Presidencia de la Nación

Pensando en las corporalidades desde una perspectiva travesti-trans


Por Alan Prieto y Thomas Casavieja

Descargá y leé el cuarto número: Corporalidades Diversas: de mandatos, narrativas y deconstrucciones

Cuando hablamos de construcciones corporales, las personas trans nos encontramos inmediatamente con la mirada de unx otrx que curiosea, juzga, cancela y ridiculiza nuestras vivencias. Históricamente nuestras corporalidades están en el centro de la escena y el prime time de la televisión. Sin importar qué estemos haciendo, a qué nos dediquemos o cuál sea la conversación previa, cuando una persona trans ingresa en escena, las preguntas parecieran habilitarse de forma automática para cuestionar nuestros cuerpos y los usos que les damos. Desde Mirta Legrand preguntándole a Cris Miró si consumía siliconas o se operaría para “cambiar de sexo”, pasando por Mauro Viale violentando a Flor de la V sobre su corporalidad con preguntas como “¿estás operado de busto? ¿tenés pito?” —en la primera entrevista que ella realiza para la TV en 1997—, sin olvidarnos de Chiche Gelblung, Guillermo “el pelado” López y Julieta Prandi en 2010, cuestionando a Naty Menstrual sobre el tono de su voz y el uso de su genitalidad.

Las personas trans/travestis podemos enumerar los cuestionamientos que recibimos al expresar o transmitir nuestra corporalidad: ¿te operaste? ¿te hormonás? ¿cambiaste de sexo? ¿usás tu genitalidad? son algunas de las preguntas más frecuentes, pero también aparecen afirmaciones que lxs demás interpretan como “halagos”, tales como “no se te nota que sos trans”, “deberías trabajar con tu voz así no se te nota”; y otras que directamente no los son: “todo bien con tu identidad, pero en el fondo sos mujer/varón”, entre tantas otras expresiones que podemos enumerar. Las personas cisgénero sienten la libertad de preguntar o afirmar todo lo referido a la corporalidad de la persona trans que tienen enfrente, pero si nosotrxs no tenemos ganas de someternos a ese cuestionario, se nos pasa al lugar del enojo, se nos acusa de que no tenemos paciencia para explicar o que nos da vergüenza hablar sobre nuestro cuerpo. No importa si estás presentando tu libro o siendo la vedette más famosa de la calle Corrientes, parece ser que, para una parte de nuestra sociedad, siempre tenemos que pasar la prueba de narrar nuestra corporalidad.

La sociedad indaga sobre nuestros cuerpos, tiene el morbo de querer saber todo lo referido a nuestras identidades, prácticas, familias, etc., pero nos anula como objeto de deseo en lo público, cuando en lo privado hay conversaciones donde nos invitan a salir, donde les da curiosidad o deseo estar con cuerpos trans/travestis. La doble moral reinante en una sociedad patriarcal, heterosexista y cissexista es la que te indaga, la que luego te anula y la que desea en lo privado, siempre a los márgenes.

Si analizamos las herramientas con las que contamos para problematizar la sexualidad y cómo los productos culturales nos atraviesan a la hora de construir nuestros cuerpos, la ESI tiene pocos años y una implementación lenta, por ende lxs adolescentes e infancias siguen reproduciendo los mismos estereotipos binarios y sexistas; claro está que aparecen matices y colectivos organizados en la lucha por romper con los parámetros de belleza establecidos (activismo gorde, personas intersex, personas trans, personas con discapacidad). Pero aun quienes intentan posicionarse desde una mirada “progre” recaen en afirmaciones que sostiene la academia, la medicina hegemónica y parte de la sociedad. Si sos trans, se afirma que algo falló en la crianza o que hay un trastorno; si sos gordx estás potencialmente enfermx; si tenés una discapacidad aparecen los discursos capacitistas y se coloca siempre la lupa en quien se construye diferente.

La propuesta es que pensemos en las preguntas que reproducimos casi de forma automática, las afirmaciones que tomamos como verdades absolutas y las verdades que debemos deconstruir, aprendiendo a no juzgar, a dar lugar a la palabra y sobre todo a no jerarquizar a las personas y las formas que utilizan para transitar el mundo, entendiendo que: el sistema ordena, valora y desecha a los colectivos sociales en base a elementos ideológicos del statu quo que se pretende mantener, de lo que es rentable de lo que se adapta y sigue las reglas del mercado. El sistema capitalista impone un mandato de belleza y algunas personas trans construyen el cuerpo en base a los modelos sociales instalados, pero otro sector no desea el binario de género como punto de partida, como la única forma de habitar el mundo.

El sistema capitalista impone un mandato de belleza y algunas personas trans construyen el cuerpo en base a los modelos sociales instalados, pero otro sector no desea el binario de género como punto de partida, como la única forma de habitar el mundo.

Aparecen otras identidades, otras categorías y formas de nombrarse, pero el sistema ya no puede encajarte, ya no puede rotularte, no puede decir que sos aquello que es deseable, entonces te margina y te condena, te patologiza y –en el peor de los casos– te intenta curar.

Las personas trans/travestis construimos nuestros cuerpos en base a un deseo personalísimo: cómo queremos vernos en un espejo, cómo queremos que lxs demás nos vean, y eso puede coincidir –o no– con lo establecido socialmente. En Argentina se aprobó la Ley de Identidad de Género en el año 2012; en dicha norma se redactó el artículo 11, que habla sobre el acceso a la salud integral. Lejos de dar cumplimiento a la normativa, en nuestro país no hay políticas públicas de investigación sobre los efectos de las hormonas aplicadas en cuerpos trans/travestis; no hay políticas sanitarias que se enfoquen en la reducción de daños del uso de aceites industriales que están alojados en los cuerpos de las compañeras trans/travestis; no tenemos una red de consultorios a nivel nacional para la continuidad de tratamientos; no contamos con capacitaciones al personal de salud para que estén sensibilizados a la hora de atendernos y más aún en este contexto de pandemia, en el que cientos de personas trans/travestis se vieron forzadxs a abandonar sus tratamientos médicos o volver a la clandestinidad, esa que tanto deseamos dejar pero que el sistema te arroja a transitar.

El artículo 11 de la ley es claro, el Estado argentino garantiza la salud integral y entiende que las modificaciones corporales de las personas trans/travestis no son cuestiones estéticas, sino que su anclaje está ligado a la construcción identitaria, al deseo personal y el reconocimiento a esa identidad como un derecho humano inalienable. Sabemos de los consultorios inclusivos que intentan dar respuesta; sabemos de los avances en algunas provincias; sabemos del compromiso de muchxs profesionales de la salud que se forman e invierten su tiempo en tener más herramientas para atendernos; sabemos que está la voluntad política de transformar la situación de marginación que vivimos las personas trans/travestis, pero también sabemos que siempre hay quienes cuestionan el momento o el costo que implica, porque siempre es más importante atender a otro sector u otra demanda que destinar los recursos a nosotrxs.

Es necesario que los cuerpos se construyan con el acompañamiento médico; es necesario que nuestras técnicas sean válidas para el sistema de salud; es necesario que lxs medicxs cis dejen de pensar que nos “cambian”; “nos reasignan” el sexo o “reafirman” el género. Nuestros cuerpos son nuestros y solo nosotrxs definimos cuál es nuestro sexo/género/identidad, lo único que puede y debe hacer el sistema de salud es brindar trato de calidad y en condiciones dignas para todas las personas que así lo requieran.

Nuestros cuerpos son nuestros y solo nosotrxs definimos cuál es nuestro sexo/género/identidad, lo único que puede y debe hacer el sistema de salud es brindar trato de calidad y en condiciones dignas para todas las personas que así lo requieran.

Las personas trans/travestis siempre fuimos sometidas a juicios de valor sociales cuando de nuestras corporalidades se habla, sean los medios de comunicación, las academias hegemónicas e incluso algún sector del feminismo. Las personas cis sienten la habilitación para ejercer violencia e intentar adaptarnos a las normas del binario de género. Es tan necesario seguir hablando de todos los cuerpos, tan necesario seguir escribiendo y apostando a la deconstrucción de los estereotipos y modelos de género.

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