Presidencia de la Nación

“Tenemos derecho a trabajar, a producir, en un espacio que nos guste”

Así lo expresó Julia, una de las 44 trabajadoras, titulares del Potenciar Trabajo, miembro de la cooperativa Maleza, creada en Villa 20, Lugano, y dedicada al a producción de cosmética natural.


Los términos que más se escuchan entre las trabajadoras de Maleza son: inserción de la mujer en el mercado laboral, familia, aprendizaje, futuro y derechos laborales. Porque Maleza es una cooperativa de trabajo que nació en 2017 dentro de la Villa 20, en Lugano, como respuesta a la problemática de cinco mujeres del barrio que notaron lo complicado que era insertarse en el mercado laboral siendo mujeres jóvenes. “Buscamos una solución, y pensamos en una cooperativa que pueda trabajar desde el barrio, hacer productos en el barrio, con conocimientos del mismo, para que pueda ser vendido fuera de él”, cuenta Letsy Villca (22 años), trabajadora de Maleza desde sus comienzos.

Julia, junto a sus compañeras de la cooperativa Maleza.
Julia, junto a sus compañeras de la cooperativa Maleza.

Cuando Julia Argnani (30 años) abre la puerta de la cooperativa, que supo ser un galpón en Lugano, lo primero que hace es mostrar orgullosa unas imágenes pegadas en la pared, que retratan cómo fueron los comienzos de Maleza y cómo se fue dando su transformación, pasando de ser una reunión de cinco compañeras en la cocina de una casa en Villa 20, hasta el laboratorio que crearon juntas gracias al subsidio del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación que les permitió contar con ese espacio de trabajo y la maquinaria necesaria para poder crecer.

“Uno de nuestros principales objetivos fue hacer una fábrica que permita ser habitada por las trabajadoras, que después de que termina su jornada laboral puedan quedarse acá, seguir estudiando. Queríamos que sea un lugar lindo donde todas queramos estar, porque tenemos derecho a trabajar, a producir, pero también tenemos derecho a que eso sea en un espacio que nos guste”, cuenta Julia mientras recorre el vestuario que construyeron ellas mismas, ladrillo por ladrillo, agregándole una ducha al baño, para que las trabajadoras puedan bañarse luego de su jornada laboral. Después, sube unas escaleras que llevan a un sector de esparcimiento, con una mesa redonda y sillas, un espacio cálido, con wifi e impresora, para poder distenderse y que cada una pueda hacer lo que necesite.

Hoy Maleza, es una cooperativa de trabajo que reúne a 44 mujeres titulares del programa Potenciar Trabajo, que elabora productos de cosmética natural, sin químicos nocivos, apto vegano, libres de maltrato animal y respetuosos con el medio ambiente. Es que uno de los puntos que caracteriza a esta cooperativa, es que recupera los saberes ancestrales de sus familias y comunidades para la formulación de las recetas de sus productos, agregándoles los conocimientos previos de muchas de las trabajadoras que estudiaron en escuelas técnico químicas.

Julia, junto a sus compañeras de la cooperativa Maleza.
Julia, junto a sus compañeras de la cooperativa Maleza.

Wendy Quispe es, hace un año y medio, coordinadora del área facial, Maleza fue su primera experiencia laboral y justamente lo que más disfruta es poder aplicar los conocimientos que adquirió en la escuela dónde se recibió de técnica química, y tener una oportunidad para continuar aprendiendo. “Maleza significa aprender cosas nuevas y aportar mi granito de arena para poder seguir adelante con este proyecto que es hermoso”, cuenta.

Detrás de Wendy hay una puerta transparente que tiene la insignia de “sala de elaboración”, y pasándola, varías compañeras en sus puestos de trabajo. Evelyn está organizando distintas hierbas en un bol, que cuando se la interrumpe, explica que son de hamamelis y eucalipto y que luego las mezclará con agua destilada para transformarla en crema hidratante para manos, y termina con una cara de pícara, como quien te comparte parte una receta, pero que nunca la revelará por completo.

Es un laboratorio como los que cualquier niña y niño soñó con visitar alguna vez. Hay trabajadoras emprolijando etiquetas con el logo “Maleza, cosmética natural”, otras desinfectando envases, y algunas pesando distintos ingredientes, o tomando la temperatura del agua en una olla. Cada una sabe qué tarea tiene que hacer, lo que no deja de permitirles ayudarse entre sí. En los costados, distintas maquinarias, como los extractores de aceites esenciales tanto a escala piloto como laboratorio, a las que accedieron mediante un proyecto del Ministerio de Desarrollo Social, y que les permitió aumentar la escala de producción.

El término derechos laborales vuelve a aparecer cuando Letsy habla de lo que significa para ella haber recibido el sostén y el apoyo del Estado mediante el programa Potenciar Trabajo: “Es fundamental, porque te permite tener proyección. A mí como joven me permitió poder proyectar y formarme en un lugar en el cual yo hoy puedo decir que tengo derechos laborales y el derecho de tener este lugar de trabajo”.

En la cooperativa, Julia se dedica a la producción de cosmética natural.
En la cooperativa, Julia se dedica a la producción de cosmética natural.

El futuro de Maleza

Las trabajadoras de esta cooperativa no buscan crecer solas. Desde que nació Maleza, uno de sus primeros objetivos fue fortalecer el encadenado productivo cooperativo. En el desarrollo de todos sus productos, piensan en cómo incorporar a otras cooperativas. En las etiquetas, los envases. En la presentación. Un ejemplo de esto es Urdimbre Raíz, una cooperativa de mujeres que fabrica las bolsas de tela reutilizables que va con los jabones de Maleza, cuando uno de éstos se vende.

“Yo miro para adelante y veo a una cooperativa mucho más fundada, más conocida y con más comercialización. Y muchas más Malezas. Para que puedan ayudar a más personas y a más mujeres en distintas situaciones”. Este deseo se repite en todas las trabajadoras. En las que tienen hijos y pueden ir a trabajar con ellos, en las que estudian y pueden hacer las dos cosas, y en las que tienen un segundo trabajo. Quieren incorporar más mujeres de distintos barrios. Están planeando también seguir tomando cursos y abrir un área de investigación y desarrollo. Diversificar la producción para poder vender más.

Casualidad o no, el pelo largo, lacio cómo una hoja de papel y brillante, color ocre, es de Pamela Damaris Tito (23 años), que hace un año que llegó a la cooperativa y es coordinadora de la línea capilar. Pamela mira con timidez, y dice: “Trabajar en Maleza es como un sueño”. Se ríe y agrega: “Es un sueño cumplido para mí”. Mientras que Letsy, aclara: “Para mí trabajar en Maleza es un cambio de vida. Porque Maleza no solamente es venir a trabajar, producir, e irme.; es hermandad, es conocer mis derechos laborales, fomentar el estudio, tener derecho a trabajar en un lugar que me guste, un lugar donde me siento cómoda, donde puedo venir a hacer lo que tengo que hacer y apoyar a otras personas también”.

"Uno de nuestros principales objetivos fue hacer una fábrica que permita ser habitada por las trabajadoras, que después de que termina su jornada laboral puedan quedarse acá para seguir estudiando."

Julia Argnani

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