Alfonsina Storni, poeta modernista
A 132 años de su nacimiento recordamos a una de las grandes voces de la poesía argentina.
Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.
Fragmento del poema “Dolor”
Alfonsina Storni nació el 29 de mayo de 1892, en el cantón suizo de Capriasca y llegó a nuestro país a los cuatro años, más precisamente a la provincia de San Juan. “Nací al lado de la piedra junto a la montaña, en una madrugada de primavera, cuando la tierra, después de su largo sueño, se corona nuevamente de flores. Las primeras prendas que al nacer me pusieron las hizo mi madre cantando baladas antiguas, mientras el pan casero expandía en la antigua casa su familiar perfume y mis hermanos jugaban alegremente. Me llamaron Alfonsina, nombre árabe que quiere decir dispuesta a todo”, escribió la gran poeta sobre su nacimiento.
En la década anterior al nacimiento de Alfonsina, su madre, Paulina Martignoni, y su padre, Alfonso Storni, habían emigrado de Suiza a la Argentina, donde habían instalado una fábrica de cerveza en la provincia de San Juan. El negocio familiar era bastante próspero y el matrimonio había tenido dos hijos (los hermanos mayores de Alfonsina), pero Alfonso empezó a mostrar sus primeros signos de melancolía y alcoholismo. Al parecer, el regreso a la tierra natal fue una indicación médica para que Alfonso se restableciera. Fue entonces que, otra vez en Suiza, el matrimonio tuvo a su tercera hija, Alfonsina, quien aprendió a hablar en italiano, puesto que era el idioma que se hablaba en esa región del país helvético.
A los cuatro años llegó a la Argentina. Empezó el jardín de infantes y más tarde nació su hermano menor. Parte de su infancia, la narró en algunos textos: “Estoy en San Juan; tengo cuatro años; me veo colorada, redonda, chatilla y fea. Sentada en el umbral de mi casa, muevo los labios como leyendo un libro que tengo en la mano y espío con el rabo del ojo el efecto que causa en el transeúnte. Unos primos me avergüenzan gritándome que tengo el libro al revés y corro a llorar detrás de la puerta”.
La fábrica de cerveza dejó de ir bien y la familia empezó a tener problemas económicos. Se mudaron a Rosario para buscar otras oportunidades, allí la madre abrió una escuela particular y el padre puso un bar, adonde empieza a trabajar Alfonsina, que debe abandonar los estudios. También trabaja como ayudante de su madre modista y, luego de la muerte de su padre, como obrera en una fábrica de gorras.
En este entorno de pobreza, escribió su primer poema: “A los doce años escribo mi primer verso. Es de noche; mis familiares ausentes. Hablo en él de cementerios, de mi muerte. Lo doblo cuidadosamente y lo dejo debajo del velador, para que mi madre lo lea antes de acostarse. El resultado es esencialmente doloroso; a la mañana siguiente, tras una contestación mía levantisca, unos coscorrones frenéticos pretenden enseñarme que la vida es dulce. Desde entonces los bolsillos de mis delantales, los corpiños de mis enaguas, están llenos de papeluchos borroneados que se me van muriendo como migas de pan”.
Nunca abandonó su deseo de estudiar y con mucho esfuerzo logra recibirse de maestra y ejercer la profesión. Ya en Buenos Aires, fue docente en el Teatro Infantil Lavardén y en la Escuela Normal de Lenguas Vivas. En 1916, publicó su primer libro, La inquietud del rosal.
A partir de allí, comenzó a frecuentar algunos círculos literarios, como el grupo Anaconda, con Horacio Quiroga y Enrique Amorín, y a publicar poemas en las revistas Mundo rosarino y Monos y monadas. También colaboró en las publicaciones Caras y caretas, Nosotros, Atlántida, La nota y en el diario La Nación.
Incursionó en la dramaturgia y en el teatro para niños. En 1927, estrenó El amo del mundo, en el Teatro Nacional Cervantes, y en 1931, Dos farsas pirotécnicas.
Fue madre soltera en una época en la que eso era socialmente inaceptable. Esto quedó plasmado en algunos de sus poemas.
“Tú me quieres blanca” (fragmento)
Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada .
Luego llegó la vanguardia y, con ella, su creatividad se transformó en un sello distintivo. En su libro Languidez (1920) comenzó a quebrar la métrica y a utilizar un registro más oral. Así, construyó una primera persona mucho más intimidante, intensa y reveladora.
Enferma de cáncer, se suicidó el 25 de octubre de 1938 en la ciudad de Mar del Plata. Antes de hacerlo, escribió el poema Voy a dormir.
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…
Fuentes: Secretaría de Cultura de la Nación, Centro Virtual Cervantes, Biografías y vidas.