defensa de Buenos Aires ante la Primera Invasión Inglesa en 1806. Su formación en la milicia fue ya ejerciendo el mando de numerosas tropas, primero como jefe de la Expedición al Paraguay y luego a la Banda Oriental, para expandir las ideas de la Revolución. Dos años después ya tendría que impartir la difícil orden que llevó al éxodo jujeño y lograría los laureles de Tucumán y Salta.

¿Pero qué fue lo que hizo que sus hombres le obedecieran, lo siguieran y lo respetaran? ¿Qué los movió a hacer incontables sacrificios físicos y personales para seguir la marcha y, tal vez, encontrar la muerte bajo el sable o la pólvora enemiga? Manuel Belgrano tenía virtudes personales que lo hicieron grande como general. Virtudes que le facilitaron el mando y la conducción, y que hicieron que aquellos rudos hombres, desde los jefes, militares de carrera la mayoría, hasta los soldados rasos, lo siguieran y dieran la vida por la causa.

Más allá del acierto de las decisiones en la batalla, existieron en él virtudes que se destacaban en su persona, por sobre cualquier cargo político o militar que ostentase, y fueron el motivo por el cual fue designado a expandir militarmente las ideas de la Revolución y por las cuales finalmente se hace cargo de la expedición al Alto Perú. Tanto para los soldados de las tropas como para los habitantes de las localidades, Belgrano era imagen de disciplina y corrección de procederes, infundía confianza en sus actos y respeto por su autoridad.

Batalla de Tucumán

La firmeza de carácter es una virtud ineludible para todo jefe militar.Implica constancia y fortaleza, para tomar las decisiones y traducirlas en órdenes, y también para mantener y perseverar en los objetivos y conductas. Necesaria para sobrellevar las dudas en la soledad del mando a la que todo jefe se ve expuesto al tener la responsabilidad de influir con una decisión propia sobre la vida de las personas. La firmeza que debe haberle exigido la apreciación de su histórica desobediencia al triunvirato ante la orden de replegarse a Córdoba. O la decisión de dejar Jujuy como tierra arrasada para negarle recursos al enemigo. La firmeza de carácter que le permitió no perder la visión de sus objetivos ante la victoria y no desmoralizarse en las derrotas.
A su vez esta firmeza, sumada a su convicción, lo ayudó a mantener disciplinada a su tropa. Sabiendo que la disciplina es la columna vertebral de un ejército, donde se manda y se obedece, Belgrano fue constante en las exigencias disciplinarias con las tropas a su cargo, llegando incluso a tomar medidas de extrema rigurosidad.

La corrección en su proceder, sumada a su sencillez y humildad de su vida diaria le permitieron rápidamente constituirse en un ejemplo para sus subordinados. El ejemplo personal es un potenciador de la autoridad, logra que cada uno de los hombres voluntariamente obedezca de la mejor manera posible en cumplimiento de los objetivos que marca su jefe.
¿Por qué esos hombres soportaron miles de leguas de marchas a pie sobre calzados que no estaban en las mejores condiciones? ¿Por qué disciplinadamente soportaron el bajo nivel del racionamiento o la falta de meses de paga? ¿Por qué estaban dispuestos a combatir con un enemigo mejor armado y equipado? Porque existía un ideal de libertad seguramente, pero principalmente porque el ejemplo personal de su jefe los motivaba. Vivía, comía, dormía y se esforzaba igual que ellos. Su entrega era total, hasta los límites de su salud, y eso lo engrandecía ante la vista de sus hombres.

Bendición de la Bandera

Las palabras del Padre de la Patria definen claramente al vencedor de Salta y Tucumán. En una carta de marzo de 1816 a Tomás Godoy Cruz, el general José de San Martín dijo de él “yo me decido por Belgrano, es el más metódico de los que conozco en nuestra América lleno de integridad, y talento natural”.
El 20 de junio de 1820 a los 50 años de edad, con la salud muy deteriorada y en la más humilde austeridad, moría en su casa natal. Un mármol de la mesada de su cómoda rezaba un epitafio sencillo “Aquí yace el general Belgrano”. Su vida y su muerte lo constituyen como un ejemplo de entrega a la Patria.

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