Presidencia de la Nación

Un duelo memorable y un juez incompetente

La historiadora Sandra Gayol repasa el duelo Yrigoyen - Lisandro de la Torre y el rol de la justicia penal.


Sandra Gayol

Historiadora (Conicet – UNGS)

En la tarde del 5 de septiembre de 1897 Hipólito Yrigoyen y Lisandro de la Torre dirigentes políticos del principal partido de la oposición, la Unión Cívica Radical, se batieron a duelo en un galpón del puerto de Buenos Aires. Las heridas desperdigadas en el cuerpo de Lisandro dieron fin al combate a sable. Yrigoyen, con una lesión leve como entendió el médico, reparó su honor y los padrinos -la crema de la dirigencia radical de entonces- finalizaron el incidente.

En el AGN se encuentra el sumario y el auto del juez, Dr. Navarro, quien al descubrir en el proceso de indagatoria que el lance se había consumado en una jurisdicción diferente a la suya –“primer distrito judicial”- se “declara incompetente para seguir conociendo este proceso”. El documento es extraordinario y opaco. Lo dispara una práctica habitual entre las elites argentinas. Mediante un lance pautado por los padrinos con precisión y detalle se celebraba la libertad de que gozaba el hombre macho de responder personalmente por su honor y por encima de la intervención reglamentaria del estado. De los casi 2500 desafíos que tuvieron su epicentro en Buenos Aires, en el pasaje del siglo XIX al XX, la intervención de la Justicia Penal fue un rara avis. El Juez Navarro actuó de oficio en un incidente que logró, en medio de la seguidilla de desafíos de ese mes, una impresionante repercusión pública.


Causa contra Yrigoyen Hipólito, de la Torre Lisandro, Marcelo T de Alvear, Tomás Valle, Carlos Rodríguez Larreta y Carlos Gomez por el delito de duelo los dos primeros y testigos los otros cuatro. Buenos Aires, 1894. Archivo General de la Nación, fondo Juzgado del Crimen.

Fogueada en la lectura de documentos repletos de calumnias, duelos criollos, robos y asesinatos de mujeres atesorados en el Fondo Tribunal Criminal del AGN, imaginé al Juez Navarro legándonos un expediente similar. Lejos de eso. Cuando leí los papeles del sumario por primera vez, un caluroso diciembre porteño de 1998 dicen mis notas, me despistó su laconismo. No hay desvío del libreto mínimo prescripto por la justicia. A la identificación del interrogado (nombre, apellido, edad, estado civil, nacionalidad, profesión y domicilio legal) prosigue la pregunta que siempre es la misma, con letra y tinta idéntica:

“si tiene conocimiento de un duelo efectuado en el día de ayer entre los señores Lisandro de la Torre e Hipólito Yrigoyen, en caso afirmativo cómo tuvo lugar el hecho y quiénes han intervenido en él”

Las respuestas de duelistas y padrinos también lo son. Todos dicen lo mismo, exactamente.

“…que lo que puede declarar respecto a este asunto y de las personas que habían intervenido en él, se haya consignado en las actas que con tal motivo se han labrado y las cuales han sido publicadas en el diario “La Nación” de hoy a que se remite en un todo presenta en este acto un ejemplar del diario y pide se agregue a éste proceso; manifiesta también que debe hacer una salvedad respecto al lugar donde se ha efectuado el lance que según el acta labrada se hace figurar en San Fernando … se llevó en esta capital próximo a unos galpones en los parajes del puerto cuyo paraje dijo no podría determinar”.

Todos los caballeros enredados en el duelo lo siguen siendo en sus gestos y palabras que despliegan ante el juez. El acta labrada por los padrinos, reproducida en el diario más importante de la Argentina de entonces, es el testimonio verdadero. El juez no repregunta ni bucea en los posibles antecedentes penales y morales de los involucrados. Tampoco anhela nuevos testigos cuando, sin duda sabía, hubo público que presenció el enfrentamiento. Es precisamente el acta, agregada al expediente, la que evoca el último gesto que desencadenó el duelo: “una nota-renuncia del Dr. De la Torre que se ha publicado”. Callan sobre antecedentes esenciales para la configuración del sentido total de una práctica que hoy nos puede parecer incongruente: disputas por el liderazgo del partido, por la actitud a seguir -acuerdista o intransigente- en las elecciones presidenciales del año siguiente, y recelos cruzados por el suicidio de Leandro Alem el año anterior. La dinámica del desafío y la respuesta era una forma de dirimir estos conflictos y de construir poder entre los pares y también entre los seguidores.

Era en la esfera pública y no en los tribunales donde se zanjaban los asuntos de honor, sobre todo masculino. La iniciativa del juez Luis Navarro muestra con transparencia las tensiones y los límites que tuvo la justicia del estado para actuar ante un delito penal, aunque sea “sui generis” como lo estipuló el código penal de 1887, que contaba con enorme simpatía social y política.

Para Inspiraciones: pensamientos desde archivos. Bicentenario del Archivo General de la Nación.

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