Presidencia de la Nación

El asilo correccional


Las mujeres y la orden religiosa

Hacia fines del siglo XIX y hasta la primera mitad del siglo XX, el perfil promedio que presentaban las mujeres detenidas o recluidas se caracterizaba por su gran vulnerabilidad: se trataba en su mayoría de jóvenes migrantes del exterior y del interior del país, desempleadas y con escasa o nula instrucción formal.

El marco criminológico de la época consideraba que la criminalidad femenina constituía una excepcionalidad respecto de un género que se estimaba dócil y débil por naturaleza. Durante ese período, los delitos más comunes protagonizados por mujeres incluían hurtos durante las tareas domésticas, robos de menudeo y ejercicio de la prostitución. La criminalidad femenina se asociaba también a la falta de instinto maternal o a una sexualidad desordenada.

Esta óptica es la que explica que una congregación religiosa se hiciera cargo y permaneciera casi un siglo administrando el ámbito de internación de mujeres mayores y menores a las que se consideraba conveniente retener aisladas de la sociedad.

La Orden del Buen Pastor de Angers, originaria de Francia donde nació en la tercera década del siglo XIX, había desembarcado primero en Chile para desde allí expandirse al resto de América Latina, con el propósito de recuperar (en palabras del cronista de la congregación) “almas enfermas” a través del ejercicio de la penitencia y la abnegación. En Buenos Aires, la Orden se hace cargo en 1890 de la Casa de Corrección en San Telmo y durante más de 85 años lleva adelante la administración de la cárcel y asilo de mujeres. La Correccional era asilo de niñas menores dependientes del sistema judicial y cárcel de mujeres propiamente dicha, habitada por encausadas y penadas.

Las ideas de la época sostenían que los correccionales preservaban mejor a las mujeres en tanto las inducían a retornar a la verdadera esencia femenina. Por el contrario, en las entonces modernas penitenciarías nacionales, la administración y la gestión de la pena y el castigo sobre los hombres buscaba determinar los motivos de las distintas tendencias delictivas.

Hasta inicios de los años 60’ del siglo XX, la población femenina representaba solo el diez por ciento de la población carcelaria total, siendo ese otro de los factores que explica porqué la administración de la pena femenina no era prioritaria para el Estado.

El principio rehabilitador estuvo en el centro del régimen carcelario a través del trabajo, la instrucción y la religión. Las detenidas accedían a educación primaria obligatoria y se las instruía en tareas asociadas a la feminidad como lavado, planchado, tejido, cocina y bordado, siempre limitado al orden de lo doméstico. El rezo y la misa eran prácticas diarias obligatorias.

En la segunda mitad del siglo XX la sociedad atraviesa toda una serie de transformaciones que revolucionan la subjetividad femenina. La entrada masiva de las mujeres a las universidades y la dimensión alcanzada por el trabajo industrial en la sociedad argentina de los 50’ les ofreció a las mujeres, además, mayores posibilidades de independencia económica. Estos cambios precipitaron también mayor presencia en las organizaciones sindicales, obreras y barriales. Numerosas mujeres se incorporaron a la práctica política y muchas de ellas se unieron a diversos activismos.

Desde 1953, tal como lo muestran los datos disponibles en la serie de historias criminológicas y las estadísticas de la institución, comienzan a ingresar al Asilo Correccional algunas detenidas con mayor instrucción formal. Los delitos de este grupo de mujeres se vincularon a la transgresión, el desacato, la rebelión o la resistencia a la autoridad. Una de las figuras emblemáticas es el caso de Victoria Ocampo, escritora y directora de la revista Sur, encarcelada en 1953 por su activa oposición al gobierno de entonces, y otras mujeres que fueron alojadas allí por su actividad política, como es el caso de Alicia Eguren de Cooke.

El creciente protagonismo del activismo político femenino y dos fuertes acontecimientos de fuga en el año 1971 en Buenos Aires y en 1975 en Córdoba, convenció a la Orden de sus limitaciones para afrontar y garantizar el correcto funcionamiento de los establecimientos a su cargo. Así, en 1974 el Correccional de Mujeres es asignado al Servicio Penitenciario Federal y poco tiempo después se hace efectivo el traslado de las internas a la actual Unidad 3 de Ezeiza.

Entrevistas

La reclusión femenina, por Débora D’Antonio
Las características de la prisión y el tratamiento punitivo sobre las mujeres, las particularidades de la Orden del Buen Pastor en la administración del castigo femenino, y las formas de organización y resistencias de las prisioneras.



Débora D’Antonio (1968) es doctora en historia e investigadora independiente del CONICET. Integra el Instituto de Investigaciones en Estudios de Género (IIEGE -UBA), es profesora de grado y posgrado. Es autora de La prisión en los años setenta: Historia, género y política (2016) y Deseo y represión: Sexualidad, Género y Estado en la historia reciente argentina (2015). Sus estudios cruzan la actividad represiva estatal, historia reciente, género y sexualidad.

Trabajos de la autora


La cárcel y los roles de género, por Diego Luna
Los roles sociales asignados a las mujeres y el impacto que tuvieron en el tratamiento punitivo estatal. La designación del régimen religioso para su gestión y obediencia.



Diego Luna (1979) es abogado, con estudios de especialización en Magistratura (UNLaM) y en Derecho Penal (UNLP -U. Salamanca). En el presente es doctorando en Derecho (UBA). Profesor de grado y posgrado en Derecho Penal, Criminología y Filosofía del Derecho (UBA). Se desempeña como funcionario del Poder Judicial de la CABA.

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Trabajos del autor

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