Desde una perspectiva histórica, la nevada que cubrió Buenos Aires el 22 de junio de 1918 fue una rareza climática. Los valiosos registros fotográficos del evento, preservados en el Archivo General de la Nación, nos permiten observar la reacción jubilosa de una sociedad en plena transformación.
Aquel suceso se inscribió en una Argentina convulsionada. Bajo la presidencia de Hipólito Yrigoyen el país vivía un clima de agitación social, mientras en Córdoba estallaba la Reforma Universitaria, un movimiento que marcaría la historia educativa de América Latina. En este contexto de cambio, la nieve interrumpió la rutina de una ciudad de más de 1.6 millones de habitantes.
La nevada, que comenzó por la tarde y se intensificó por la noche, desató una euforia popular. Los porteños se volcaron a las calles y plazas para jugar con la nieve, un espectáculo inédito para la gran mayoría. Las fotografías de la época, custodiadas por el Archivo General, documentan este júbilo colectivo: niños en el Rosedal, familias junto a muñecos de nieve y escenas de celebración en la Plaza del Congreso. Estas imágenes son un testimonio documental invaluable.
Sin embargo, el evento también tuvo consecuencias no deseadas. El intenso frío provocó la muerte de seis personas y alteró gravemente los servicios públicos, afectando el transporte de tranvías y trenes. Las actividades cotidianas, como los partidos de fútbol, debieron ser suspendidas.
La gran nevada de 1918 fue, en definitiva, un evento excepcional que detuvo por horas el pulso de la nación. Dejó una huella imborrable, no solo en la memoria de quienes la vivieron, sino también en los archivos que hoy nos permiten reconstruir y comprender aquel momento histórico.