Manifiesto del Excelentísimo Señor Director Provisorio de la Confederación Argentina
Declaraciones del Director Provisorio Gral. Justo José de Urquiza sobre la reorganización de la Nación tras el derrocamiento de Juan Manuel de Rosas.
1852
Cuando inicié en Entre Ríos la cruzada que había de derrocar la dictadura de del General Don Juan Manuel de Rosas, dije a los pueblos, que yo no reconocía otro enemigo que aquel, y que una vez vencido, era mi misión constituir la República. El General Rosas, derribado en una batalla, busca asilo en Europa, y yo echo los cimientos de la Constitución. Para la gran reconstrucción de las instituciones, para la realización de un pensamiento que había que dar por resultado llamar las pasiones locales y las ideas mezquinas de Provincia a Provincia, a un centro común y de orden, traté de rodearme de las luces y de los consejos de hombres que, bajo la dictadura, o en el destierro, debían haber estudiado las necesidades de la Patria, y me afané en hacer comprender a todos, la necesidad de trabajar en la fusión, la fraternidad, el olvido de todo lo pasado; porque mis solemnes declaraciones me obligaban a no reconocer ni vencedores ni vencidos; a dar garantías a los pueblos, y a no prolongar una lucha que debía ya tener su término, después de tanta sangre y de tantos sacrificios inútiles.
Cuando llegué a las puertas de Buenos Aires, una diputación de ciudadanos respetables vino a proponerme una capitulación. ¡Una capitulación! ¿Y con quién? –Con el pueblo de Buenos Aires. ¿Y qué? ¿Puedo por un momento ver en este pueblo desgraciado a ciudadanos vencidos? ¿Considerar a mis hermanos de otro modo que mis hermanos? ¿Mirar de otro modo a mis compatriotas, que como a mis compatriotas? ¡Lejos de mí una idea semejante! Yo no veía en ellos sino un pueblo libre, y no suspiraba sino por la gloria de hacerlo venturoso y constituido.
(...)
La Constitución Nacional era mi anhelo: la Constitución Nacional era el fin de mis esfuerzos; porque si alguna gloria he apetecido, es la de ofrecer a mi patria un monumento sublime de instituciones liberales, levantado sobre los escombros de la tiranía. Porque yo quería decir a la República, a la faz de mis ilustres aliados, a la faz del mundo entero –¡He aquí la Patria de los Argentinos! ¡Hela aquí organizada! Hela aquí en posesión de una carta sublime, en donde está escrito su derecho, y que debe ser la barrera impenetrable que defienda al ciudadano, que proteja al extranjero, y que a nadie será dado atacar impunemente.
Con este objeto, me transporté a San Nicolás, donde debía ponerse la primera piedra de la Constitución, y el Gobernador de Buenos Aires, y todos los Gobernadores de la Confederación han sido testigos de mis procedimientos –A las exigencias, a las pretensiones que podían menoscabar cada pueblo, yo me interpuse como un mediador equitativo; y puedo repetirlo, con la mano sobre mi conciencia, y sin temor de ser desmentido, Buenos Aires ha tenido en mí el defensor más oficioso de sus intereses, de sus derechos, y de sus conveniencias.
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