Fabio Wasserman
Historiador (Instituto Ravignani, UBA- Conicet)
En marzo de 1831, mientras recrudecía la guerra civil entre unitarios y federales, el diario porteño El Lucero que era dirigido por el renombrado escritor napolitano Pedro de Angelis, publicó algunos artículos que iluminan de un modo particular las relaciones entre lengua y política. El primero era un texto remitido firmado por Un Lujanero, quien señalaba en relación a los unitarios que
“Llenos de fuego como están por organizar el país a palos, por variar el idioma en lo general de la población para que los gauchos no digan adiós fulano sino allons monsieur; para hablar de canales, arte, monumentos y para llamarnos población semisalvaje, &, &, necesitan remedios eficaces para restablecerlos en sus sentidos.” (El Lucero n° 427, 4/3/1831)
A su juicio, una de las evidencias del delirio que le atribuía a los unitarios, y para el cual sólo imaginaba una cura violenta, era su pretensión de “variar el idioma en lo general de la población”. Y no era el único. Dos semanas más tarde, el diario publicaba otro artículo más largo firmado por Uno de los tantos que no se han dejado arrastrar de los pedantes, quien felicitaba al Lujanero por “haber dado en el clavo” ya que
“Estos presumidos badulaques no tienen más mérito, a más de su desvergüenza y osadía, que cuatro palabrotas con que han alucinado a muchos más necios que ellos, (…). Los hemos visto crear una nueva jerga, ridícula, ininteligible, pedantesca, mal sonante y despreciable en todo sentido para los que saben hablar nuestro idioma nativo con alguna pureza.” (El Lucero n° 439, 17/3/31)
En ese sentido señalaba el contraste con la forma en la que se habían expresado los revolucionarios, invitando a los lectores a que revisaran
“nuestros papeles públicos de fecha anterior a esa constelación de visigodos pillos embrollones que entraron a reinar exclusivamente desde el aciago año 21. Vea Vd. si encuentra en ellos ese semicastellano, semifrancés, o semidiablo con que se nos atormenta diariamente (…) observe con cuidado si encuentran en ellas esas frases ridículas, ese pedantismo insoportable, esas voces exóticas, esos galicismos repetidos a cada renglón sobre todo ESE MATANTE IMPERSONAL: el que subscribe, el que habla, el que firma, y Dios quiera no veamos muy pronto, el que escupe, el que fuma, el que se pasea!!!!”
Ahora bien, su propósito no era tan sólo burlarse de los unitarios por su carácter fatuo. Eso era lo de menos. El problema era que esas palabras parecían haber tenido un efecto seductor en una parte de la población que las había hecho suyas:
“Después de haber sido arrojado con vilipendio de la presidencia ese horroroso sapo [se refiere a Rivadavia, FW] (...) el nuevo idioma que inventó permanece y permanece con aceptación aun entre personas que parece imposible que lo adoptasen.”
El Lucero, 17 de marzo de 1831. Archivo General de la Nación, Colección Celesia, C-0641
En ese sentido, y antes de ilustrar esta cuestión con una anécdota de un conocido que había sucumbido al encanto ilusorio de las “instutuciones” (sic), llamaba la atención sobre lo que más le preocupaba que eran sus consecuencias políticas:
“(...) dejémonos de bromas: tanto decir generalidades contra los unitarios, y seguimos servilmente hablando en su mismo idioma, yo no lo entiendo. Cuando un conquistador, en algún Estado o provincia que ha sojuzgado con sus armas, llega a hacer a los habitantes olvidar su idioma nativo, generalizando universalmente el suyo, dichos pueblos ya no pueden ni aun pensar en recuperar su independencia, porque llega enteramente a confundirse el conquistado con el conquistador; así que en vano oiré decir diabluras contra los Unitarios o Decembristas, en tanto que vea su semi-idioma preponderante, diré que ellos son los que mandan.”
Estos artículos perdidos en las páginas de un diario de hace casi dos siglos y que yacen en los anaqueles del archivo, nos recuerdan una cuestión a la que no siempre se le presta suficiente atención aunque resulta decisiva: el uso y la atribución de significados y sentido a las palabras y los conceptos es también una disputa política.
Para Inspiraciones: pensamientos desde archivos. Bicentenario del Archivo General de la Nación.
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