La energía obtenida mediante la quema de carbón y gas (principalmente) y de petróleo (en menor medida) provoca la liberación de gases de efecto invernadero como, por ejemplo, el dióxido de carbono (CO2).
Estos gases retienen el calor en la atmósfera, provocando un aumento de la temperatura global que impacta en los comportamientos de los ecosistemas y al ambiente en general.
La creciente demanda del uso de los llamados “combustibles fósiles” para la generación de energía y el impacto que estos producen en el ambiente tomaron relevancia en la agenda internacional, siendo un hito que en la 28ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (2023) más de 110 países asumieron el compromiso de avanzar en políticas de descarbonización de sus matrices energéticas.
La necesidad de descarbonizar las matrices energéticas en un mundo cada vez más poblado y más dependiente de la energía eléctrica hace que sea fundamental el aporte de las fuentes de base, es decir aquellas capaces de generar energía de forma continua, sin dependencia de las condiciones climáticas y sin liberar dióxido de carbono durante este proceso.
En ese escenario, la nucleoelectricidad vuelve a posicionarse como una alternativa limpia y segura para la generación de energía eléctrica de base en volúmenes globales, especialmente a partir del auge de los reactores modulares de baja y mediana potencia.
Con el CAREM, Argentina reafirma su rol preponderante en el mercado nuclear internacional, producto de más de siete décadas de desarrollo de la tecnología nuclear con fines pacíficos. Durante estos años, el país se ha consolidado como diseñador y exportador de reactores nucleares dedicados a la investigación y producción de radioisótopos, como formador de recursos humanos altamente especializados, y como experto en fabricación de combustibles y otros componentes calificados para reactores de investigación y para centrales de potencia, entre otros aspectos propios de esta industria.
Así, tras haber iniciado su experiencia nuclear con la fundación de la CNEA en 1950, Argentina ha sabido poner en marcha el primer reactor de Latinoamérica (el RA-1, en 1958), como también la primera central de todo el continente (la Central Nuclear Atucha I, en 1974). También, ha exportado reactores de investigación a Perú, Argelia, Egipto, Australia y Holanda. Y en poco tiempo será el primer país occidental en diseñar, construir y poner en marcha una central SMR: CAREM.
En forma paralela al desarrollo de las ingenierías de detalle y del comienzo de las tareas de montaje y preparación del proceso de puesta en marcha que tendrá su hito con la primera puesta a crítico del reactor, el Proyecto CAREM viene desarrollando una sólida estrategia comercial que permitirá a la Argentina no sólo consolidar su liderazgo en el incipiente mercado internacional de SMRs, sino también a competir de forma ventajosa en términos de costo, financiamiento y eficiencia con las grandes centrales tradicionales.
Para esto, fruto del grado de avance que ha logrado el Proyecto, y que es reflejado en informes oficiales de organismos especializados como la Nuclear Energy Agency (NEA) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el propio Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), se abre para la Argentina una importante ventana de oportunidad comercial que debe aprovecharse antes que los competidores logren completar y poner en marcha sus diseños de SMR (algo que se estima comenzará a ocurrir hacia el año 2030).
Un factor distintivo de la Argentina en su rol de diseñador/proveedor de reactores nucleares, y que suma otro componente de competitividad a las virtudes que de por sí tiene el CAREM, es que históricamente el país no se limita a vender reactores “llave en mano”, sino que acompaña al comprador en formación de recursos humanos, acceso al conocimiento y asesoramiento tecnológico durante todo el ciclo de vida del reactor.